Museo Arqueológico de Delfos. Grecia.
Cuatro caballos tiran de la cuadriga conducida por el auriga. Varios jóvenes lo flanquean, sosteniendo entre sus manos las riendas de los robustos animales situados a los extremos. La carrera había concluido y el joven victorioso, luciendo la diadema de plata que lo encumbraba como campeón, desfila entre los aplausos de los espectadores que ese día se daban cita en el estadio de Delfos.
Viste larga túnica ceremonial con mangas, propia de cuantos toman parte en estos ritos solemnes en honor al dios Apolo, pues los juegos panhelénicos en los que ha participado poseen todo el carácter sagrado que se merecen. Un cinturón sujeta la prenda por encima de la cintura; dos correas se cruzan a su espalda para evitar que la vestidura se hinche y se agite al viento mientras compite en la veloz la carrera.
Su gesto es serio, solemne, carente de cualquier sentimiento que pueda o deba ser expresado. Su mirada es segura, precisa; la misma que le impone el acercamiento a los dioses en el día de este acto olímpico. Con una mano aguanta las riendas, con la otra sostiene la fusta mientras el carro es conducido a ritmo sereno a través del escenario de la carrera. Nada que ver con la agitación vivida minutos antes.
De los trípodes de oro en el templo de Apolo, dedicados tras la victoria en Hímera sobre los cartagineses en el año 479 a.C., se sabe que uno de los cuatro hijos de Dinómenes, Polizalo, tirano de Gela para ser más exactos (antigua colonia griega en Sicilia recordada por su riqueza y la ostentosidad de sus ofrendas a los dioses), envió a Delfos su cuadriga con la que venció en los juegos píticos del 478 a.C. (puede que los del 474 a.C.). Con objeto de conmemorar esta victoria, el noble Dinoménida, también amante de las artes, quiso consagrar al dios oracular de esta ciudad un conjunto broncífero del que además formarían parte la cuadriga, los caballos y los jóvenes alrededor del carro.
Del conjunto escultórico, aparte de la figura del Auriga, lo único que ha llegado hasta nosotros han sido dos patas traseras de un caballo, una cola, piezas del yugo y el brazo de un joven con los restos de las riendas.
Se desconoce quién pudo ser el autor material de tan formidable obra. Las hipótesis sobre su autoría apuntan, entre otros, a Pitágoras de Sarnos, uno de los broncistas más célebres del momento que, exiliado en Regio Calabria durante el gobierno de los Dinoménidas, trabajó en la Magna Grecia. Otro posible autor podría ser Calamis, escultor algo más joven que el anterior y que trabajó en Atenas. Se sospecha que la obra partiera de esta última ciudad en dirección a Delfos.
Sea quien fuere el broncista, lo que sí es seguro es que a través de esta obra el autor buscó desligarse del antiguo y rígido estilo arcaico, representado hasta entonces en la Antigua Grecia, para buscar el movimiento en la escultura sin acercarse a la voluptuosidad del estilo clásico que aún estaba por llegar. Hablamos del denominado estilo severo que sirvió de transición entre las dos tendencias escultóricas referidas.
Sorprendentemente, la estatua del Auriga de Delfos ha llegado hasta nuestros días en un excelente estado de conservación (nótese que incluye sus ojos originales) y no ha sufrido ningún proceso de restauración gracias a que quedó sepultada tras el gran terremoto acontecido en el año 373 a.C. De esta manera permaneció oculta, privada de cualquier saqueo o destrucción, como así ocurrió con el resto de esculturas monumentales elaboradas en bronce que engalanaban el santuario de Apolo en Delfos (sabemos de dichas esculturas por las fuentes literarias y epigráficas que han pervivido). Escondida entre los escombros, no será destruida durante la Tercera Guerra Santa (356 – 346 a.C.) cuando los ejércitos de Teba y Fócida se disputaron el control de Delfos y los fócidos, dueños del santuario y necesitados de metal, decidieron fundir otras ofrendas para hacer frente a sus gastos militares. O tampoco cuando los romanos ocuparon la ciudad y trasladaron a Roma muchas de las esculturas supervivientes, siendo fundidas las restantes para la fabricación de utensilios cotidianos.
Sólo a raíz de las excavaciones llevadas a cabo en el año 1896, el Auriga volvió a ver la luz y actualmente se expone en el Museo Arqueológico de Delfos. Se trata de una de las pocas esculturas originales en bronce que se conservan del mundo griego.
Autor: Javier Nero
Bibliografía:
- Cartelería de la pieza en el Museo Arqueológico de Delfos.
- Delfos. Sus monumentos y su museo (Fotios M. Petsas)
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