Imagen: Mi mundo en Chick-it y algo más.
Como os dije, yo ya no era soltero, pero seguía viviendo en Madrid con mi amigo. Durante las semanas posteriores a mi boda no había tenido más sexo con David, pero la tensión sexual entre nosotros era cada vez más grande. Cada vez nos deseábamos más, nos comíamos descaradamente con la mirada… pero de ahí no pasaba.
Él seguía provocándome para que cayera en la tentación, la tentación que era su esbelto cuerpo.
Me desperté una mañana, serían las 09h30. Era primavera y hacía un día espléndido, mucho sol y una temperatura casi veraniega de 25 grados. Era sábado y mi mujer había venido a pasar el fin de semana conmigo. Estaba a mi lado, durmiendo profundamente, desnuda, guapísima. Yo ya estaba despierto, también desnudo, la erección hacía que la fina sábana gris que cubría nuestros cuerpos pareciera una tienda de campaña.
Acariciaba el cuerpo de Silvia, muy despacio para no despertarla. El sol entraba por la ventana y daba justo en sus duros pechos. Pasé la mano por ellos, igual de duros que siempre y calientes por la acción del sol. Me apetecía enganchar mi boca a sus pezones y mamarlos durante horas, pero eso la despertaría. La noche anterior habíamos tenido una larga sesión de sexo que nos había dejado agotados. Nunca había echado tantos polvos seguidos.
Lo hicimos con las cortinas abiertas, esperando que algún vecino o vecina nos estuviera viendo e hiciera más excitante la situación.
En la parte superior del ático mi amigo también tenía fiesta, había pasado la noche con su novia, que por cierto, era un bomboncito de 23 años, solo dos menos que yo. Debieron darle duro porque el cabezal de la cama golpeaba en la pared y se oía en mi habitación.
Pensé en llevarle a Silvia el desayuno a la cama. No encontré mi pijama, así que me puse una toalla pequeña por la cintura. Esperé a que me bajara la erección y salí hacia la cocina.
Al pasar por el comedor vi que la puerta de la terraza estaba abierta. Me asomé y vi a David. Estaba desnudo, de pie, mirando a la calle apoyando sus musculados brazos en la barandilla. El sol apretaba sobre su moreno cuerpo y su culo depilado, medio abierto debido a la postura, me provocó una erección tremenda.
Me acerqué a él. Giró la cabeza al oír mis pasos, pero pronto volvió a rectificar y mirar a la calle. Me pegué a su cuerpo y dejé caer la toalla al suelo. Debido a los potentes rayos de sol, su cuerpo estaba caliente.
Olía a gel, se ve que se acababa de duchar. Su piel estaba tan suave como siempre. Respiré profundamente cuando acerqué mi nariz por detrás de sus orejas, besé su cuello, lamí su nunca, mis manos recorrían su cintura y mi polla luchaba ella sola por abrirse un hueco entre sus nalgas.
Él no se inmutaba, permanecía inmóvil, se dejaba hacer. Yo no podía parar de besar su cuello, su espalda, de recorrer con mis manos su duro pecho y de pellizcar sus pezones.
Reaccionó curvando un poco su espalda y dejando su culo más abierto para mí. Poco a poco mi polla se fue metiendo en su agujerito. Entonces fue cuando empezó, empezamos, a respirar más rápido y soltar pequeños gemidos hasta que se la metí entera y follamos, suave, con calma, con dulzura manteniendo el ritmo de las penetraciones. Tenía tantas ganas de follarle de nuevo.
La suavidad se acabó justo en la última envestida, estaba a punto de correrme así que la saqué de su culo y de un solo golpe se la clavé hasta el fondo soltando toda mi leche dentro de él. Follar su prieto culo era una buena forma de empezar la mañana.
Se dio la vuelta sonriendo, me susurró un “buenos días” muy excitante y me dio un pequeño y corto beso en los labios, se metió en casa desnudo, mi leche corría por sus morenos muslos y yo admiraba embobado su cuerpazo.
Volvía a la habitación con el desayuno preparado, estaba agotado después del polvazo con David y la noche de sexo con mi mujer. No sé si afortunada o desgraciadamente, mi mujer tenía más ganas de sexo que nunca, no sé por qué. Normalmente nunca lo hacíamos recién levantados, me esperaba en la cama con las piernas abiertas y su sonrosado coño ya estaba húmedo, esperándome…
Yo necesitaba recuperarme, le convencí que desayunara primero, pero me pidió que hiciéramos un “desayuno especial”. Estos desayunos eran una tontería que habíamos visto una vez en una película porno de Celia Blanco. En ella, el chico le daba a Celia un vaso de leche de una forma muy especial: mojando su polla en el vaso y dándoselo a ella. No me pude negar, así que metí mi polla en la taza de leche y se la fui dando así, a su boca. Se bebió la taza entera y acabó bebiéndose también mi leche, la poca que me quedaba.
Silvia se metió en la ducha y yo recogí el desayuno, fui llevar la bandeja a la cocina y oí a mi amigo hablando con alguien, pensé que sería su novia, pero no, era voz de chico. Mi amigo había pasado la noche con un chico, no con su novia. Aquello me descolocó a la vez, por que no decirlo, de ponerme celoso.
Me asomé a su habitación, tenía la puerta entreabierta. Conocía perfectamente al otro chico, era un compañero que entrenaba en el gimnasio con nosotros, estaba solo con unos bóxer puestos, mi amigo desnudo sentado en la cama. Hablaban de temas sin importancia y parecían divertirse mucho.
Al girar la cara, David me vio mirando por la puerta. Intenté disimular haciendo como si pasara por allí. El otro chico puso cara de preocupación. No tuve más remedio que abrir la puerta y decir, por lo menos, buenos días.
David me pidió que me acercara a la cama donde el permanecía desnudo. Me dejó de piedra cuando me pidió, me ordenó, que me agachara a comérsela. Me pareció humillante, surrealista y muy excitante. Así que sin apartar la vista del otro chico me arrodillé y empecé a mamársela.
Era una polla riquísima, sin un solo pelo, morena. Jugaba con sus huevos, gordos, calientes y me la metía entera a la boca, parándome solo cuando rodeaba con mi lengua su gordo y sonrojado capullo.
Fue una gran sorpresa cuando noté que una lengua recorría la raja de mi culo mientras unas grandes manos separaban mis nalgas. Me daban hasta escalofríos de placer. La lengua se iba introduciendo en mi agujero. Primero la lengua, luego los largos dedos del amigo de mi amigo. Yo seguía chupando y deleitándome con la polla de David que estaba sabrosísima.
Finalmente pasó lo que tenía que pasar, mi culo se tragó entera la polla del chico, la tremenda polla. Me folló duro, muy duro. Me gustó muchísimo sentir ese gran aparato duro dentro de mí. Los gemidos pasaron a ser gritos, sobretodo cuando ambos se corrieron dentro de mi: David en la boca y su amigo dentro de mi culo. Noté sus chorros calientes recorriéndome por dentro, pero lo que de verdad me llegó, fue el “te quiero” que me susurró David al salir de la habitación.
Me incorporé como pude, con el culo bien abierto. Bajé a mi habitación rogando que Silvia no tuviera ganas de sexo y pensando en la despedida de mi amigo.
¿Pasaría nuestra relación a ser algo más que sexo?.
Autor: Toni Rivas.