La expansión del Carmelo Descalzo, inspirado en los ideales de pobreza evangélica de santa Teresa de Jesús, no solo requirió un profundo compromiso espiritual, sino también una notable capacidad para gestionar los desafíos económicos. Un análisis reciente, elaborado por Elena Catalán Martínez, investigadora de la Universidad del País Vasco, explora este tema al estudiar los conventos de San José en Sevilla y Santa Teresa la Antigua en Ciudad de México. El artículo abre el último número de la revista Historia Mexicana (vol 73, nº 3, 2025), como parte de un proyecto de investigación financiado por la Agencia Estatal de Investigación del Gobierno de España.
La paradoja de la pobreza evangélica
Aunque los conventos teresianos buscaban sustentar su vida espiritual a través de la pobreza y las limosnas, la realidad económica del siglo XVI y XVII los empujó a buscar fuentes de ingresos más estables. En Sevilla, la inflación y la depreciación monetaria complicaron desde el inicio el ideal teresiano, obligando a las monjas a aceptar donaciones, realizar trabajos manuales y, eventualmente, invertir en activos como propiedades urbanas y censos consignativos.
En México, en cambio, la fundación de Santa Teresa la Antigua se benefició de un entorno económico distinto. La mercantilización del espacio sagrado —como la venta de capillas y sepulturas dentro del templo— permitió al convento obtener recursos para construir y mantener sus instalaciones, evitando en gran medida el endeudamiento.
Dos modelos, un mismo espíritu
A pesar de las diferencias en sus estrategias económicas, ambos conventos compartían el objetivo de mantener su independencia frente al control de patronazgos particulares. En Sevilla, este equilibrio fue alcanzado tras décadas de ajustes, mientras que en México la gestión eficiente y creativa de los recursos permitió un superávit económico significativo en poco tiempo.
Entre los elementos más llamativos, destaca la capacidad de las monjas mexicanas para integrar recursos como el trabajo esclavo dentro de su modelo económico, financiando la formación de oficios para obtener beneficios sostenibles. Aunque polémico desde la perspectiva actual, esto refleja su habilidad para adaptarse a las circunstancias de su época.
Lecciones desde la historia conventual
El artículo de Elena Catalán demuestra que la supervivencia de los conventos carmelitas descalzos no solo dependió de su espiritualidad, sino también de su pragmatismo y capacidad de gestión. En tiempos de desafíos económicos, estas comunidades religiosas encontraron formas innovadoras de armonizar su misión evangélica con las exigencias materiales.
El estudio invita a reflexionar sobre cómo el equilibrio entre ideales y realidades puede aplicarse a los retos contemporáneos, desde la sostenibilidad económica hasta el compromiso ético. Puedes leerlo gratuitamente en este enlace.