Revista Opinión

El ataque ruso a Ucrania abre las puertas a un nuevo mundo dual

Publicado el 04 marzo 2014 por Franky
El ataque ruso a Ucrania abre las puertas a un nuevo mundo dual, dividido en dos bloques, cada uno de ellos representante de una concepción de la política, la economía y la cultura. Millones de ciudadanos en todo el mundo añoraban la dualidad del pasado, cuanto la URSS y Estados Unidos estaban enfrentados. Mientras existía la dualidad, los dirigentes de uno y otro bando se esforzaban en que su mundo fuera mejor que el contrario. Pero, tras la caída del muro de Berlín, al desaparecer el contendiente comunista, el mundo se tornó vulgar, se perdieron los teóricos valores occidentales, entre ellos la libertad y el predominio del ciudadano, al mismo tiempo que se disparó la arrogancia de los políticos y la corrupción en las instituciones. --- El ataque ruso a Ucrania abre las puertas a un nuevo mundo dual Rusia ha atacado Crimea sin complejos, demostrando que cree tener poder suficiente para volver a ser lo que era antes de la caída del Muro de Berlín: la potencia que se opone a la abrumadora hegemonía mundial de Estados Unidos. Su intervención en Crimea ha logrado que el mundo de nuevo, empiece a ser dual y que compitan dos alternativas de poder y dos formas de contemplar la existencia humana.

Muchos echaban de menos la dualidad y piensan que el mundo era mejor cuando se enfrentaban dos concepciones ideológicas, económicas, políticas y culturales. El fin de aquella dualidad, tras la derrota vergonzosa del comunismo, trajo consigo una etapa de hegemonía occidental que incluyó el deterioro de las libertades, abusos en el intervencionismo de los estados y una progresiva marginación de la sociedad y del ciudadano frente a un poder estatal que crecía por todas partes. Aquello parecía una paradoja porque las ideas de los derrotados estatalistas de la URSS y sus satélites parecían haber resultado las vencedoras sobre una democracia cada día mas podrida y una libertad permanentemente acosada por las castas poderosas de la política y la economía.

El retorno a la Guerra Fría, si se consuma, como parece mas que probable, va a representar importantes cambios en el mundo. Como ocurrió cuando existía la URSS, la batalla entre los bloques no será sólo militar sino que tendrá dimensiones muy importantes en lo económico, en lo ideológico y en muchas facetas de la vida. Washington y sus aliados representaron en el pasado el capitalismo frente al comunismo, pero ¿en qué se distinguirán ahora los dos bloques, cuando tanto Rusia como China, su gran aliado, abrazan el capitalismo? En la vieja Guerra Fría Occidente representaba la libertad en la sociedad y la economía, frente al autoritarismo del Estado y el intervencionismo, pero ahora las fronteras están mas confusas porque muchos países occidentales han dejado de apostar por la libertad ciudadana y sus gobiernos son furiosamente intervencionistas.

La primera consecuencia del retorno a la Guerra Fría será el incremento de las diferencias entre los dos mundos que se enfrentan. Rusia y China tendrán que dotarse de una identidad clara y diferente de los rasgos occidentales, mientras que Occidente tal vez se vea abocado a recuperar la democracia y el protagonismo del ciudadano frente a lo colectivo, hoy pisoteado desde muchos gobiernos falsamente democráticos.

Rusia y China quizás eleven las banderas del intervencionismo estatal y del predominio de lo colectivo sobre lo individual, mientras que Estados Unidos y sus amigos tendrán que retornar a la defensa de la democracia, las libertades y el predominio de la ciudadanía, lo que implicará cambios profundos en el bando occidental, suciamente contaminado y enfermo de falta de protagonismo ciudadano, corrupción política e institucional y abuso de poder por parte de las castas poderosas. Pero caben otras opciones y puede haber sorpresas. Muchos pensadores rusos creen que Moscú debería convertirse en un foco de defensa de los grandes valores pisoteados en el mundo occidental, sobre todo de la decencia y la limpieza frente a la corrupción, además de apostar por la defensa de la familia, del derecho al trabajo y de las raíces culturales y políticas del mundo europeo.

Sin imponer cambios profundos que erradiquen la corrupción y eliminen el actual divorcio con los ciudadanos, lo que occidente representa no tendrá fuerza alguna para oponerse a los imperios orientales, ahora revitalizados con una economía boyante, capitalista y estatal. Entre los ciudadano occidentales, enfrentados a sus propios gobernantes, crecerían como la espuma los indignados y frustrados, fácilmente transformables en quintacolumnistas dispuestos a ayudar al otro bloque.

Si Rusia opta por aliarse a China y, juntos, plantar cara al dominio occidental, el mundo cambiará muy rápido y las diferencias entre un bando y otro se acentuarán a ritmo de vértigo.

Oriente sabe que perdió la anterior edición de la Guerra Fría porque fue abandonada por sus ciudadanos. Ahora cambiará de estrategia y los atraerá con políticas populares y de apoyo al consumo y a las libertades. Occidente, por su parte, si quiere tener opciones de victoria tendrá que reprimir la arrogancia corrupta, depredadora y antidemocrática de muchos de sus políticos, recuperar las relajadas libertades y transformarse en territorio óptimo para el desarrollo de los seres humanos y de los grandes valores.

Es pronto para avanzar en los perfiles de un bando y otro porque, seguramente, habrá sorpresas. Lo que está claro es que el éxito acompañará al bando que sepa ganarse a sus ciudadanos. En las circunstancias actuales, Occidente tiene graves dificultades para reconciliarse con su ciudadanía, profundamente decepcionada con el liderazgo de su clase política, corrompida y dominada por el abuso de poder en muchos países.



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