Revista Solidaridad

«El autobús casi siempre me deja tirado porque no tiene rampa o está averiada»

Por Aparcamientodiscapacitados
Aprender a defenderse en la vida en una silla es lo suficientemente difícil como para tener que testar el coraje de estas personas colocándoles piedras entre las ruedas. En plena era de la accesibilidad, uno de los valores del urbanismo moderno en los que las instituciones han invertido sumas millonarias, no poder llegar a tiempo a las citas porque el transporte público no está adaptado para las personas con discapacidad parece cosa del siglo pasado, impropia de un territorio que alardea de su desarrollo económico y social. Pero ocurre, al menos en varias de las unidades que conectan la capital de Bizkaia con Mungia, una localidad verde y amable unida a Bilbao cada cuarto de hora por autobuses subvencionados por las arcas forales.«El autobús casi siempre me deja tirado porque no tiene rampa o está averiada»Las unidades funcionan con puntualidad, pero son incapaces de transportar a todos. Julen, un joven de Mungia de 19 años con espina bífida, denuncia que la mayoría de los autobuses le dejan en tierra porque no están adaptados o porque la operadora no repara la rampa mecánica por la que debería acceder, que permanece estropeada al menos desde junio. Lo mismo le sucede cuando viaja desde Bilbao hasta la localidad donde reside. Y ha decidido denunciarlo públicamente para que su situación, la de los aitites que también deben circular en silla de ruedas y la que las madres que se mueven con cochecito de bebé sufren cada vez que quieren tomar el autobús en una localidad en la que el vehículo privado es el rey de los desplazamientos, mejore de una vez.«¿Montaré o no montaré?»«Las cosas no cambian porque nadie reclama», asegura, haciendo gala de una madurez impropia de su edad. «Esto es algo de lo que se podría haber quejado cualquiera. Pero como nadie lo ha hecho, pues así seguimos», manifiesta, deseando que su denuncia sirva para que Bizkaibus medie en el asunto y la operadora, CAVSA, que explota una quincena de líneas en la zona, repare las rampas. A su juicio, «que sea imposible tomar la mitad de los autobuses que transcurren por Mungia hacia Bilbao no es de recibo, es injusto que solo me pueda montar en la mitad».Según explica, las unidades que proceden de Bakio y de Bermeo no están adaptadas. Aunque sí lo están las que conectan su localidad natal y la capital vizcaína por autopista, la mitad de los servicios tienen la rampa averiada al menos desde junio, cuando comenzó a acudir regularmente a la asociación Asebi, donde realiza talleres y participa en actividades. En consecuencia, «me quedo tirado en la parada del autobús, esperando que haya suerte con la siguiente unidad», denuncia. Cada vez que acude a la parada, es como lanzar una moneda al aire. «¿Montaré o no montaré?», se pregunta.«No puedo garantizarle a nadie que voy a ser puntual porque no sé si tendré suerte o cuánto tendré que esperar hasta que venga un autobús adaptado». «Mi tiempo vale lo mismo que el de cualquier otro. Y encima acabo congelado», se queja.No poder tomar el autobús a la primera también ha tenido consecuencias en su salud, pues ha llegado a esperar más de media hora en la parada, a merced de las condiciones meteorológicas. «Últimamente no hace bueno, precisamente, y de ahí vienen más tarde los catarros, las infecciones...». La última vez que se quedó en tierra fue el viernes. Sobre las 14.30 horas, no pudo subir a la primera unidad de la línea A3516 -Bilbao-Mungia por autopista- al seguir estropeada la rampa. «Me han dicho que coja el siguiente», apuntó. Después, estuvo a punto de poder montarse en el de las 15.00 horas. «El mando tenía un sistema diferente y el chófer no sabía cómo manejarlo», recuerda, aunque finalmente pudo montar. A su juicio, el problema tiene una solución bien fácil. «Que arreglen los autobuses que tienen la rampa averiada, y que adapten el resto de la flota. Tengo el mismo derecho que los demás a montarme a la primera».Esperar más de la cuenta entraña para él otras molestias porque no reside en el centro y depende de su familia para regresar a casa. Vive en un chalé unifamiliar adaptado a sus necesidades a dos kilómetros del centro, en las afueras. Su 'aita' se encarga de llevarle en coche hasta la parada y recogerle después, cuando vuelve a Mungia.http://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20140210/vizcaya/autobus-casi-siempre-deja-20140210.htmlLicencia Creative Commons
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