Revista Sociedad

El Asilo de la Pobreza

Publicado el 28 noviembre 2014 por Jamedina @medinaloera

Fue en el año 2003 cuando la maestra Judith Rimoldi, siendo directora del Archivo Municipal, me pidió, igual que a otros periodistas y escritores de esta ciudad, que escribiera algo especial para los niños de Guadalajara, con el fin de editar el libro “Mis Primeras Lecturas Tapatías”, publicado por el Ayuntamiento en ese mismo año. Este libro, tiene entre otros, el mérito de reunir por vez primera opiniones de personas de las más diversas corrientes políticas, económicas y sociales de la ciudad, sobre temas tapatíos, con dedicatoria especial para los niños.

Transcribo a continuación el texto de mi artículo sobre el Hospicio Cabañas, fundado por el obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas en el tiempo en que el Padre de la Patria, don Miguel Hidalgo y Costilla, iniciaba la Guerra de Independencia nacional.

Javier Medina Loera.

Hospicio Cabañas. De Coplaur Guadalajara en F

El Hospicio Cabañas.

En Guadalajara y en todo el mundo hay niños pobres. ¿Por qué hay niños pobres?, porque sus padres no tienen dinero para alimentarlos, asistirlos y educarlos, o peor todavía, porque cuando estos niños son muy pequeños, muere su papá, su mamá o los dos, y entonces quedan huérfanos y sin familiares que los ayuden.

Lo bueno es que siempre ha habido personas muy generosas, con gran amor por la Humanidad, que se conduelen de estas criaturas desamparadas y tratan de apoyarlos lo más que pueden, sin siquiera conocerlos y sin pedir nada a cambio.

Una de estas personas, que los tapatíos recuerdan con cariño, fue el señor obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas, quien fundó aquí la Casa de la Caridad y Misericordia en 1810, mismo año en que el Padre de la Patria, don Miguel Hidalgo y Costilla, empezó la Guerra de Independencia. Tiempo después la Casa de Caridad se llamó Hospicio Cabañas, en honor a su fundador.

Hermoso edificio, Patrimonio de la Humanidad

Cúpula del Hospicio. P. Descubre Guadalajara en F

La cúpula del Cabañas.

Bien, pues en este Hospicio Cabañas, que todavía se alza maravilloso, en manzana completa y de cantera labrada, en pleno barrio de San Juan de Dios, y que es Patrimonio de la Humanidad, encontraron abrigo y protección los niños pobres de Guadalajara.

En sus inicios, el Hospicio Cabañas abría sus puertas a niños huérfanos a imposibilitados, pero también a viudas necesitadas y a familias pobres, que al pasar por Guadalajara en viaje a otras ciudades del país, no tenían lugar para hospedarse.

Actualmente, este edificio, que guarda famosas pinturas de José Clemente Orozco, está dedicado a la promoción de la cultura, pero los niños pobres, o por lo menos algunos cientos de ellos, siguen recibiendo ayuda en el Instituto Cabañas que se encuentra por la Avenida Mariano Otero, de esta misma ciudad.

En 1982, cuando se construyó la Plaza Tapatía, los niños del Hospicio abandonaron su antigua casa y se mudaron a la Avenida Mariano Otero No. 2145, en la Colonia Residencial Victoria, donde se recibe a menores de ambos sexos, desde recién nacidos hasta de la edad de 12 años, los varones, y hasta 18 o 20 años, las mujeres, porque ellas tienen más peligros.

Cuando los niños varones llegan al límite de edad permitida en el Instituto, pasan a la Ciudad de los Niños del Padre Cuéllar, para continuar sus estudios, mientras que las niñas permanecen ahí hasta que se sienten seguras para enfrentarse a la vida con todos sus riesgos.

Tanto del Hospicio como del ahora Instituto salieron y han salido miles de mujeres y hombres responsables, útiles a la sociedad, valiosos profesionistas, padres y madres de familia que luchan por dar a sus hijos lo que ellos no pudieron recibir de sus propios padres.

Cada niño tiene su historia personal, muchas de ellas dolorosas, difíciles, tristes, experiencias que les cuesta mucho contar y afrontar. Lo que más necesitan es amor, saberse queridos y aceptados como lo es adquirir seguridad y esperanza en un futuro mejor.

El Asilo de la Pobreza, un verdadero palacio

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El Hombre de Fuego, mural de Orozco en el Cabañas.

Asilo es un lugar que sirve de refugio. El obispo Ruiz de Cabañas llamó a su Casa de Caridad, es decir, al Hospicio Cabañas, “El Asilo de la Pobreza”, aunque realmente es un verdadero palacio, hermoso, digno y seguro, dedicado entonces a los niños más pobres de la ciudad.

Pero miren lo que son las cosas: durante la Guerra de Independencia, aún no estaba terminado este edificio, cuando fue ocupado por los diferentes ejércitos en conflicto, insurgentes y realistas, que metieron ahí a sus soldados en vez de ayudar a los niños pobres.

También en los años 30 del siglo XIX, algunos políticos anticlericales, es decir, los que no querían a la Iglesia Católica, lograron convencer a los diputados para que los niños fueran desalojados de su casa, a fin de fabricar armas y equipo militar, pero luego volvieron ahí gracias a la intervención de uno de los buenos gobernadores que ha tenido el Estado, el doctor Pedro Tamez.

De este señor Tamez, médico de profesión, se dice que cuando Guadalajara fue azotada en su tiempo (1833) por el “Cólera Grande”, una grave enfermedad que mató a miles de tapatíos, chicos y grandes, el gobernador salía a la calle a visitar casa por casa a los enfermos, para curarlos gratis.

Otro buen gobernante, que más tarde ayudó también al Hospicio, fue don Ignacio Luis Vallarta, quien no obstante haber sido uno de los grandes liberales de Jalisco, es decir, contrario a los conservadores apoyados por la Iglesia, cuidó el Hospicio a través de la monja Ignacia de Oses.

Sin embargo, al llegar a la Presidencia de la República don Sebastián Lerdo de Tejada, quien también era liberal, pero enemigo del gobernador Vallarta, expulsó del país a las Hermanas de la Caridad que atendían el Hospicio, ante el dolor de los tapatíos y el llanto de los 200 niños que ahí estaban.

Interesantes anécdotas sobre el Hospicio

Plaza Tapatía. De Plaza Tapatía en F

La Plaza Tapatía, frente al Cabañas.

Sobre el Hospicio se cuentan muchas historias. Una de ellas es acerca del Presidente Porfirio Díaz, famoso dictador mexicano de fines del siglo XIX y principios del XX, cuando entró triunfante a Guadalajara en 1871. Se dice que al llegar ahí le presentaron a una niña, que era hija del general Donato Guerra, y que al contestarle el discurso de bienvenida, Díaz se puso tan nervioso –sabido es que se le dificultaba hablar en público–, que se le salieron algunas lágrimas.

Cien años después, a fines de los 70 del siglo XX, encontramos en el Hospicio a la señorita Altatracia Flores Crespo, que en su papel de subdirectora tuvo mucho que ver en la atención a los niños. Ella recuerda que se presentaban casos de niños robados y llevados ahí.

“En cierta ocasión presentaron a un niño que habían dejado sus padres en el carro, con el vidrio un poco abierto, seguramente para que le entrara aire, y ellos se fueron a hacer sus compras al Mercado de San Juan de Dios, pero cuando regresaron ya no estaba el niño. Alguien, para hacer la maldad, se lo había llevado rumbo a Balcones de Oblatos, a la orilla oriente de la ciudad, donde había una casa con la ventana abierta, y junto a la ventana una cama, y pusieron al niño sobre la cama.

“¡Cual no sería la sorpresa de aquella familia al encontrar un bebé extraño en su casa! De inmediato lo llevaron al Cabañas, donde los padres ya lo habían reportado, y así pudieron recuperarlo”.

Entre los personajes más notables que han visitado el Hospicio figura el genial caricaturista Walt Disney, quien en octubre de 1964 llegó una tarde al asilo, cuando todavía alojaba a los niños más pobres de la ciudad, quienes con desbordado entusiasmo salieron a recibirlo al grito de ¡Walt!, ¡Walt”.

¿Qué nos enseña esta lectura? Que es una antigua tradición de los tapatíos querer, apoyar y respetar a los niños desamparados, y que esta buena costumbre debe mantenerse para bien de los niños de Guadalajara, de México y del mundo.

Mis Primeras Lecturas Tapatías. Judith Rimoldi, compiladora. Ayuntamiento de Guadalajara. 2003.

Artículo relacionado: Walt Disney en Guadalajara.


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