Tenía el Atleti la oportunidad de colocarse líder en solitario e hizo lo que nunca hace: regalar un gol.Avanzaba la segunda parte con 1-0 y los del Cholo habían asumido ya su postura de depredador, esa que tanto les gusta cuando van por delante: agazapados sin pasar apuros y a esperar un fallo rival para rematarlo. Pero Juanfran destrozó el plan cuando en un balón a ninguna parte agarró a Bacca con tanta levedad como descaro. Penalti. Absurdo, muy absurdo, pero penalti. Tanto le separó la camiseta del cuerpo al colombiano que Hernández Hernández, que en general no se enteró de nada, no pudo evitar verlo. Rakitic no falló y, al final, el madrileño que durmió feliz iba vestido de blanco. Mal día para recuperar viejos vicios.
Hasta el empate, el partido era un calco de esas victorias grises que ha ido arañando el Atleti cuando la inspiración no llegaba. Ayudó de inicio Emery con un planteamiento timorato. Alberto Moreno de interior, Rakitic alejado de la zona de creación y Reyes en el banquillo. Sin alardes, el Atleti iba avisando. Un tiro rozando el palo de Diego Costa tras marear a Fernando Navarro, un barullo en el área que casi aprovecha Raúl García, un disparo peligrosos de Gabi... Pasito a pasito, el gol se intuía.
Y llegó, cómo no, en un córner. Saca Gabi, toca Godín, despeja mal Beto y fusila Villa con la calma de quien lleva haciéndolo toda la vida. El gol, en el minuto 17, fue un alivio para el Guaje, que no marcaba en Liga desde el 23 de noviembre. Hasta el descanso, dejó sus mejores minutos en bastante tiempo, dando velocidad y criterio al ataque local.
Pero le falló su socio. Quizás agobiado por su mala racha (cinco partidos sin marcar ya), Diego Costa se enzarzó en una pelea pendenciera con Fazio y fue una sombra del enorme delantero que es. Agarrón va, dedo en la boca viene, puñetazo culmina, fue un milagro que ambos acabaran el partido. Pero al árbitro había que señalizarle cualquier falta como una pista de aterrizaje, con luces y banderas. Lo que hizo Juanfran luego, vamos.
Tras el descanso, Emery decidió que intentar empatar sería una buena idea. Metió a Gameiro por Pareja, retrasó a Rakitic y dejó de mirar a la pelota como a un saco de estiércol. Con el croata al frente, el partido varió de dirección, pero descubrió entonces el Sevilla la otra virtud desesperante del Atleti: Miranda y Godín son una pared.
Con esa confianza absoluta en sus centrales, el Atleti se sintió cómodo con el cambio de escenario y el Manzanares puso sonrisa pícara: “Que vengan, que ya les pillaremos”. Y casi sucede cuando Raúl García se lanzó como un poseso a un balón colgado y Alberto no vio más solución que abrazarle como si quisiera casarse con él. Penalti claro para cualquiera menos para el tal Hernández. Sólo cuatro minutos después, en el 72’, en un balón a ninguna parte, Juanfran debió pensar que todo el monte era orégano y estiró la camiseta de Bacca como un chicle. Encontró el límite del árbitro, que pitó y Rakitic no falló. Era el primer penalti en contra del Atleti tras 63 partidos y fue una estupidez.
El empate espoleó al Atleti, pero con Koke desaparecido y Arda poco inspirado, no halló más recurso que el baló colgado. Contra otro rival, podría haber funcionado, pero el Sevilla no tiene nada que envidiar a los del Cholo por arriba. Hernández completó su performance con una roja exagerada a Alberto y el partido murió entre tanganas. El banquillo del Sevilla celebró el empate como un título. Y no es criticable. Le quitó el liderato a un equipo que, aunque fallara, tiene el mérito infinito de estar en situación de lograrlo, Tranquilidad.