Para poder conseguir algún dinero, Torp decide entrar en la casa de una jubilada, Harriet Krohn, con objeto de desvalijarla. Las cosas se complican y termina matando a la anciana. Tras arramblar con los objetos de valor, huye de la casa, pero se deja el ramo de flores que llevaba para su hija…
Tras este impactante comienzo, la autora nos ofrece dos grandes líneas temáticas. Por una parte, la descripción, mediante monólogo interior, de las cuitas que pasan por la mente del asesino en los diversos momentos de la narración. Usando tanto el género epistolar en cartas que redacta para su hija, o bien siguiendo sus pensamientos, nos encontramos con un hombre totalmente atrapado por su vicio, frente al que tiene una actitud justificadora y escapista; un hombre que, con una fortísima disonancia, pretende justificar sus actos y explicar sus sentimientos, de la misma manera que pretende manipular, cuando no chantajear, a los que le rodean.
recrear las motivaciones de su conducta
Por otra parte, la narración nos muestra la sutil e implacable investigación llevada a cabo por el comisario Konrad Sejer que, con trato cercano, sin amenazas ni presiones, se va acercando al asesino y establece con él una chocante relación que se irá desarrollando gracias a unos interrogatorios magistrales.
La autora logra, con un estilo brillante, la descripción del pensamiento de un hombre que huye, por un lado, de su compulsión viciosa y, por otro, de los actos que lleva a cabo para cumplirla, o para evitar los problemas que le genera. Fossum logra una afinada descripción del comportamiento de alguien que se encuentra impelido a la ludopatía y, como consecuencia, al desfalco, a mentir y hacer lo que sea necesario para seguir practicando su vicio.
La narración del pensamiento de Torp es formidable y nos recuerda el relato de las tribulaciones de Raskólnikov, el atormentado protagonista de Crimen y castigo. Esta parte de la narración también nos trae a la memoria las magníficas recreaciones que se hacen del mundo del juego en las novelas de Raúl del Pozo u Óscar Urra, autores que en sus novelas describen con magnífica precisión y crudeza el comportamiento de los jugadores.
El otro gran eje sobre el que gira la novela es la investigación del comisario Konrad Sejer y, especialmente, los interrogatorios que realiza a Torp. Así, nos muestra la singular imagen que el investigado tiene del policía y también asistimos con sorpresa a unos interrogatorios nada coercitivos, que se desarrollan en los lugares más singulares, y que nos traen buenos recuerdos de aquellos por los que hacía pasar el teniente Colombo a sus investigados, o el estilo cercano, casi compasivo y con una pizca de estupefacción, con el que el gran comisario Maigret buceaba en la vida de sus interrogados. Como estos dos grandes personajes del género policíaco, los investigadores que nos presenta Fossum no sólo quieren saber sino también entender por qué se ha llegado hasta el crimen. Este esfuerzo intelectual y emocional se nos va ofreciendo con la colaboración del acusado, que se ve impelido a recrear las motivaciones y devenires de su conducta.
Pero estos interrogatorios no sólo servirán para conocer la verdad, y que el acusado confiese, sino que sirven para reflexionar sobre aspectos muy cruciales del ser humano, siendo uno de ellos el cuestionamiento del libre albedrío, sobre todo cuando se intenta explicar el comportamiento de adictos como es el caso de los jugadores. Esta apuesta estilística implica asumir muchos riesgos a la hora de mantener el tono y el interés de la novela. Y la autora sale brillantemente triunfadora de este reto, con una narración apasionante, profunda y que es capaz de sumergirnos en la mente de un personaje al que rechazaremos y comprenderemos, con el que sufriremos, incluso, mientras las redes de la justicia se van cerrando a su alrededor. Mención aparte merece el policía protagonista de la serie, el comisario Konrad Sejer, un sabueso singular dentro del Olimpo de los grandes policías nórdicos de novela, y que siendo un tanto hierático para los latinos, no cae en los terribles estereotipos de sus compatriotas, tan sufridos, tan entregados, tan siesos, o tan exagerados en sus vicios y con terribles historias, personales o de su entorno, llenas de enfermedades o traumas terribles. Sejer, en cambio, es un hombre tranquilo, viudo, pero que está encantado de jugar con su nieto, y que tiene un gran afecto a sus perros. Y como hemos mencionado anteriormente, uno de los logros de esta novela es el acercamiento nada violento del comisario Sejer al acusado, con el que establece una singular relación que le permite entenderlo, a la vez que permite al acusado darle razón, aunque sea culposa, de sus actos. Otra gran novela de una autora que está a la altura de otras famosas damas del crimen como Patricia Highsmith, Margaret Millar, o la gran Minette Walters. Debolsillo, 2018Compra en Casa del LibroJosé María Sánchez Pardo