Revista Cultura y Ocio

El Argumento Ontológico Hercúleo se sustenta en cuat...

Por Daniel Vicente Carrillo

El Argumento Ontológico Hercúleo se sustenta en cuatro tesis metafísicas, a saber:
1) Que todo lo real es verdadero. 
Afirmar que todo lo real es verdadero es lo mismo que sostener que necesariamente posee forma o límites racionales. Pero para que la enunciación tenga sentido debe concebirse la verdad del modo más general, esto es, como no contradicción en lugar de como adecuación.
Ninguna realidad posible puede ser absolutamente caótica, pues ello implicaría que porta predicados opuestos al mismo tiempo y en el mismo respecto, esto es, que existe y no existe, es extensa e inextensa, móvil e inmóvil, etc., lo que debe rechazarse.
Observamos que la realidad fluye de un estado a otro contrario. Dicho flujo abarca todos los cambios posibles y los incluye en un mismo orden. Así, la realidad es una cosa o su negación, pero nunca ambas simultáneamente. De otra manera, no habría flujo y todo el devenir sería una pura fantasmagoría. Por lo que, según Heráclito, incluso en el máximo estado de cambio en el que se halla la materia, el perpetuo flujo, la substancia o logos de la realidad permanece invariable.
Si lo que participa de la verdad es verdadero, y por verdad entendemos aquello que es invariable, hay que concluir que lo real, en tanto puede ser un número limitado de cosas y no puede ser un número ilimitado de ellas, participa de la invariabilidad y es verdadero. 
2) Que no se da un regreso infinito en las relaciones de dependencia. 
La descomposición "ad infinitum" de las ideas destruye su sentido, ya que nos obliga a hacer depender lo múltiple de la unidad y la unidad de lo múltiple.
Asimismo, un regreso infinito en las relaciones causales, al aplicarse al todo, conduciría a que la causa del todo fuera superior al todo como su causa e inferior a él como su parte, o a que la causa del todo no fuera parte del todo, lo que aboca al absurdo de que el todo no lo sea todo.
La única solución a esta paradoja es que el todo carezca de causa y sea la suma de todas las verdades y de todas las causas, dado que las verdades son acausales.
3) Que existir y obrar son equivalentes.
En toda causa hay una verdad, admitido que todo lo real es verdadero. Recíprocamente, en toda verdad hay un obrar causante, habida cuenta que, si lo verdadero no obrase, lo real no padecería y no hallaría los límites que dicho padecimiento le provoca. Repárese en que si el obrar de la verdad no guardara relación alguna con la existencia, no se daría tal obrar causante por parte de lo verdadero en lo real.
4) Que lo absolutamente ilimitado posee todas las perfecciones. 
Esto es evidente si se concede que todo ser defectuoso tiene límites y es defectuoso únicamente por razón de sus límites.
Ahora bien, el principio de no contradicción carece de todo límite, al no derivar de ninguna otra verdad ni ser producido por causa alguna. Luego posee todas las perfecciones y existe. No ciertamente en el sentido de ser real y estar en el espacio y en el tiempo, sino en el de obrar en la verdad y en la realidad.
Si el principio de no contradicción es ilimitado, es imposible que sea limitado por algo. Por consiguiente, es necesario que obre sobre todo, sin excepción alguna. Por tanto, es una verdad necesaria y, a la vez, una causa necesaria.

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