El arte del biógrafo consiste precisamente en la elección. No tiene que preocuparse por ser verdadero; debe crear dentro del caos de rasgos humanos. Leibniz dijo que para hacer el mundo Dios escogió el mejor entre los posibles. El biógrafo, como una divinidad inferior, sabe escoger entre los posibles humanos aquel que es único. Con respecto al arte, no debe equivocarse más de lo que lo hizo Dios con respecto a la bondad. Es necesario que el instinto de ambos sea infalible. Pacientes demiurgos han amontonado para el biógrafo ideas, movimientos fisonómicos y acontecimientos. Su obra se encuentra en las crónicas, las memorias, las correspondencias y los escolios. Y en medio de esta grosera reunión, el biógrafo selecciona aquello que compondrá una forma que no se parezca a ninguna otra. No es obligatorio que sea parecida a aquella que ya fue creada por un dios superior, siempre que sea única, como toda creación.
Por desgracia, los biógrafos han creído a menudo que eran historiadores, privándonos así de retratos admirables. Han supuesto que sólo la vida de los grandes hombres podía interesarnos. Pero el arte es ajeno a estas consideraciones. A ojos del pintor, el retrato de un hombre desconocido por parte de Cranach tiene tanto valor como el retrato de Erasmo. No es gracias al nombre de Erasmo por lo que este cuadro es inimitable. El arte del biógrafo consistiría en conferir idéntico valor a la vida de un pobre actor que a la vida de Shakespeare. Un bajo instinto hace que nos fijemos con delectación en el acortamiento del esternomastoideo en el busto de Alejandro, o en el mechón sobre la frente en el retrato de Napoleón. La sonrisa de la Monna Lisa, de la que no sabemos nada (tal vez sea un rostro de hombre), es más misteriosa. Una mueca dibujada por Hokusai comporta las más profundas meditaciones. Si nos viéramos tentados por el arte en el que sobresalieron Boswell y Aubrey, no cabe duda de que no habría que describir minuciosamente al mayor hombre de nuestro tiempo, o señalar las características de los más célebres del pasado, sino contar con el mismo cuidado las existencias únicas de los hombres, hayan sido estos divinos, mediocres o criminales.
Marcel Schwob
El deseo de lo único
Traducción: Cristian Crusat y Rocío Rosa
Editorial: Páginas de espuma
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Des vies, mais telles que la mémoire les invente, que notre imagination les recrée, qu’une passion les anime. Des récits subjectifs, à mille lieues de la biographie traditionnelle. L’un et l’autre : l’auteur et son héros secret, le peintre et son modèle. Entre eux, un lien intime et fort. Entre le portrait d’un autre et l’autoportrait, où placer la frontière ? Les uns et les autres : aussi bien ceux qui ont occupé avec éclat le devant de la scène que ceux qui ne sont présents que sur notre scène intérieure, personnes ou lieux, visages oubliés, noms effacés, profils perdus.
Jean-Bertrand Pontalis
Texte de rabat présent sur tous les livres de la collection « L’un Et L’autre » de Gallimard, à valeur de manifeste.
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Harry —dijo Basil Hallward, mirándole directamente a los ojos—, todo retrato pintado con sentimiento es un retrato del artista, no del modelo. El modelo no es más que el accidente, la ocasión. No es él lo que el pintor revela; es más bien el pintor quien, sobre la tela coloreada, se revela a sí mismo. La razón que me impide exponer ese cuadro es mi miedo a haber mostrado en él el secreto de mi alma.
Oscar Wilde
El retrato de Dorian Gray
Traducción de Mauro Armiño
Editorial: Siruela
Foto: Marcel Schwob