Revista Psicología

El arte y la ciencia de la indiferencia interior

Por Paulo Mesa @paucemeher
El arte y la ciencia de la indiferencia interior

Hace unas semanas vi un aviso publicitario que empezaba con una frase: ¿Qué te has preguntado últimamente sobre ti? Naturalmente la pregunta no trascendía de ahí, porque pronto el anuncio te llevaba a pensar en ti como consumidor: "¿Lo que tienes sí es digno de ti...? Si no, entonces te mereces algo mejor... entonces debes comprar... conseguir tal y cual cosa".

La cuestión es la pregunta sola, sacada de su contexto y puesta en otra perspectiva. ¿Qué te has preguntado últimamente sobre ti? Quizás muy poco. ¿Cuánto sabemos sobre nosotros mismos? El premio social siempre ha estado en saber mucho del afuera, pero poco sobre nuestro interior.

Quizás no haya más paz en la vida que ir resolviendo nuestras propias preguntas sobre lo que somos en el fondo, y sobre todo el darnos cuenta de que detrás de ese velo que creemos que es la realidad no hay nada... solo un montón de cosas arbitrarias que damos por ciertas.

Un patrón de fondo

El asunto va más allá de eso. Se relaciona con los patrones y las tendencias que desciframos en esas respuestas. Si te gusta un tipo de música, si huyes siempre de determinadas situaciones o personas, si evitas tal o cual cosa, si te vez una y otra vez en la misma situación durante tu vida, si cometes el mismo error con frecuencia, si tu situación económica no mejora, etcétera.

Es la tendencia y, debajo de ella, hay algo que hace que se mueva siempre hacia el mismo lugar conocido. ¿Qué te dice eso de ti? También comprar, eso cuenta: ¿Qué es lo que compras? ¿Qué tienes te sobra? ¿Para qué lo tienes? He escuchado en varios lugares y momentos la idea de que compramos para "llenar vacíos". Ir de shopping es estupendo para poner algo en el espacio donde falta algo esencial, pero en realidad es un círculo vicioso del que no siempre salimos.

Nos da pereza mirar para adentro

Parece que nos da pereza por muchas razones. Creo que la mayoría son sociales. Me he visto en innumerables situaciones siendo juzgado por el hecho de ir más allá de las cosas: ¡Ya te pusiste profundo! ¡Ay qué pereza esas cosas trascendentales! ¡Para qué se pone uno a pensar en esas cosas, mejor se pone hacer lo que toca!

Quizás la trivialización de la vida sea necesaria, ahora más que nunca, para mantener el actual estado de cosas. Cada vez más autómatas, más dormidos y, en consecuencia, más manejables. Las cosas en realidad no han variado mucho en los últimos siglos. Confundimos con extrema facilidad "realización material" con "progreso espiritual".

"No es posible despertar a la consciencia sin dolor. La gente es capaz de hacer cualquier cosa, por absurda que parezca, para evitar enfrentarse a su propia alma. Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz, sino haciendo consciente su oscuridad". Carl Jung

Damos un paso y retrocedemos otro. Tenemos un estancamiento tecnificado, pero seguimos celebrando que compartimos en línea esa decadencia. La indignación en línea que no cambia nada tampoco. Yo mismo firmo peticiones en Avaaz.org pero tengo mis dudas sobre si eso sirva de algo, sobre todo ahora que empiezan a pedir donaciones.

Nos gusta pasar agachados

Lo otro es que nos gusta [y nos sirve] pasar "agachados" porque así no nos tenemos que hacer cargo de nada ni responsabilizarnos, ni nos corresponde operar cambios. En una palabra, el problema ya no es de nosotros, es de otro.

Levantar la cabeza y escucharnos nos pone en riesgo de tener que prestarnos atención. La desatención nos protege de tener que encarar eso que está ahí y que no nos gusta mucho que digamos... esa basura interior a la que le damos la espalda y nos hacemos los desentendidos.

Prestar atención a lo que está ahí es una carga pesada porque ya no nos podemos decir más mentiras, ya no tenemos la excusa de la inconsciencia. Se nos disuelve el ego y la vanidad que trae con él. Ya no somos tan perfectos.

La cara para la selfie

He visto eso muchas veces. Gente que no está en su mejor ánimo, molesta o desecha, pero que para la foto para Faceebok hacen su mueca habitual o se sacan la selfie sobre la que otros le darán "Me gusta".

En serio que estamos muy enfermos y lo más sorprendente es que nos parece normal la vida así. Es más, esa vida dentro de los parámetros sociales parece ser la correcta. Esa vida sin sabor, sin propósito, repetitiva, monotemática y cíclica. Siempre sonrientes y "felices". Ya no se nos permite vomitar, recluirnos, escapar a la cueva, maldecir, afrontar la noche oscura del alma ¡Ay de quien diga que está deprimido o ansioso! Es como decir que tiene Herpes Genital o Gonorrea. Nuestra vida interior y espiritual parece tener las mismas connotaciones de nuestra vida genital.

Creemos todavía en la iluminación

En medio del desentendimiento en el que vivimos estamos convencidos de que somos unos iluminados. Estamos seguros de que la "iluminación" es una cosa que se puede comprar o aprender a través de un curso, un retiro o hasta un programa virtual. No importa la naturaleza de lo que sea eso, pero estamos convencidos de que es un bien de consumo más "fácil y accesible". Hoy día presencio la proliferación de talleres y conferencias sobre "mindfulness".

Hay que ver lo vigorosos que somos para decir cómo deberían ser las cosas, cómo debería actuar tal o cual persona, cómo debieron darse los hechos pasados (pensar hacia atrás es sencillísimo), etcétera.

Finalmente preguntémonos: ¿Y si la iluminación fuera un estado del alma en vez de un punto de llegada? Tal vez eso nos ponga a ver las cosas distinto. Ya no como una cosa más que conseguiré en un supermercado (ciencia), sino como un trabajo franco y disciplinado de atención sobre mi propia vida (arte) lo que, al final, parece que es el trabajo que venimos a hacer a este chispazo de existencia que llamamos vida.

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