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El arte de meter el dedo en la llaga y ahondar en la herida

Publicado el 23 junio 2010 por Carmina
El arte de meter el dedo en la llaga y ahondar en la heridaEste bimestre en Bibliolandia se propuso como libro Mil soles esplendidos, a pesar de ser una de las personas que vote por él no he tenido tiempo de leerlo, llevo leído como un cuarto de libro y puedo decir que Khaled Hosseini ha conseguido enamorarme con su prosa y con su historia. Me gustan los libros de denuncia social, y aquellos que me permiten aprender cosas a la par que evadirme con su trama. Considero que Mil soles espléndidos cumple ambos requisitos, sabía de la situación de las mujeres afganas por documentales que me pusieron la piel de gallina y me demostraron cuan afortunada era por ser mujer en Occidente, lejos de la férreas normas que marca el integrismo islámico, que coloca a la mujer en el ultimo escalón, sometida a su marido, hermanos e hijos. La historia de Mariam ha logrado conmoverme hasta lo más profundo de mi ser y a pesar del poco tiempo del que dispongo acompaña cada minuto libre de mi vida.
El arte de meter el dedo en la llaga y ahondar en la herida
A pesar de la dureza del tema que trata, sin ningún pudor, sin miedo a represalias, para mi lo más chocante es que este libro este escrito con una sensibilidad exquisita siendo su autor un hombre, posiblemente muy afortunado por ser hijo de un diplomático y una profesora, quizás sea eso lo que le ha proporcionado una mente abierta, y por lo que se puede leer contraria al fanatismo islámico. Actualmente vive en Estados Unidos, pero no es ningún seguro de vida si los integristas pretenden silenciar su denuncia, su brazo ajusticiador es muy largo.
Por lo reveladores que son de la situación de muchas mujeres en los países islámicos he seleccionado unos textos que me gustaría compartir con vosotros.
"El propio padre de Nana, un humilde carnicero de la aldea cercana de Gul Daman, renegó de ella. Deshonrado, recogió sus pertenencias, se subió a un autobús con dirección a Irán y nunca más volvió a saberse de él.
_A veces_dijo Nana una mañana temprano, mientras daba de comer a las gallinas en la puerta del kolba_, desearía que mi padre hubiera tenido agallas para coger uno de sus cuchillos y hacer lo que le exigía el honor. Tal vez habría sido mejor para mí. _Arrojó otro puñado de semillas al gallinero, hizo una pausa y miró a Mariam_. Y quizá también para ti. Te habría ahorrado el dolor de saber lo que eres. Pero mi padre era cobarde. No tenía dil; le faltaba valor.
Tampoco Yalil tenía dil, añadió Nana, para hacer lo que exigía el honor. Para enfrentarse a su familia, a sus esposas y parientes políticos y aceptar la responsabilidad de sus actos. A puerta cerrada, se llegó rápidamente a un acuerdo para guardar las apariencias. Al día siguiente Yalil, la había obligado a recoger sus escasas pertenencias de las habitaciones de los criados, donde ella vivía, y la había echado de su casa."
Esta que reproduzco a continuación me ha gustado especialmente, porque la madre de Mariam parece tener claro que en todo el mundo hay mujeres que sufren, parece creer que en todas partes es así que la supremacía del hombre se impone sobre la mujer. Que esta en todas partes es el ultimo eslabón de la creación. Y aunque fuera un poco desencaminada en todas partes dicen la personas mayores cuecen habas, el maltrato no es exclusivo de los países islámicos lo podemos encontrar al lado de casa y dentro de nuestra misma familia sin saberlo, me parece un símil muy bello el que se ha logrado.
"Recordó que Nana le había dicho en una ocasión que cada copo de nieve era el suspiro de una mujer a la que habían ofendido en algún lugar del mundo. Que todos los suspiros subían al cielo, formaban nubes y luego se deshacían en trocitos diminutos que caían silenciosamente sobre las personas.
"Para recordar cuánto sufren las mujeres como nosotras_había dicho_. Con cuánta resignación soportamos todo lo que nos toca sufrir.""
Este realmente me ha parecido de una crueldad indiscutible, a pesar de que no lo puedo reproducir entero, sin embargo creo que capta muy bien la desazón que sentía esta joven frente a su marido.
"No era fácil tolerar que le hablara así ni soportar su desprecio, sus insultos, que la ridiculizara y pasara por su lado como si no fuera más que un gato doméstico. Pero al cabo de cuatro años de matrimonio, Mariam sabía perfectamente lo mucho que podía soportar una mujer cuando tenía miedo. Y ella lo tenía. Vivía con el temor a los cambiantes estados de ánimo de su marido, su temperamento imprevisible, su insistencia en llevar las conversaciones más triviales al terreno de la confrontación, que en ocasiones se resolvía mediante puñetazos, bofetadas y patadas. Luego a veces trataba de enmendarse con abyectas disculpas y otras no.
En los cuatro años transcurridos desde el día de los baños, se habían producido seis ciclos más de nuevas esperanzas que luego acababan en una pérdida, y cada embarazo malogrado, cada viaje al médico había sido más devastador para Mariam que el anterior. Después de cada nueva decepción, Rashid se volvía más distante y resentido. Ahora nada de lo que hacía su mujer lo complacía. Ella limpiaba la casa, tenía siempre preparadas sus camisas, le cocinaba sus platos predilectos. En una desastrosa ocasión, incluso compró maquillaje y se lo puso para él. Pero cuando Rashid volvió a casa, le echó una mirada e hizo tal mueca de repugnancia que Mariam se fue corriendo al cuarto de baño y se lavó, mezclando las lágrimas de vergüenza con el agua jabonosa, el carmín y el
rímel.

Ahora temía el momento en que Rashid volvía a casa por la tarde. Temía el ruido de la llave en la cerradura, el chirrido de la puerta; eran sonidos que aceleraban su corazón. Desde la cama, oía el repiqueteo de sus zapatos, el sonido amortiguado de sus pies después de descalzarse. Hacia inventario de sus actos con el oído: las patas de la silla al arrastrar sobre el suelo, el crujido quejumbroso del asiento de mimbre cuando se sentaba, el tintineo de la cuchara contra el plato, el susurro de las hojas del periódico, el ruido al sorber el agua. Y con el corazón desbocado, Mariam se preguntaba qué excusa tendría esa noche su marido para saltar sobre ella. Siempre había algo, alguna nimiedad que lo enfurecía, porque, por más que se esforzara en complacerlo, por más que se sometiera a sus deseos y exigencias, no bastaba. No podía devolverle a su hijo. Lo había defraudado en lo esencial_ siete veces nada menos_ y ya no era más que una carga para él. Lo notaba por el modo en que la miraba, cuando la miraba. Era una carga para su marido."
El arte de meter el dedo en la llaga y ahondar en la herida
A buen seguro que seguiré rescatando fragmentos de esta novela, tan cruel como hermosa, Mariam se quedará en mi corazón durante mucho tiempo, a pesar de que sé que no es más que un botón en una mercería.

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