El asesinato de Payá

Hay personas poco agraciadas, fíjese usted en las fotos de Ángel Carromero, de 27 años, el militante del PP que conducía el 22 de julio de 2012 un coche en Cuba en el que murieron los disidentes Oswaldo Payá y Harold Cepero tras chocar contra un árbol.

Ciertamente, no tiene rostro de galán, el apellido Carromero se parece demasiado a camorrero, y el odio de la oposición a su partido lo ha convertido en un villano.

Además, tras abandonar los estudios universitarios sin título alguno se dedicó a la política como "consejero", otro más, en la que gana unos 55.000 euros anuales, según sus compañeros.

Cuando ocurrió el accidente su coche en Madrid tenia numerosas multas de aparcamiento que los enemigos del PP convirtieron falsamente en retirada de carné.Una infamia.

Pero debe ser tan trabajador y eficaz que fue encargado por el PP para que acudiera con un joven democristiano sueco a entrevistarse y ayudar al Movimiento Cristiano Liberación (MCL) de Payá, premio Sajarov de la UE 2002.

Carromero afirmó que otro coche los había embestido por detrás, pero el régimen, que posiblemente se libró así de los dos disidentes más admirados en el exterior, lo negó y lo acusó de conducción temeraria, algo fácil conociendo los métodos de manipulación de pruebas de las polícías de las dictaduras.

Condenado a cuatro años de cárcel, la diplomacia española consiguió que pague su pena aquí, pero a la vez el gobierno de Rajoy debe admitir la versión del régimen fidelista.

De esta manera, su vuelta a España sirve para callar lo que para todos los familiares de Payá y Cepero fue un asesinato del castrismo, hábil en preparar estos atentados.

Está en Europa Rosa María Payá, hija del disidente, y asegura que el accidente fue un atentado fidelista. Lo mismo afirman otros disidentes, como las Damas de Blanco.

Pero España debe callar por obligación diplomática, mientras que los profidelistas y los turistas sexuales a Cuba se ensañan con Carromero, aprovechando que no es Brad Pitt.

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SALAS