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El azul intenso del cielo inmenso

Por José María José María Sanz @Iron8832016
El azul intenso del cielo inmenso

El azul intenso del cielo inmensoUn frío inimaginable. Y eso que eltiempo.es decía dos bajo cero y luego han sido seis positivos. Horroroso, terrible. Un frío intenso azuzado por unas cuantas rachas que no han tenido huevos a detenerme. Unas rachas desinfladas y decadentes que solo han servido para sensacionar más aun el frío del camino.

Es que esta mañana me he ido a Hiendelaencina. Es un pueblo que está a poco más de mil metros y se sitúa junto a la sierra de Alto Rey -hermana de la sierra de Ayllón-, junto al cañón del Bornova. Me dijo mi amigo Ángel que Hiendelaencina es el pueblo de su madre y me contó lo de las minas de plata. ¿Minas de plata? Sí, minas, y hay cuatro! Resulta que a mediados del siglo XIX se descubrieron algunos yacimientos de este precioso metal y llegaron a ser los más importantes de España. Parece ser que este hecho provocó un crecimiento enorme en la población que llegó a contar con miles de habitantes. Las minas fueron productivas y rentables hasta mediados del siglo XX por lo que el pueblo volvió a su ser demográfico.

Así que he querido ver las minas. Concretamente he visitado las ruinas de la mina Santa Teresa. Un conjunto de edificios semiderruidos en un entorno de una belleza insuperable, en un otoño que no ha metido aun la quinta velocidad. Un lugar para estar.

Yo quería ver la mina de plata pero, en realidad, la misión de hoy era explorar el terreno para la próxima ruta que haré con los amigos, en la que nos hartaremos, si Dios quiere, en un mesón de la localidad.

Hoy he estrenado dos prendas: una camiseta térmica de manga larga y cuello vuelto y unos pantaloncillos interiores, también calurosos. Me dijeron de comprar algo así para el frío y la verdad es que ha resultado bien. Antes, a tan baja temperatura, me congelaba, cosa que yo aceptaba a cambio de poder tranquilear a mis anchas. Pero hablando con no sé quién me dijo que no era necesario tal sacrificio. Por eso las compré y, sinceramente, me alegro de ello. Cómo son las cosas! Resulta que lo único que se me han congelado han sido las manos. Y como no sentía frío en el resto del cuerpo, mi respiración no se ha enterado y vengo con algo de cosa.

La vuelta ha sido, como de costumbre, corta y amable. Mucho más agradable que la ida. El sol ya estaba en su tope novembrino y me pillaba de frente. La carretera toda para mi. La Iron sin contar conmigo. Alcorlo, Cogolludo Cojonudo, Fontanar, Humanes. El ocre. El verde. El azul intenso del cielo inmenso.


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