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El arquitecto del sonido – Parte 2

Publicado el 27 julio 2016 por Revista Pluma Roja @R_PlumaRoja

En el artículo anterior hablamos sobre el proceso creativo que experimentó el músico argentino Gustavo Cerati a comienzos de los 90 y en cómo eso repercutió tanto en su carrera solista como junto a Soda Stereo. En esta oportunidad, abordaremos el periodo entre el álbum Confort y música para volar (Soda Stereo) y su último álbum de estudio Fuerza Natural y veremos cómo las sonoridades involucradas en su trabajo, en vez de ir desapareciendo con el paso de los años, se convirtieron en su marca registrada. Acompáñenos.

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Confort y música para volar (1995)

Llevaba años entre los ejecutivos de la cadena de música MTV la idea de poder invitar a Soda Stereo a ser parte de su afamada serie de conciertos desenchufados MTV Unplugged. Sin embargo, el trío argentino se negaba a participar, tal vez por el hecho de tener que sonar en formato totalmente acústico, siendo que su potencia y despliegue creativo, como ya hemos apuntando en el artículo anterior, se centraba principalmente en las atmosferas sonoras creadas a través de pedales de efectos, sintetizadores y demases juguetes sonoros. Sin embargo, luego de muchos intentos, en septiembre de 1996, el deseo de los mandamases de MTV finalmente se cumplió, y Soda Stereo entraba a los estudios de MTV en Miami, EE.UU para registrar una de sus presentaciones más aclamada y recordada.

Pequeños grandes detalles

Una de las razones de lo histórica de su presentación para MTV es que, pese a ser parte de la serie de conciertos desenchufados, si hubo algo en lo que no escatimaron, fue en cables, guitarras eléctricas y sintetizadores. Al parecer, solo estuvieron dispuestos a ser parte del proyecto si podían traer más sonoridades a su presentación y, tal vez, bajar un poco la velocidad de las canciones, algo que, claramente, se duda, luego de la estruendoso final del concierto con el cover de la banda argentina Vox Dei, Génesis que resultó en un deleite para los amantes del rock progresivo. El resto de las canciones, simplemente, superaron con creces las expectativas. La versión sublime de En la ciudad de la furia interpretada en compañía de Andrea Echeverri de Aterciopelados, solo vino a demostrar que solo alguien como Cerati podía reversionarse y sonar incluso mejor que el producto original. Con Ángel eléctrico y Un misil en mi placard pasa algo parecido. La versión de la primera suena muchísimo mejor que la versión del álbum lanzado apenas un año antes, y la versión de la segunda, suena totalmente renovada. Y es que eso tenía Cerati, la capacidad de convertir una canción que ya era buena, en algo totalmente extraordinario. En el caso de Un misil en mi placard, se puede establecer un claro ejemplo entre la evolución y la curiosidad constante del artista por la búsqueda de nuevas sonoridades, dado que en la versión de los 80 se aprecia sus marcadas primeras referencias musicales que, como el mismo reconoció en algunas entrevistas, tenían más relación con el reggae que con el rock propiamente tal.

Es por todo esto que el valor de este álbum es gigante, pues ofrece un sonido nuevo pese a contener canciones ya conocidas. Además, es clave en la carrera de Soda Stereo, pues marca, a mi parecer, el broche de oro a una carrera musical que, a esas alturas, ya los tenía encumbrados en la historia del rock en español.

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Bocanada (1999)

Corría el año 1999, ya habían pasado 2 años desde el fin de Soda Stereo, y Gustavo Cerati aparecía desde las sombras con un álbum complejo, intrincado, experimental y rico en lo sonoro: Bocanada.

Si antes Cerati ya había experimentado con sonidos electrónicos, fue en Bocanada donde desplegó toda su capacidad experimental en la producción de un álbum que lejos de sonar como un recocido de su etapa con Soda Stereo, sonaba fresco y novedoso.

Canciones como Tabú, con su incesante bajo repitiéndose como un mantra. Bocanada y su ritmo cadencioso o Puente, que es de esas canciones que sientes que solo en lo sonoro ya le dice algo a esperanzador a tu espíritu, nos mostraban ese hambre inquieto de Cerati de no quedarse a dormir en los laureles del pasado y enfrentar de cara esta nueva etapa en lo musical, donde todo estaba permitido.

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Siempre es hoy (2002)

Siempre es hoy siguió la tónica de la experimentación, y es que Cerati destacó en su carrera por no volver atrás o quedarse haciendo canciones que le dieran de comer o que le garantizaran esa cosas que tantos artistas persiguen y que los hace incluso traicionarse a sí mismos con tal de conseguir el éxito. No, Cerati no se hizo responsable de las viudas de Soda Stereo, ni tampoco prestó oídos a aquellos que lo encasillaban como otro “pop star” y que solo estaba preocupado de las máquinas y no de las guitarras. Cerati fue un rockero con todas las de la ley y lo demostró tocando y haciendo canciones que quizá, en lo sonoro, no eran de “rock”, pero en la actitud, claro que sí. ¿Acaso alguien puede dudar de la actitud rockera de Sulky? Una canción que a uno le recuerdan esos viejos ídolos a los que Cerati confesó admirar: Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa. Y es que Gustavo supo distinguir el rock entre las composiciones de estos gigantes del folklore sudamericano y adaptarlo a su trabajo. Qué decir de Vivo, la canción favorita del artista. En ella se despliega otro homenaje en lo sonoro a sus artistas favoritos como Led Zepelin y por qué no decirlo, también algo Floydiano y Guilmoriano en esa guitarra, el resultado, una canción que se convierte en leyenda.

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Ahí vamos (2006)

Sin embargo, luego de años experimentando en lo electrónico y con ciertos coqueteos con el rock más formal en sus previos trabajos, fue en Ahí vamos donde Cerati, finalmente, logró cerrar la brecha existente entre los antiguos seguidores de Soda Stero y los nuevos seguidores de su carrera solista.

Para cerrar la brecha decidió volver al rock más crudo, las máquinas electrónicas pasaron a un segundo y tercer plano, y en el plano escrito, sus letras se grabaron como fuego en muchos nuevos y antiguos fanáticos.

Crimen enmarcó de manera majestuosa la metáfora de aquellos amores que se terminan y de los cuales solo quedan un montón de preguntas sin resolver. Adiós nos enseñó que saber aceptarlo es una forma de crecer y Lago en el cielo, con su sonoridad onírica, nos enseñó el lugar al que aspirar y llegar a descansar o escapar luego de exponer nuestras almas a las heridas y golpes de la vida.

Sin duda, Ahí vamos se convirtió en un álbum bisagra en la carrera de un artista que parecía sentirse cómodo en el cualquier tipo de estilo, ya fuese este electrónico o más rockero. Él podía salir y entrar de cualquier tipo de música y no perder su estilo propio en el proceso.

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Fuerza natural (2009)

Y finalmente llegamos al final de su obra: Fuerza natural. Se trata del álbum que el artista mismo reconoció, una vez publicado, era un trabajo con el que se sentía contento y realizado ya que si fuese su último álbum, cumplía con todas sus expectativas. En el fondo sentía que podía morir tranquilo luego de su publicación. Quién imaginaria que esas palabras resultarían ser proféticas luego de sus accidente cerebrovascular en mayo de 2010 y posterior deceso el 4 de septiembre de 2014.

El álbum pareciera ser un resumen de toda la carrera del artista en lo sonoro. Hay un pedacito en cada canción que recuerda sus años previos. Quizá por eso sentía que era su obra cumbre. Canciones como Magia dan cuenta de esa incasable búsqueda de nuevas sonoridades y es qué ¿cuántos instrumentos podemos identificar en esa canción? Cactus, en una parada más acústica y reflexiva da cuenta de sus experiencias vinculadas con plantas enteógenas en sus pasos por México. Y Convoy, con esa voz como sacada de un sueño que recuerda a clásicos como #9 dream de John Lennon, es verdaderamente un viaje por las estrellas en lo sonoro y lírico.

Gustavo Cerati logró en el espacio un poco más de un cuarto de siglo cambiar el mapa sonoro de todo un continente. Su música sigue influenciando a muchos nuevos artistas y músicos que quizá inspirados luego de verlo en el MTV Unplugged se decidieron a colgarse la guitarra y comenzar una banda. Las sonoridades de este artista y su experimentación lo ubican entre los más grandes del rock mundial.

Yo siempre he dicho que si Cerati hubiese nacido en Inglaterra o EE.UU tendría un lugar reservado entre los más grandes de la música a nivel mundial, ahí al ladito de Hendrix, Cobain o Bowie. Sin embargo, nació en Sudamérica, en Argentina, y eso no lo hace menos importante, es mas, lo hace más especial, pues sentimos como propio su legado y la ruta que nos marcó a seguir, quizá sin proponérselo, pero eso hacen los grandes, marcan las épocas e influyen en los pueblos con su talento, sin quizá muchas veces buscarlo ni planearlo de antemano.

Gustavo Cerati, sobre todas las cosas, fue un arquitecto del sonido. He ahí su gran legado, como marcara otro grande, Charly García. Hizo del sonido su especialidad y en ello desplegó su infinita capacidad de hacernos viajar al escuchar sus canciones, como el mismo cantara, sin movernos de aquí.

Sea donde sea que este, de seguro sigue creando sonidos que alguna vez bajaran a los oídos de los atentos, es cosa de esperar, tal vez, como cantara en Puente: un día más.

Pablo Mirlo

pablomirlo.wordpress.com


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