Buenos Aires es una ciudad cargada de sitios interesantes, bonitos, llenos de cultura y rebosantes de arte, pero como consecuencia del trajín diario y la rapidez con la que vivimos quienes la habitamos, a veces, no nos detenemos a apreciar la cantidad de maravillas que están al alcance de la vista y que esperan pacientemente que las descubramos.
Eso mismo fue lo que me paso hace unos días, cuando caminando rápido para llegar al banco antes de que cierre, me encontré con el Pasaje Dellepiane (ubicado a la altura de Viamonte al 1500) y no pude más que parar y detenerme unos minutos para observar los graffittis que vestían muchas de las fachadas de las casas y negocios de los escasos doscientos metros de longitud que lo conforman.
Por suerte tenía el móvil encima y tomé estas fotografías de los muros, los cuales me parecieron verdaderas obras de arte, dignas de las producciones de los mejores graffitteros del mundo (un paño que conozco ya que en lo particular me parecen no sólo una de las manifestaciones artísticas mas genuinas sino que creo que, con los años, se constituyeron en un elemento fundamental de la identidad de las ciudades).
Lamentablemente desconozco quienes son sus autores, pero quienes sean, aquí va un pequeño homenaje y mi aporte para que muchos que aún no los vieron puedan conocerlos en el pequeño pasaje Dellepiane, el cual parece un libro gigante de Arte callejero y que, después de caminarlo, deja la sensación de que pese a los derrumbes y el agobiante calor de noviembre, siempre es linda Buenos Aires.