Revista Educación

El artista, el hombre, y su creación

Por Juancarlos53

Desde siempre la realidad del hombre-individuo que todo artista es se ha entrecruzado con, ha contaminado a, y hasta ha perturbado la creación  artística de él nacida. Esta reflexión me surge a partir de la lectura que el pasado día 31 de diciembre hice del excelente artículo que el suplemento Ideas del diario “EL PAÍS” reproducía del publicado días antes en inglés por Claire Dederer en The Paris Review Daily. El artículo en cuestión apareció en la revista francesa con el título “Love and Trouble” y en el diario español el traductor M. L. Rodríguez Tapia le puso otro mucho más llamativo: “¿Qué hacer con el arte de hombres monstruosos?”.

Se centra la articulista en si es ético, moral, legítimo… alabar la creación artística de aquellos hombres que en su vida privada transgreden, fuerzan o violan principios de comportamiento que nunca deben quebrantarse. Cita una serie de nombres que cabría incluir en un posible listado de infractores: V. S. Naipaul, Roman Polanski, Richard Wagner, Sid Vicious, Woody Allen, Norman Mailer, Caravaggio… Luego se pregunta si sólo los hombres formarían parte de esta lista ignominiosa; y concluye que no, que quizás y en sentido lato también cabría incluir a algunas mujeres (Silvia Plath, Joan Crawford, Anne Sexton…) pero que ni de lejos alcanzarían en número al de sus compañeros; además, dice, la transgresión femenina es en muchos casos una agresión que no sale de la propia persona que la ejecuta mientras que la masculina habitualmente afecta a otros.

Habida cuenta del monumental escándalo desatado tras la denuncia de no pocas estrellas de Hollywood de haber sufrido abusos por parte de Harvey Weinstein y otros influyentes miembros de la industria, la autora del artículo centra su reflexión en dos reconocidos creadores cinematográficos que aúnan, en su opinión, la condición de ángeles y diablos: Roman Polanski y Woody Allen. A los dos atribuye la condición de monstruos si bien es a Woody Allen a quien, por su condición de ultramonstruo (así lo califica), dedica el grueso de su artículo.

El artista, el hombre, y su creación
No voy a entrar aquí a resumir el artículo de Dederer pues está disponible en la red (pinchar aquí) y recomiendo vivamente su lectura íntegra. Sólo diré que el debate que plantea es magnífico e interesante por demás pues lanza al aire preguntas nunca resueltas: ¿La biografía particular anula el valor universal de la Obra de arte?, ¿Toda Obra sublime enraíza con algo miserable en origen?, ¿Sólo debemos castigar materialmente al hombre miserable no consumiendo mientras viva la obra producida por muy valiosa artísticamente que ésta sea?, ¿Debe el público consumidor marcar el paso de la oca ante los Creadores y su Obra?, ¿No es esto algo demasiado peligroso al ser simplificador y excesivamente uniformador?, ¿No es el artista, por definición, un ser atípico, diferente, provocador e incluso subversivo?, ¿Existen parcelas de creación en las que no se admite tal subversión?…

Son preguntas todas ellas por demás interesantes y muy pertinentes hoy en el mundo en que vivimos. un mundo que erige y derriba ídolos con una facilidad pasmosa. Al respecto recuerdo ahora mismo la feroz crítica que sufrió Günter Grass, intelectual alemán militante del partido socialdemócrata muy crítico con los sistemas autoritarios en especial con el comunista existente en la Alemania del Este. Günter Grass fue distinguido en 1999 con el Premio Nobel de Literatura y el Príncipe de Asturias; a lo largo de su vida fue doctor honoris causa por infinidad de universidades, etc. Todo era dado por bienvenido hasta que en 2007 el propio escritor hablase en “Pelando la cebolla“, su autobiografía, de que a los 17 años formó durante unos meses parte de las Waffen-SS, unidad militar alemana de élite del régimen nazi. Con esta confesión llegó el escándalo y quienes hasta ese momento calificaban de excelentes las obras del autor de “El rodaballo” cambiaron radicalmente de criterio y echaron del Olimpo de los creadores al autor y sus obras. ¿Es justo esto?, ¿Es lo que corresponde hacer?, ¿Si no lo hago me hago cómplice de la maldad que en el propio artista se denuncia?…

Para finalizar diré que Claire Dederer ejemplifica el grueso de su crítica contra Woody Allen con “Manhattan“, el film, junto a “Annie Hall“, mejor considerado del cineasta. Se pregunta la articulista si por conocer la biografía de Allen (acostarse con su hija adoptiva y luego casarse con ella, o los abusos que la niña Dylan dijo haber sufrido por parte de Allen) debo de renunciar a degustar esa obra maestra que es ‘Annie Hall‘. Y en cuanto a ‘Manhattan’, el hecho de que el film plantee dilemas morales límite y que en cierto modo vengan a coincidir con lo que en la vida real ha hecho o dicho el creador del film ¿inhabilita absolutamente el producto por muy maravilloso que éste sea?

El artículo, ya digo, es magnífico y nadie que guste del Arte debería perdérselo. Su final es brillante por perturbador: nos coloca frente a nuestro propio espejo cuando entre las muchas actitudes que hemos ido viendo se pueden adoptar ante la obra artística creada por un monstruo la de condenarle a él y su obra sin paliativos -se pregunta la escritora- ¿no podría ser una manera de curarnos en salud?: “No me miren a mí, no hay nada que ver. Yo no soy ningún monstruo. En cambio, fíjense en ese tipo de ahí fuera


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