Revista Cultura y Ocio
Un ente dotado de una velocidad infinita podría estar en cualquier lugar al mismo tiempo. Dado que no estaría en un lugar antes que en otro, al estar en todos simultáneamente, no podría moverse hacia ninguna parte, pues ya habría llegado a cualquier confín al que quisiera dirigirse. Por tanto, aunque sería infinitamente veloz, resultaría indistinguible de un ente inmóvil. Más todavía, sería inmóvil en mayor medida que cualquier cuerpo, pues lo inmóvil puede moverse, mientras que ello es imposible para el ente del que hablamos. Asimismo, no hay nada verdaderamente inmóvil en el tiempo, ya que todo cuerpo consta de partes móviles o es parte de un cuerpo móvil. Luego, si algo no puede moverse, tampoco puede ser un cuerpo. De donde se sigue que la infinita movilidad, que es el máximo obrar, resulta inseparable de la quietud absoluta y la absoluta incorporeidad.
Ahora bien, toda potencia presupone un acto. Asumamos lo contrario: no existiendo el acto al que tiende lo que está en potencia, todo acontecer estará en potencia de una potencia y no habrá un poder ser, sino un poder poder ser, lo que hará que nada acontezca si toda potencia es vacua. Pero algo acontece, por lo que la asunción es falsa. Por consiguiente, si es siempre verdadero que toda potencia presupone un acto, lo será igualmente que todo infinito en potencia presupone un infinito en acto.
Sentado lo anterior, caben dos posibilidades: O que el mundo sea infinito en potencia, al carecer de un término temporal, o que no lo sea. 1) Si el mundo es infinito en potencia, existe un ser infinito en acto distinto del mundo, habida cuenta que toda potencia presupone un acto y nada es simultáneamente infinito en potencia y en acto. 2) Mas si el mundo no es infinito en potencia, ello significa que tiene un término temporal; si tiene término, no existe infinitamente; si no existe infinitamente, no tiene un pasado infinito; si no tiene un pasado infinito, procedió del no-ser al ser; y si procedió del no-ser al ser, fue en virtud de un ser infinito en acto, ya que entre estos dos extremos se da una desproporción infinita. En suma, tanto si el mundo es infinito en potencia como si no lo es, existe el ser infinito en acto, del cual debe predicarse la infinita movilidad y, a resultas de esto, su absoluta quietud e incorporeidad. Lo que equivale a afirmar la existencia de Dios.