Revista Cultura y Ocio
Todos los ateos son fanáticos de esa ciega diosa Naturaleza.
Cudworth
I.
El carácter fanático del pensamiento ateo tal vez consista en considerar que la razón humana es demasiado débil y tardía para pretender que el universo, que es su causa lejana, pueda ser comprendido adecuadamente por ella, la cual es sólo uno de los tantos posibles efectos derivados de aquél. La sumisión resignada de la razón a un hado superior e inexorable es lo que comúnmente se conoce como fanatismo.
Para un naturalista todo es natural a la postre, incluida la propia razón. Para un teísta todo es racional a la postre, incluida la propia naturaleza. Éste es el rasgo común de todo ateísmo: que la razón es hija de la necesidad, y no la necesidad de la razón.
II.
Hay un cierto aire de familia entre la moral atea y la maniquea. Los maniqueos creyeron que el mundo es necesariamente malo, puesto que procede de un principio por completo carente de bondad. Sin embargo, habida cuenta de que ésta se encuentra en la conciencia humana, dedujeron que hay un dios escondido o dios bueno, aunque en parte impotente, que nos la inspira.
Los ateos rechazan por principio que haya dioses buenos o malos, pero estiman en cambio que la naturaleza general es mala o indiferente, mientras que la naturaleza humana es buena o moral. Este dualismo, no obstante intente naturalizarse, procede de esta raíz irracional que divide a la realidad en dos bloques irreconciliables en perpetua lucha.