Revista Cultura y Ocio

El asesino de Noruega, e Intereconomía

Por Ritofrancesmoderno

el asesino noruego, con Intereconomía

El asesino de Noruega está muy próximo a las tesis fascistas de Intereconomía y otros medios de la extrema derecha –como se comprueba en su nefasto mamotreto-, y absolutamente apartado de las intuiciones, principios y valores de la Masonería, basados en la tolerancia mutua, el respeto a los otros y a uno mismo, la libertad absoluta de conciencia.

Si observamos un cuadro sinóptico con la ideología troglodita de la cadena del  torito, y lo que Anders Behring pergeña en sus papeles y video (donde, por cierto, usa el mismo tono que los toreadores para referirse a la actualidad de España), nos damos cuenta de que el fundamentalismo de la extrema derecha es el padre de la masacre noruega. Esa extrema derecha, siempre fanática, que tantos males acarreó y continúa acarreando a una España y una Europa que no acaban de verse libres de sus siniestros garfios.

Ahora pretenden desmarcarse, con la manida estratagema de agredir y acusar a terceros, en este caso a la Masonería, en el punto de mira de todos los totalitarismos y extremismos. Desde la talibán infocatólica, hasta La Razón o ABC, libertaddigital, La Gaceta y, por descontado, la cadena fundamentalista de extrema derecha Intereconomía. El chivo expiatorio que señalan, para desviar de sus malas artes y partes la atención de todos, es la Francmasonería.

Pero no cuela.

Son ellos, los extremistas cavernarios, los virus causantes de esas enfermedades morales que son la intolerancia, la xenofobia, homofobia y la violencia contra la cultura plural y abierta. Ellos, los enemigos de la sociedad, asociales y amorales que sólo respetan los dictados de una conciencia preñada por sus propios intereses, enfermos de codicia, fanatismo e hipocresía. Ellos, los procuradores de pobreza, sufrimiento y otros males de la humanidad.

Ni siquiera son cristianos fundamentalistas: es que no son cristianos. Son fundamentalistas. Y punto. Y, como tales, sumamente peligrosos. Hay que permanecer vigilantes y guardarse de ellos, proteger a la sociedad –que desea vivir en paz- de sus mefíticos cercos de inluencia.

Unus ombibus. Uno para todos.


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