Revista Cultura y Ocio
Muta aquello que empieza a ser lo que no era.
Puesto que nada es una cosa y su contrario al mismo tiempo, empezar a ser lo que no se es conlleva dos instantes: aquel en el que no se es lo que se será y aquel en el que se es lo que no se era.
Entre dos instantes sólo puede haber una duración finita, así como entre dos puntos sólo puede trazarse una línea finita.
Por tanto, en todo lo mutable se da una duración finita si muta una sola vez.
Si lo mutable muta una pluralidad de veces, en todas ellas precisará de dos instantes en los que se contenga el terminus a quo y el terminus ad quem de la mutación, esto es, aquello que ha dejado de ser y aquello que ha venido a ser. Por consiguiente, por grande que sea el número de mutaciones, será siempre múltiplo de dos. Luego no será infinito, habida cuenta que el infinito no es múltiplo de dos ni de ningún otro número.
Por tanto, en todo lo mutable se da una duración finita aun si muta una pluralidad de veces.
El universo es mutable, en tanto es la suma de todo lo mutable.
En consecuencia, en el universo se da una duración finita aun si muta una pluralidad de veces.
Sentado lo anterior, síguese que el universo empieza a ser absolutamente, pues no puede extenderse hacia el pasado en una sucesión causal infinita, la cual conllevaría una duración infinita.
Por ello, dado que el universo empieza a ser absolutamente, empieza a ser por otro.
Sin embargo, el ser que causa el universo no puede ser mutable, ya que no es parte del universo, al que hemos definido como la suma de todo lo mutable. Luego es inmutable.
Existe, pues, un ser inmutable, causa del universo, sin comienzo ni fin, eterno y necesario, por el cual llega a ser todo lo que existe y muta.
Dado que sólo lo que muta puede alcanzar un grado de perfección mayor del que posee, pasando de menos a más, el ser inmutable, en el que no hay aumento ni mengua posibles, permanecerá siempre en el mismo grado de perfección, siendo perfecto en grado sumo, imperfecto en grado sumo o de una perfección intermedia. Ahora bien, de tal ser no puede predicarse una perfección intermedia, ya que, al ser el único necesario, puede existir sin nada más; y, de ser el único existente, no podría ser el medio entre dos extremos. Tampoco diremos que es imperfecto en grado sumo, toda vez que es causa del universo, por lo que, dándose alguna perfección en éste, debe haberle sido transmitida por aquél. Así pues, es preciso conceder que dicho ser es perfecto en grado sumo.
Habiéndose probado que existe un ser inmutable, causa del universo, sin comienzo ni fin, eterno, necesario y perfecto en grado sumo, queda demostrada la existencia de Dios.
RESPUESTA A UNA OBJECIÓN:
Podemos tomar la serie de números pares, que es infinita, y dividirla por dos. El resultado será dos subconjuntos infinitos iguales. De esta manera, ambos podrán crecer independientemente sin estar constreñidos por un límite. Precisamente porque pueden mantener sus propiedades de infinitud y crecimiento independiente, se debe decir que las dos mitades de una serie infinita son iguales como infinitos en potencia, no como infinitos en acto. Porque un infinito en acto es un producto terminado que no puede crecer, y por tanto, ninguna de las mitades podría crecer si fuera infinita en acto. Pero, dado que son las mitades de un infinito en potencia, siempre pueden crecer, ya que permanecen infinitas en potencia.
Ahora bien, la serie de mutaciones en el argumento no es un infinito en potencia, sino un infinito en acto. Afirmar que ha habido infinitas mutaciones en el pasado equivale a sostener que ha habido infinitas mutaciones en acto. Sin embargo, hemos visto que cuando se divide un infinito en acto en dos mitades, ninguna de las mitades puede seguir creciendo independientemente. De manera que todo el pasado permanecería estático e incapaz de crecer mientras el futuro puede seguir creciendo infinitamente, lo que implicaría que el futuro puede superar al pasado en duración. Pero esto es absurdo, porque un infinito en potencia nunca puede superar a un infinito en acto.
Esta paradoja surge de proyectar las propiedades del infinito en potencia, como ser divisible por dos, al infinito en acto. Por tanto, debemos concluir que el infinito en acto no es divisible por dos, porque no es un número y no comparte sus propiedades.
Si el número de mutaciones es infinito y no es divisible por dos, habrá un evento en el que el terminus a quo no pueda corresponder a un terminus ad quem, siendo así un evento inmutable. Hemos definido el universo como la suma de todo lo que es mutable. Por consiguiente, si hay algo inmutable, no pertenece al universo y es o bien su causa o bien su efecto. No es su efecto, ya que es inmutable y no puede ser iniciado o cambiado. Por tanto, es su causa.
Por consiguiente, he aquí el dilema: o bien el conjunto de las mutaciones es divisible por dos, en cuyo caso no es infinito en acto, o bien es infinito en acto y no es divisible por dos, lo que conlleva que un elemento de dicho conjunto no será una mutación, contradiciendo lo que se ha supuesto. En ambos casos debe inferirse una causa inmutable de todo lo mutable, ya sea porque lo mutable es finito, ya porque no es múltiplo de dos.