Revista Cultura y Ocio

El artesano de ataúdes

Publicado el 14 junio 2020 por Beitavg

El artesano de ataúdes

Siento un breve murmullo salmódico en la lejanía. Mis oídos tardan en percibir el sonido que llega hasta mí amortiguado y enlentecido como si todos los ruidos del mundo se hubieran envuelto entre telas.

Todo es negro. Al principio creo que aún tengo los párpados cerrados, pero su pesado aleteo me hace cambiar de idea, no son mis ojos los que están cerrados, es la oscuridad la que envuelve mi cuerpo.

El aire está enrarecido. Siento mi propio aliento volver a mí pesado, fétido y espeso para entrar de nuevo a mis pulmones con su pútrido efecto en todas sus células.

Intento moverme pero los músculos desoyen las órdenes de mi cerebro. Las piernas están fijas como inertes. Solo un leve hormigueo. Los brazos están pegados a mis costados como si fueran la misma parte del cuerpo. Las yemas de los dedos se aventuran reconociendo la rugosidad del tejido de mi pantalón de faena. Recorren las tramas de la tela hasta chocar con el raso mullido sobre el que reposa mi cuerpo.

Solo entonces soy consciente y siento el aroma del cedro y el barniz. Intento gritar pero el sonido de mi voz queda silenciado por la robustez de la madera.

Intento golpear el ataúd pero mi cuerpo sigue quieto. Fuera se sigue oyendo el runrún fúnebre de las oraciones. Sé que todos están mirando hacia donde estoy, pero nadie me ve ni me oye, todos los esfuerzos son banos. La tierra ha comenzado a caer sobre la tapa, puedo sentir su leve peso sobre mí como una metáfora. Después, el fuerte golpe del granito al ajustarse en su lugar.

En minutos el aire se irá por completo de mi cerebro. No hay luz en mi túnel, solo la oscuridad del féretro que, desafortunadamente, elegí para una siesta que ha resultado definitiva.


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