Revista Coaching

El arte del desconcierto

Por Interesproductivo @RoberttiGamarra

El arte del desconcierto

@morguefile

A pesar de haber hablado ya de la presión que ejercen algunas empresas sobre sus trabajadores, traigo aquí ahora una historia real, por referencia de una persona que trabaja en una gran empresa de banca telefónica. Los hechos derivan de la jefa de Dirección, quien utiliza todas las estrategias a su alcance para escenificar el arte del desconcierto, que descalza al más pintado.
En su afán por conseguir resultados imposibles de sus trabajadores, que están obligados a convertir una llamada de información o rectificación en una oportunidad para la venta de nuevos productos bancarios, se valen de variadas maniobras:
El miedo a perder el trabajo es el factor que predomina en esta empresa, en cualquier área jerárquica. Los responsables de Dirección disponen la provocación de este sentimiento en todos los niveles.


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Fomentan la rumorología que anuncia ajustes que están siendo diseñados en la empresa y que afectarían, especialmente, a quienes no cumplen los objetivos de venta, es decir, perderán el trabajo.
Alimentan las amenazas de reducir las comisiones. Lo cual enciende lo más primario de la persona, en esa lucha a ciegas por mantener el puesto de trabajo y disponer de dividendos completamente invisibles.
Fundamentan una competitividad insana, exigiendo a los trabajadores a poner de manifiesto sus propias estrategias, que nada tienen que ver con el aspecto profesional ni los conocimientos, sino con imponerse a los demás compañeros, llegando antes al lugar de trabajo para situarse en las sillas más cómodas o para utilizar los auriculares que mejor funcionan.
Presionan a los coordinadores de equipo, hasta conseguir, en algunos casos, hacerles llorar, desestabilizándoles y sembrando en ellos la frustración que luego se traslada hacia abajo, hacia la fuerza de producción.
Tergiversan la información real, que nunca llega al aparato productivo, lo cual hace que los trabajadores de baja jerarquía vivan de los retales, de datos incompletos que, posteriormente llegan a los clientes, confundiéndoles sobre los productos que adquieren o los compromisos que asumen.
Son infinitas las situaciones generadas por la lucha entre compañeros de trabajo, de los que podemos enumerar sólo unos cuantos, como:
-Si no se llega media hora antes es imposible encontrar sitios para sentarse a trabajar o disponer de auriculares que funcionen debidamente -Los coordinadores de otros equipos no ayudan con las incidencias, antes bien, intentan remediarlas pero para adjudicarse la comisión
-A la hora de apuntar las ventas, si el vendedor no está atento, los otros equipos se atribuyen las comisiones para cubrir el cupo mínimo obligatorio
-Si un vendedor comete algún error o informa deficientemente al cliente, sus propios compañeros le descubren ante su coordinador, lo cual, en muchos caso, acaba en despido
-El coordinador de equipo nunca asume la responsabilidad por las incidencias, antes bien lo traslada a otros equipos o culpabiliza directamente el vendedor.
Visto todo esto, sólo me queda una pregunta: ¿Es este el mercado de trabajo que nos gustaría tener? No. Afortunadamente, no abundan empresas con este perfil, pero existen. Concluyamos, pues, que a pesar de la crisis, no se puede jugar con la dignidad de un trabajador.
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