El artista octogenario se remueve en el lecho, febril y moribundo. Por deseo suyo el tocadiscos reproduce una y otra vez la misma canción: La mer, de Charles Trenet...
Sueña despierto con esa playa, sesenta años atrás...
La mira a ella, su cuerpo liviano y desnudo clavado en la arena, la piel bronceada que lo abraza, su voz que le jura que ya no se separarán nunca, que será su inspiración para siempre. La mira y es fulminado por su mirada voraz sin cortapisas. Se confirma enteramente suyo, la confirma enteramente su dueña: “Serás mi mayor triunfo y mi peor castigo”.
Estará siempre en esa playa, abrazado a su musa, cegado de sol, e infinitamente vivo. La canción termina, y comienza de nuevo. Entregado a la persistencia de la memoria, Salvador Dalí duerme su penúltimo sueño.
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