Revista Cultura y Ocio
El del flujo perpetuo es un problema metafísico, no físico. Se cifra en que, si nada se detiene, nada es él mismo en ningún instante. Y, si esto es así, todo lo que es no es y el principio de no contradicción queda abrogado.
Ahora bien, si algo se detiene y sin embargo se mueve, ni el flujo ni la inmovilidad son perpetuos. Es decir, la realidad no estará compuesta de lo absolutamente móvil ni será una manifestación engañosa de lo absolutamente inmóvil. Lo móvil lo será sólo en parte y lo inmóvil no lo será todo. Los opuestos tendrán que equilibrarse y no cabrá reducir el uno al otro, sino que habrá dos sujetos distintos en un mismo ser.
Por consiguiente, detenerse y moverse son dos predicados contradictorios que se dan a la vez en un solo ser, no en dos seres. Si no se detuviera, el ser no sería. Si no se moviera, no sería en el tiempo. Así, igualdad es dualidad de sujetos y unidad de ser. Tal no debe confundirse con la identidad, que es coincidencia del ser y del sujeto.
Cuando decimos que el ser es igual a sí mismo queremos significar que lo que detiene y lo que es detenido, siendo opuestos y verdaderamente distintos, configuran una unidad estable cuyas partes pueden disociarse en el entendimiento pero no en la realidad. En cambio, cuando afirmamos que dos cosas son idénticas e indiscernibles indicamos que la distinción está en las palabras y no en las cosas mismas, como sucede con el definiendum y el definiens.
Una distinción de razón no equivale a una mera distinción verbal. La razón distingue dos sujetos cuando sus predicados difieren de hecho, por más que existan simultáneamente y bajo los mismos supuestos. Ambos quedan igualados en el existir, pero no en el obrar. El ser igual no es el obrar igual de los sujetos enfrentados en un mismo ser, es el ser igualados por un tercero. En este sentido, el incesante igualar que es la existencia conlleva un obrar superior al de los sujetos que moran en ella, ejercido por un ser superior.
Obrar y existir son sinónimos, pero cuando se da un obrar contradictorio en un mismo ser su existencia no se debe a su obrar y debe atribuirse más bien a su ser obrado o ser igualado. Vemos de este modo que la creación tiene la impronta de la Trinidad. Todo ser extenso es dos sujetos distintos: el que detiene y el que es detenido, y la cópula entre ambos. Ninguno de los tres miembros puede existir sin los demás, y ninguno de los unidos puede unirse naturalmente a su opuesto.