Revista Cine
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La vida es hermosa, la vida es trágica; la vida es poética, la vida es prosaica; la vida es luminosa, la vida es sombría. No es cosa de anclarse en la lucha entre el bien y el mal, es cosa de comprender que el ser humano deambula en el mundo balanceándose entre los extremos.
Utilizando las figuras religiosas como metáfora se puede decir: a veces se vive en el infierno, otras se alcanza el cielo, la mayor parte del tiempo se habita el limbo.
Cuando el cine es el medio que un artista elige para expresar su particular visión de la vida, las películas alcanzan nivel de arte. Es el caso de Terrence Malick, cineasta estadounidense, nacido en Waco, Texas, en 1943, quien en cuatro décadas, a pesar de solo haber llevado cinco títulos a la pantalla, ha logrado crear una sólida filmografía, en la que expone sus puntos de vista sobre la vida, la muerte, la naturaleza, la culpa, y otras preocupaciones de la existencia humana.
Obsesivo hasta la extenuación, el tejano suele filmar y luego sumergirse durante años en el trabajo de post-producción, en donde moldea lo que luego se verá en pantalla.
En el festival de Cannes 2011 estrenó “El árbol de la vida”, ganando la Palma de oro. La historia se desarrolla en los años cincuentas del siglo pasado, en Texas. La acción se centra en el comportamiento de una familia promedio de la época: padre trabajador y autoritario, madre dedicada al hogar, hijos oprimidos.
Se trata de un filme conceptual, en el que Malick hace un ensayo sobre el origen del comportamiento actual de la sociedad estadounidense, y por extensión del ser humano.
Aparecen como protagonistas Brad Pitt, Sean Penn, Jessica Chastain y Hunter McCracken; todos sólidos en su interpretación; sin embargo, no son las actuaciones la parte principal, lo que el director dice por medio de las imágenes es lo que merece ser resaltado.
Los primeros minutos de la cinta son una especie de prólogo, en el que Malick bombardea con imágines aparentemente caóticas, pero de ese caos surge la poesía, lirismo cinematográfico en su máxima expresión.
El resto es más imágenes, algunos diálogos y voz en off, este último elemento constituye el sello de Malick.
“El árbol de la vida” golpea la sensibilidad y conduce a la reflexión, es una producción de las quedan dando vueltas en la cabeza y nunca se van. Es una piedra más en esa montaña, a veces difícil de escalar, que constituye la obra de un cineasta enorme.
No hay concesiones hacia el espectador, es simplemente la necesidad de decir que todo artista tiene.
Calificación 10/10