
El Ataque de los Cangrejos Gigantes es una de esas películas cutres a rabiar que la inmensa mayoría de personas ni se molestaría en ver pero que los fans de la caspa vemos con interés. Advierto que no es de las mejores obras del señor Corman pero sólo por su duración (apenas una hora) y por la curiosidad de ver como se lo monta para hacer los cangrejos gigantes, merece la pena verla.
Un grupo de científicos llegan a una isla del Pacífico en busca de pistas sobre el paradero del anterior equipo científico que había ido a la zona y lo único que encuentran son preguntas sin respuestas: muertes inexplicables, movimientos de tierra y una amenaza terrible (y gigantesca) que se cierne sobre todo el que está en aquella isla...


Tampoco tardaremos mucho en ver lo que la radiación ha provocado en los cangrejos, que, como ya desvela el título, han crecido hasta alcanzar proporciones descomunales. Esta fijación por las mutaciones provocadas por el efecto de la radiación es otra constante de la ciencia-ficción cincuentera como vemos en La Humanidad en Peligro (Gordon Douglas, 1954) o Tarántula (Jack Arnold, 1955). Pero Corman, que nunca deja de sorprendernos, va más allá y le da un toque muy original a todo el asunto porque, por un lado, los cangrejos sienten interés (gastronómico) por los humanos porque se comen sus cerebros y por otro, utilizan los conocimientos y la voz de todos los que se han comido para atraer a los humanos que aun no han caído en sus garras.
Así que, recapitulando, tenemos unos cangrejos gigantes que se alimentan de cerebros humanos y aprovechan su inteligencia para conseguir nuevas víctimas, delirante ¿verdad? Pues eso no es todo, porque los cangrejos se comunican con los humanos a través de cualquier aparato metálico que hay en la isla y, además, generan tal calor que están derritiendo la isla por dentro...bizarro hasta decir basta, no me digáis que no.

Lo demás, lo de siempre, porque junto a este argumento desquiciado tenemos los habituales diálogos incoherentes, las interpretaciones sonrojantes y los efectos especiales de mercadillo (sólo hay que ver a los cangrejos gigantes) pero, oye, es lo que tienen la serie B y el cine de Corman.
Como conclusión, una reflexión sobre el cine de Roger Corman. Yo siempre digo que puedo tolerar la ausencia de calidad en una película pero que lo que no soporto es que pretendan hacer pasar por maravilla algo que es un bodrio. Corman no pretende, en ningún momento, hacernos comulgar con ruedas de molino y por eso creo que su cine es honesto, sin artificios que pretendan ocultar la realidad y sin ínfulas, es como es y él disfruta haciendo este tipo de cine. A sus películas se le ven las costuras por todos lados pero él es consciente de ello y no pretende ni ocultarlo ni engañarnos Por eso me gustan tanto sus películas y, aunque reconozco que no son obras maestras que pondría en el top ten como las mejores películas de todos los tiempos, tienen muchas cualidades para tener su sitio en el ranking del mejor cine malo de la historia.