Revista Cocina

El autobús, una aventura sobre ruedas a un módico precio

Por Ana Pérez Villa @mundicolasblog

El autobús, una aventura sobre ruedas a un módico precio

Viajar en autobús puede convertirse en el momento mejor aprovechado del día. Solo hay que echarle un poquito de imaginación, voluntad, y sobre todo optimismo, ganas de comerse el viaje, con actitud. También puede aplicarse a otro medio de transporte público, como el metro o el tren de cercanías. Aunque últimamente soy más de autobús (no voy a nombrar marcas). Si 'El Consorcio' dedicó una canción al tren... un viaje en autobús puede ser de lo más suculento.

Viajar en autobús tiene sus prolegómenos. ¿Compras por Internet o prefieres comprar en taquilla? Ahí empiezan las dudas... 'El caso es que si lo compro en taquilla me ahorro los gastos de gestión, pero si lo compro en Internet ahorro tiempo...'. En fin, a mí me gustan las dos opciones. Y luego está el asiento, ¿cuál es el mejor sitio para viajar? ¿Y el más seguro? ¿Parte delantera, en el medio o al final? ¿Detrás del conductor o en la fila contraria? ¿Nunca os habéis hecho esas preguntas? Yo, siempre.

Seleccionado el asiento, llega lo que no puedes elegir casi nunca si viajas solo: la compañía. Subes al autobús, localizas el asiento, te sientas, pasan un par de minutos... y ¡bingo! el asiento de al lado no se ocupa. Ya puedes extender todas tus pertenencias sin escrúpulos: el abrigo, los complementos, la mochila, algún libro... Esta sería la situación con la que todos soñamos antes de subir al autobús. ¿O me vais a decir que estoy mintiendo? Si el sueño se chafa, es decir, el asiento de al lado tiene dueño... solo podemos pensar en el mal menor: que no hable, que no ronque y que no invada nuestro espacio vital. Si esto se cumple, lo peor que nos puede pasar es tener que cargar con el abrigo, los complementos y hacer malabares con el móvil si queremos enviar un mensaje, o leer un libro, o tomar notas... porque cuando intentéis hacer alguna de estas cosas, seguro que se cae el abrigo por algún hueco o el libro o el móvil, o todo a la vez. Ya depende si nos toca ventana o pasillo.

Llega otro tema espinoso... Qué es mejor ¿pasillo o ventana? Depende. Si viajas solo da igual. Si tienes compañía... el pasillo puede ser la mejor opción, porque si queda algún asiento libre puedes moverte a la velocidad del rayo, a lo Usain Bolt, y aquí no ha pasado nada. Eso sí, tienes que ser muy hábil con 'la mudanza' no vayas a perder por el camino alguna pertenencia, que con las prisas y los nervios...

A veces, en algunos viajes, el asiento va sin numerar. Puede que eso nos beneficie.

Llegados a este punto, con las pertenencias más o menos controladas, con compañero o no de viaje, llega la hora de la aventura. Si es autovía, sois viajeros afortunados, aunque también habréis pagado más por vuestro billete, el viaje será más cómodo, aunque si la mala suerte os persigue a lo mejor hacéis ruta rural para romper un poco con la monotonía del asfalto (ironía). A veces, depende de la hora y de si solo hay un autobús para esa ruta, la autovía se convierten en un baile de entradas y salidas a pueblos, con sus correspondientes desvíos. Sí, ya os estoy oyendo... ¡Si no ha subido nadie! Ya, nos hemos hecho la misma pregunta cientos de veces. Jamás nos han dado una respuesta convincente.

Imaginad, noche cerrada, desvío, tomamos una carretera de curvas pronunciadas, cristales empañados, silencio. Llegamos a un pueblo solitario, lejano y diminuto. El autobús se para. No conseguimos distinguir si es una plaza, la luz de las farolas es tan tenue que el exterior aparece difuminado, ni un alma. Y... ¡zas! nadie baja, nadie sube. ¿Por qué? Mira, esto es ya es para Cuarto Milenio.

El autobús que va directo al destino, sin paradas, es como la ruleta rusa, os lo puedo asegurar, nunca sabes cuándo te va a tocar.

Y ya puestos a perder el tiempo en el autobús, demos la vuelta a la frase... ¡ganemos ocupaciones! Como ya os decía al principio, puede ser el momento mejor aprovechado del día. Esos apuntes hueso que con mil excusas nunca leemos, escuchar el audio de un idioma que queremos aprender, adelantar capítulos del libro que se ha quedado estancado, contestar mails y enviar mensajes, cotillear la foto de perfil de los contactos de whatsApp (jejejeje)... Vale, muy bien, ¿dónde está la trampa? En que si es de noche y enciendes el piloto de luz que tienes justo en la coronilla, puede que unas cuantas miradas asesinas disparen contra ti.

Hay una leyenda que dice que hay wifi en el autobús, incluso te facilitan una clave, yo sigo tirando de 3G. No obstante, en contadas ocasiones, ofrecen una botellita de agua y algún piscolabis simplón.

Inciso: si tu billete es de 'categoría superior' el piscolabis mola más, además puede que hasta tengas asiento único (sin compañero). Eso sí, los asientos son más cómodos y hay alguna floritura más.

En fin, a veces el paisaje dice muchas cosas, incluso eres testigo de conversaciones furtivas, de historias que se comparten sin querer. Solo por eso, viajar en autobús merece la pena.

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