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El asombro

Publicado el 17 octubre 2016 por Angeles

“Había llegado a ese grado de emoción en el que se tropiezan las sensaciones celestes dadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme“. -Stendhal-


He realizado recientemente un viaje por Portugal, y una las ciudades en las que he estado ha sido Coimbra. Tenía mucho interés en visitar su Universidad (siglo XIII) y en particular la excepcional Biblioteca Joanina (siglo XVI).

El asombro

La Torre y la Galería  Latina

Cuando preparaba el viaje y supe de la prohibición de hacer fotografías en la Biblioteca no sentí, como cabría pensar, desilusión, sino al contrario, me alegré. Y después, estando allí, comprendí que no podía ser de otra forma. Intento imaginar por un momento a un grupo de personas en la Biblioteca, rodeadas por esos ilustres 60.000 volúmenes, mirando no con los ojos sino a través de un visor o una pantalla, y capturando no las sensaciones sino unas inertes imágenes fragmentadas, y me parece una frivolidad, por no decir una burla. La Biblioteca era la última etapa de la visita a la Universidad, por lo que antes subí a la Torre, recorrí la Galería Latina, vi la sala de los Capelos,  la de las Armas, la Capilla… Y todo me pareció asombroso.Cuando llegué a la Biblioteca tuve que aguardar turno, ya que las visitas están programadas de manera que sólo pueden entrar sesenta personas como máximo cada veinte minutos. Yo había visto, claro está, imágenes de la Biblioteca que me habían dado idea de su esplendor, así que mientras esperaba a que sus puertas se abriesen para mí, me preparaba para contemplar los libros que cubren las paredes y que datan de entre los siglos XV y XVIII; los fabulosos techos, las estanterías doradas, las mesas de maderas exóticas, las columnas de fantasía…

El asombro

Joao III (1502-1557),
fundador de la Biblioteca

Cuando por fin llegó nuestro turno para entrar, mis acompañantes y yo éramos los primeros del grupo, y de nosotros yo fui la primera en entrar. Y durante un instante, al poner el pie dentro de la sala maravillosa y levantar la vista, me quedé sin respiración. Y esto no es una expresión. Me sentí intimidada, asombrada, maravillada. Por un lado me impresionaba pensar que durante esos primeros instantes, al entrar, yo era la unica persona del mundo que estaba viendo aquel lugar. Y me parecía que los libros me miraban desde sus estantes enrejados y me saludaban, permitiéndome contemplarlos.Pero también sucedía que lo que me rodeaba no tenía nada que ver con lo que yo había visto en imágenes. Era algo no bello sino sobrecogedor. Porque no se trataba sólo de la belleza espectacular que percibía con la mirada; era algo más, algo intangible que no se transmite en las fotografías ni en los documentales. Es algo que sólo se puede sentir estando allí, y que tiene que ver con el saber acumulado durante siglos en aquellos libros; con la capacidad de la mente humana para concebir lugares así; con la voluntad de los hombres de conservar los conocimientos y el arte de quienes los precedieron. Con el afán de crear mundos dentro de nuestro mundo. Y tiene que ver con el silencio, con la solemnidad, con el respeto.

Casi no me atrevo a decir, por temor a resultar exagerada, que todo eso me emocionó de tal manera que no pude contener las lágrimas. Y supongo que en un caso así es inevitable pensar en el llamado síndrome de Stendhal. Pero no creo que fuera eso lo que me ocurrió. No sentí ninguno de los síntomas físicos que, según los expertos, configuran tal síndrome. No, simplemente fue una emoción muy intensa, una gran impresión, un sentimiento apasionado, provocado por las sensaciones y los pensamientos que he referido.Y creo que por eso mismo, por proteger esas emociones, esa consideración  y reverencia que merece el lugar, por lo que es y por lo que representa, es por lo que no se permite hacer fotografías. 

Y por eso, aunque había sesenta personas en la sala, sólo se oía ese silencio vivo que se produce cuando callamos por respeto, cuando nos sentimos pequeños porque sabemos que lo que nos rodea es más trascendental que nosotros.

El asombro

"Este es el emplazamiento que la augusta Coimbra dio a los libros,
para que la Biblioteca le corone la frente"



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