Revista Motor

El atrio de los gentiles

Por José María José María Sanz @Iron8832016

En los tiempos del rey Herodes, cuando fueron a reconstruir el templo de Jerusalén, a la entrada, antes del dintel que daba paso al interior, crearon un espacio inédito por aquel entonces. Un espacio que han heredado muchos de los templos cristianos, por no decir todos. Hoy día lo llaman zaguán, porche, entrada, aunque en realidad estos espacios vienen de mantener la tradición que se creó gracias a aquel primer templo que dispuso una zona así. Aquella zona se llamaba atrio de los gentiles. El interior del templo era solo para los judíos pero esta nueva zona, este pórtico, este atrium gentium, podía estar ocupado por judíos y no judíos, rabinos, expertos en la Ley, paganos... cualquiera podía estar allí. Y allí es donde se producía el intercambio, el diálogo entre los que creían y los que no creían, entre los que sabían y nos que no sabían. Pues hoy, gracias a la lluvia, he estado en un atrio de los gentiles muy particular, que cuando llueve no se moja.

Habíamos planeado pasar la mañana haciendo el mantenimiento de la Caprichosa y de la Cabezota. Se ha sumado a la fiesta la Montón. Habíamos comprado los materiales necesarios, contábamos con herramientas suficientes, teníamos preparada la tortilla que mi mujer ha cocinado con más que amor y el café estaba recién hecho. Teníamos todos los elementos. Incluso, uno de nosotros ha traído el conocimiento. La que no estaba invitada era la lluvia, que ha venido y se ha quedado casi todo el rato. La lluvia nos ha mentido porque no tenía que haber venido, pero se ha empeñado en quedarse casi todo el rato. Por eso nos hemos metido bajo el pequeño atrio que tenemos en la parcela.

La idea era cambiar el filtro del aire, las bujías, el aceite de la transmisión primaria y el aceite del motor de la Cabezota, por una parte, y de las susodichas necesidades que presentaba la Caprichosa. La Montón, que ha visitado el taller recientemente, solo ha necesitado alguna atención menor.

El asunto es que he decidido empezar a hacer el mantenimiento de manera privada. Llamé unas cuantas veces al taller de Makinostra y el robot decía de marcar la extensión, pero nadie lo cogía. Pasados unos intentos y unos días escribí un mail y me llamaron, pero me dijeron que no podían atenderme hasta pasados quince días (más o menos la misma distancia que medió entre aquella conversación y la primera llamada). Pasaron unos días y yo, que también estoy muy ocupado, fui decidiendo mentalmente cambiar la clave. La nueva clave se llama Fendetestas, que es quien me ha guiado hoy en el proceso de revisión. Me hubiera gustado que el concesionario de Harley-Davidson hubiera tomado nota y hubiera hecho algún seguimiento desde aquel 26 de septiembre, pero no ha sido así.

Yo creo que hay satisfacción en hacer cosas por uno mismo y hay satisfacción en aprender en el atrio de los gentiles moteros. Hay satisfacción en hacer las cosas y en hacer que las cosas funcionen. Hay satisfacción en adquirir conocimiento y en desarrollar habilidades. Hay satisfacción en demostrarse a sí mismo las capacidades que cada uno posee. Hay plenitud en esas ocasiones en las que el trabajo manual se encuentra con el pensamiento. Pero donde realmente hay sublimidad es en el encuentro personal, en el encuentro en el atrio en el que, gentiles y no gentiles, se enriquecen y comen tortilla y toman café y ruedan a Torrelaguna y se mojan y se cambian las motos y se miran.


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