Para nosotras, chicas con pisos de ciudad, nuestra máxima preocupación en cuestión de lunas estriba en que éstas nos aíslen lo suficiente del ruido y la temperatura. Así pues, el tema de las vidrieras de colores nos había parecido, hasta ahora, algo casi irreal, sólo propio de iglesias y castillos de película. Sin embargo, hemos descubierto que existen casas normales de gente corriente, con ventanas privilegiadas, de esas que desprenden magia en forma de mil tonalidades cuando la luz los atraviesa.
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Y también, quien se las ingenia de otras maneras para conseguir estos miradores de ensueño, sin necesidad de obras ni grandes presupuestos. Vidrieras colgadas delante de ventanales, como un elemento decorativo más, de deslumbrantes efectos.
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O quién sabe si uno de esos días de felices hallazgos callejeros, topemos con un viejo ventanuco con luna de colores... ¿Qué haríamos con él?
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En fin..., con cristalera o sin ella, recuerda que todo en la vida depende del color del cristal con que se mire.