Por Toby Valderrama y Antonio Aponte
Más allá de la fría teoría, de los dogmáticos análisis, si estudiamos a las Revoluciones nos encontraremos con que todas giran alrededor de un gran hombre. Puede ser que existan grandes hombres sin Revolución, lo que no se encuentran son Revoluciones sin un gran hombre.
No es posible, ni necesario, enumerar las características de los grandes hombres, cada uno es un original. Sólo podemos recordar a algunos de ellos. Entre nosotros, el primero es Bolívar. Más allá encontramos a Martí, heredado por Fidel, el Che, gran errante. También Lenin, Mao… y al final de esa pequeña lista nos topamos con Chávez, que los resume a todos.
Podemos destacar una característica que es común a todos: Se han crecido, han nacido, en las dificultades, cuando parecía que todo estaba perdido, que no había aliento, el viento soplaba en contra, la tormenta arreciaba… Allí, en medio de las dificultades, todos se crecieron, un relámpago brotó de sus entrañas y señaló el camino, mostró la esperanza.
Bolívar hizo que la naturaleza, la divinidad, le obedeciera en nombre de la Independencia. Martí, El Apóstol, venció al imperio en sus narices. Fidel, en cautiverio, en las garras de verdugos, produjo la “Historia me absolverá”. El Che, guiado por profundos sentimientos de amor, regó al planeta todo de sus convicciones. Todos, a la hora de las dificultades, tuvieron el arrojo de nuestro Comandante Chávez, y dijeron: “¡Por Ahora!”
Muchos de estos grandes fueron asesinados, sabe el enemigo que Revolución descabezada difícilmente se recupera. Es que los grandes no abundan. Quizá podemos decir, como el poeta, que “aparecen cada cien años cuando los pueblos despiertan”. Quizá, su grandeza, su luz, encandila a sus seguidores, tal vez los milagros no vienen en doblete. Lo que sí es seguro es que ninguna Revolución ha conseguido superar la existencia de su gran hombre, cuando éste desaparece, poco a poco, comienza a languidecer. Hasta el propio Cristo sufrió esto que parece una maldición, después de muerto, el cristianismo devino en esta caricatura llena de oropel que vemos hoy.
Resolver esta ecuación es muy importante para evitar la restauración de las Revoluciones.
¿Cómo hacerlo?
Lo primero es entender que los grandes no pueden ser clonados, son únicos, no regresan. Entonces, ¿cómo sustituirlos? Algo es seguro: el deterioro de las Revoluciones comienza con la pérdida de la capacidad de riesgo, los descendientes se aferran a lo seguro, a lo cómodo, temen a los barrancos, a arar en el mar y obtener frutos, y confunden permanecer con Revolución. De este temor a ensayar el vuelo alto, pero riesgoso, se desprende la deformación del legado de los líderes. Se apoyan, los sucesores, en las etapas tempranas de su pensamiento, se evita darle continuidad, se calcifica. El líder desaparecido sólo sirve para actos que refrenden la restauración, honores fuera de la vida real, iglesias, plazas rojas inocuas…
Algún día, estamos seguros, se resolverá este enigma. Y las Revoluciones, al fin, conseguirán ir más allá de la existencia de sus líderes. Hoy éste es el reto.