Revista Cultura y Ocio

El Asentamiento o La Importancia de Llamarse Becaria

Por Becaria @Lola_Garlochi

Antes de meterme en faena, quería hacer un inciso: como ya sabéis, la becaria (o sea, yo) dejé bastante preocupada a la actual Reina española con el tema de no encontrar alojamiento en Boston. Por primera vez en la historia (de mi vida), los monarcas han patrocinado en primera página las ferias de mi pueblo, y también os habréis enterado de que los Reyes han visitado recientemente Estados Unidos…¿casualidad? ¡Ahhhhhhhí lo dejo! No estoy autorizada para dar más detalles.

Pues así resumiendo desde que no escribo: he conocido a un montón de gente nueva y he tenido más trato del que hubiera deseado con la policía fronteriza.

Empiezo por el final: resulta que yo, desde siempre, tengo un nombre que consta de -al menos- 2 palabras y un apellido que consta de 3 palabras. Esto es “muy loco” en este país. Son varias las veces que he explicado aquí cómo es posible este fenómeno, la última hace un rato a la administrativo de mi supervisora que me ha confesado que durante los primeros días de trámites ella creía que preparaba el visado a dos personas diferentes. Hubiera estado gracioso. El caso es que, después de meses de lucha explicando que NO tengo ‘middle name‘ de esos, y que mi apellido SÍ es todo ese que escribo en letra pequeñita en los huecos escasos que dejan, cuando ya tocaba con la punta de los dedos mi último reto: la tarjeta identificativa de la universidad, me dicen que no les consta mi número de la I-94 form.

Matias

Y la Becaria dijo: “Pero esto de la I-94… ¿qué es lo que es?

Después de unos momentos de confusión, a los que siguió un poco de histeria que finalmente logré canalizar para centrarme en la resolución del problema, me dijeron que los “temas estos” los llevaba la policía fronteriza, que les llamara. Y otra crisis, bueno, la misma pero desde el principio: Que si cómo les llamo, que si no me van a entender, o peor, me van a entender pero yo a ellos no, que si por qué a mí, qué injusta la vida, bla bla… en fin… lo típico en estos casos. Finalmente, a la tercera llamada me vinieron a decir que es que esas cosas las tenía que arreglar en persona, así que tenía que ir al aeropuerto. Y allí que fui y comentar que, si volviera a ir otra vez hoy tendría en cuenta varias cosas: primera, llevar suelto para el billete y así no tener que buscar en medio de la nada alguna tienda; segunda, intentar bajarme en el trayecto circular al aeropuerto la primera vez y no esperar a dar una segunda vuelta (sí amigos, me ocurrió, muestra de que siempre las cosas pueden ir a peor).

Teniente Hooks de la policía fronteriza:

Agente Hooks de la policía fronteriza en el aeropuerto: “Ná, que nos hemos equivocao un poco con los apellidos. Perdona, chata

Y esperé, me lo arreglaron, volví a la primera y se lo conté a mis nuevos amigos de mi casa. Y me encantaría deciros el nombre de todos pero lamentablemente, sólo sé algunos y es que mi memoria con los nombres es muy mala y algo que no ayuda en absoluto es no saber cómo se escriben. Ellos vienen, y te dicen: “Me llamo… Fulanito” y ese ‘Fulanito’ a ver cómo sabes tú cómo se escribe y luego a ver cómo lo repites al día siguiente cuando tengas que saludarlo… Resumiendo, que necesito apoyos para entender los nombres y por eso suelo usar a gente famosa, que es algo que ellos no ven muy claro pero a mí me funciona. Hasta el momento conozco: a “un Peter Pan“; a “un Jeremy Irons“; a “una Joan Collins” (bueno, esto no es del todo verdad porque ella es china, pero responde a Joan);  “un Joaquin Phoenix” (que es también de China y sospecho que tampoco es su nombre, pero funciona); a “una Lauren Bacall” y; a la que fue más difícil sin duda, “una Erin Brokovich” (que por más que le insistí no era Irene, aquí os dejo la pronunciación).

Yo también solía ser víctima de estos malentendidos con los nombres, porque se ve que cuando me pongo a intentar hablar en inglés durante un rato relajo la lengua en plan acento-de-Julio-Iglesias y me suelen entender cosas que no son, del estilo de “Laura” o “Lora”. Debido a esto decidí seguir un protocolo cuando digo mi nombre a gente que no es hispanohablante:

Yo me presento y digo: “¡Hola! Soy Lola” Si veo que dudan, les digo: “Sí, como la canción de ‘The Kinks’” y la tarareo un poco (este truco lo aprendí en Inglaterra y es útil). Si veo que no funciona, porque no se saben la canción, entonces ya cojo la artillería pesada y dejo salir un poco más mi entusiasmo yankee y digo: “Sí, Lola, sí, como en la canción que canta Rachel de ‘Friends’ en la boda de su ex-prometido“:

Y si veo que esto tampoco le suena, ya me miran raro y entonces digo: “Sí, Lola: L-O-L-A“.

Podréis pensar que mejor empezar deletreando, pero es que el hacerlo en este orden es útil porque además me sirve para clasificar a las personas: Los que reconocen mi nombre con la primera afirmación son normales-guays, los que lo reconocen con la segunda son súper-guays y los últimos son unos tristes.

Mi reflexión de hoy es:

“Si no tienes latifundios, estás emparentado con la aristocracia o eres jinete (esta última es acumulable al resto), piénsate bien si te compensa lo de tener tantos apellidos”

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