Revista Cultura y Ocio

«El Baio» de Carlos Tegé: donde el deseo manda y las máscaras caen

Publicado el 12 agosto 2025 por Delecturaobligada @DelecturaOblig

Entre placer, sumisión y poder, el autor de una saga muy erótica explícita desnuda sus escenas, sus vivencias y los rincones ocultos donde todos, alguna vez, han querido perderse

Por: Alberto Berenguer. Instagram: @tukoberenguer @delecturaobligada

«El Baio» de Carlos Tegé: donde el deseo manda y las máscaras caen

Su primera historia El Baio explora de forma muy directa y sin filtros el deseo, la sumisión y el poder sexual entre hombres. ¿Qué le llevó a escribir esta historia y por qué decidió que fuera tan explícita?
Escribí “El Baio” para mostrar sin filtros el deseo, la sumisión y el poder sexual entre hombres. Quise transmitir la intensidad y verdad de esas emociones, dando voz a realidades complejas y muchas veces invisibilizadas, que merecen ser contadas con sinceridad y sin censuras. Pocos se atreven a confesar abiertamente que fueron objeto de otro hombre… y les gustaba.

«El Baio» no solo es un espacio físico, sino casi un personaje más dentro de la historia. ¿Qué representa para usted ese bar dentro del mundo que ha creado?
“El Baio” no es solo un bar, ni un lugar imaginario creado para la historia. Existe, y muchos lo conocen… o han conocido otros lugares como ese. Porque “El Baio” no es único, no pertenece solo a una ciudad o a una dirección concreta. Es un símbolo. Representa todos esos espacios oscuros, a veces ocultos, donde el deseo circula sin filtros, donde las reglas cambian y las máscaras caen.
“El Baio” es ese punto de fuga donde algunos van a buscarse y otros a perderse. Donde el riesgo, la entrega y el placer se mezclan sin pedir permiso. Y aunque cambie de nombre o de forma, todo el mundo, en algún momento de su vida, ha estado o ha querido estar en su propio Baio.

Carlos y Jorge viven una relación intensa donde se mezclan el placer constante, la entrega y la pérdida de control. ¿Cómo fue construir esa dinámica entre ambos personajes?
Construir la relación entre Carlos y Jorge fue sumergirme en una tensión constante entre deseo y vulnerabilidad. Quise que su vínculo fuera más que placer físico: que mostrara cómo el deseo rompe barreras, desarma voluntades y transforma la relación consigo mismo y con el otro.
Desde el inicio, su conexión es intensa y a veces incómoda. Jorge representa el poder que arrastra y consume; Carlos oscila entre fascinación y resistencia, entre goce absoluto y recuperar el control. Me interesaba esa ambigüedad: una danza sin roles fijos, entre ceder y dominar, perderse y encontrar sentido en la pérdida. Lo más difícil y honesto fue no juzgarlos, permitiendo que esa dinámica extrema y contradictoria se desarrollara libremente, sin explicaciones morales. Porque en el deseo profundo, no hay lógica, solo verdad.

Al tratarse de literatura erótica explícita, ¿cómo definiría usted el tono del libro? ¿Lo enmarcaría dentro de lo erótico, lo pornográfico o cree que juega en una zona intermedia?
¿Hay que encasillar todo? Creo que no. Aun así, definiría el tono del libro como erótico, pero con una carga explícita muy intensa. No es pornografía gratuita ni superficial; usa la sexualidad para explorar emociones profundas, deseos y dinámicas de poder. Juega en una zona intermedia donde sensualidad y honestidad cruda conviven sin filtros ni artificios.

«El Baio» de Carlos Tegé: donde el deseo manda y las máscaras caen

En esta segunda entrega, Dos amos y un sumiso, lleva la historia de Carlos a un nivel más psicológico y emocional, donde la sumisión deja huellas más profundas. ¿Qué evolución quería mostrar en él como personaje?
En Dos amos y un sumiso quise llevar a Carlos más allá del plano físico, explorando la sumisión como una experiencia emocional y psicológica profunda y compleja. A veces quiere escapar, a veces lo logra, pero en otras ocasiones se siente irremediablemente atrapado. Su evolución puede no ser siempre evidente, pero sí queda claro que toma conciencia de que disfruta tanto de ser usado como de ejercer el control, enfrentando su vulnerabilidad y redefiniendo constantemente su concepto de poder. 

Los personajes de Abel y Jorge presentan distintas formas de dominar. ¿Cómo construiste esas dos figuras tan potentes y qué simboliza cada una dentro del viaje de Carlos?
Abel y Jorge representan dos formas poderosas de dominio que atraen a Carlos por razones distintas. Abel es la fuerza carnal, directa y visceral, que despierta en Carlos un deseo primitivo y desafiante. Jorge, en cambio, es un refugio más emocional, un poder seductor y sutil que invita a la entrega desde la complicidad y la conexión profunda.
Carlos se siente atraído por ambos porque representan dos polos complementarios: el choque físico y la intensidad brutal con Abel, y el abrazo emocional y la ambigüedad con Jorge. Así, su viaje se enriquece al explorar cómo el dominio puede variar en intensidad, aunque la forma de ejercerlo comparta similitudes fundamentales.

    En sus novelas, el sexo, la sumisión y el descontrol suelen ir de la mano con escenarios marcados por el alcohol, las drogas como el popper, la fiesta o incluso el exceso. ¿Cree que es posible contar una historia de sumisión intensa sin recurrir a ese tipo de estímulos? ¿O forman parte inseparable del universo que ha querido reflejar?
    Estos elementos son parte esencial del universo que quiero reflejar. No solo porque muchos protagonistas recurren a estas sustancias como una forma de cobardía para evadir su realidad, sino también porque bajo su influencia resulta más fácil entregarse, perder el control y dejarse dominar. De hecho, los amos suelen ofrecer a Carlos bebidas para que supere sus miedos y barreras.
    Muchas personas disfrutan del consumo de drogas y alcohol, y para ellas, el desenfreno es inseparable de la experiencia sexual y emocional que relato. Sin embargo, hay momentos en los que no es necesario recurrir a estas sustancias; de hecho, en varias escenas los protagonistas actúan con plena conciencia, demostrando que la entrega y el dominio también pueden surgir desde la lucidez y la voluntad. Más aún, la mayoría de los encuentros comienzan en calma, con una serenidad que permite a los personajes entregarse de forma consciente y deliberada.

      El libro se mueve entre el deseo, la humillación y la lucha interna del protagonista. ¿Cómo logró que el lector empatizara con Carlos incluso en los momentos más extremos de sumisión y entrega?
      Lograr que el lector empatice con Carlos, incluso en sus momentos más extremos de sumisión y entrega, fue un ejercicio de honestidad narrativa. No me interesaba protegerlo ni hacerlo moralmente aceptable, sino mostrarlo en su complejidad más cruda. Carlos no es un personaje ejemplar; es alguien que desea, que se humilla, que lucha contra sí mismo y muchas veces pierde. Pero en esa exposición radical de su vulnerabilidad hay una verdad humana profunda.
      Creo que la empatía no surge porque compartamos sus decisiones, sino porque reconocemos en él algo nuestro: la necesidad de ser visto, de ser aceptado, aunque eso implique poner en riesgo la dignidad. Al narrar desde adentro, sin filtros ni explicaciones morales, el lector entra en contacto no con un «otro», sino con una parte silenciada de sí mismo. Y ahí, incluso en el desconcierto o la incomodidad, nace la empatía.

        ¿Hay alguna vivencia personal o experiencia real que se haya colado entre las páginas? Y si es así, ¿se atrevería a compartirla con sus lectores?
        Sí, la mayoría de lo que aparece en el libro nace de vivencias reales, ya sea en primera persona o muy de cerca. No es un inventario de recuerdos disfrazados de ficción, pero tampoco es pura invención: hay muchas escenas, gestos, emociones que tienen su origen en momentos concretos, vividos o acompañados. Lo que hice fue transformarlos en materia literaria, darles una estructura y una voz, hacer algo ameno y con fundamento.
        Con algunos lectores que se han acercado, a veces a través de Instagram, después de leer el libro, sí he compartido qué partes vienen directamente de mi vida. Hay algo muy potente en ese intercambio: cuando alguien reconoce en el texto algo suyo y, al mismo tiempo, tú puedes decirle «eso también me pasó, también he vivido algo similar».

          Entre tanto cuerpo rendido, órdenes susurradas y mordiscos bien dados, ¿cuál fue la escena que más le calentó mientras la escribía?
          Hay pasajes que todavía me ponen “tenso” cuando los releo. En El Baio, tanto con el fotógrafo como con la pareja que encuentra la cartera me mantuvieron muy “sensible”; no sabría decir cuál de ellos fue más excitante. Incluso el episodio con Jorge, en el que nos encontramos en el Baio, tiene una fuerte carga emocional y física.
          Y en Dos amos y un sumiso, aunque me cuesta elegir una escena por encima de otra, hay un momento que siempre vuelve con fuerza: cuando Jorge y Abel se disputan mi persona. Cada escena, más allá del morbo o la crudeza, está escrita desde una verdad. No para provocar, sino para nombrar lo que muchas veces se vive en silencio. Si el lector logra entrar ahí, es porque quizás también lo ha sentido.

            Publicar en Amazon ha abierto puertas a muchos autores. En su caso, ¿cómo ha sido la experiencia de autopublicar? ¿Qué ventajas y dificultades destacaría?
            Autopublicar en Amazon fue liberador pero exigente. Escribí, maqueté, diseñé portada y contraportada, y me promocioné a través de Instagram. En el segundo libro colaboró Abel Asvir, enriqueciendo el proceso. Agradezco profundamente a quienes compartieron mi obra en historias, muros o con amigos. Su apoyo ha sido clave para darme visibilidad y llegar a más lectores.

              ¿Está trabajando actualmente en una nueva historia? ¿Nos puede adelantar si volveremos a encontrarnos con los personajes de «El Baio»?
              Sí, estoy trabajando en una nueva historia. Aún en proceso, pero ya con una estructura clara, y muy avanzada. Todo comienza con un recuerdo adolescente, un reencuentro inesperado con mi primo, y desde ahí se despliega una trama que vuelve a explorar el deseo, la sumisión, el dominio, la memoria y los vínculos que nos marcan.
              Algunos personajes de El Baio, como Jorge y Abel, reaparecen. No es una continuación directa, pero sí, un universo compartido, donde los ecos del pasado resuenan en nuevas situaciones. Quienes leyeron los libros anteriores seguramente encontrarán guiños y conexiones que enriquecen la lectura.

                ¿Suele leer literatura erótica o pornográfica? ¿Hay algún autor o libro dentro del género que le haya marcado o que recomendaría?
                Sí, he leído bastante dentro de la literatura erótica y pornográfica. Empecé hace años con Javier Sedano, más recientemente autores como Íñigo Aguas aportan una mirada más contemporánea. También disfruto de algún ejemplar de series más explícitas como Matt Winter o Osos y Toros, que exploran distintas expresiones del deseo.
                Por supuesto, no puedo dejar de mencionar clásicos como El Gladiador de Chueca, o la trilogía de Josu Diamond, y considero imprescindible La biblioteca de la piscina de Alan Hollinghurst, una obra que combina elegancia literaria con una profunda exploración del deseo. Estas lecturas me nutren y me inspiran tanto en lo literario como en lo emocional.

                  ¿Cuál ha sido el comentario o el feedback de lectores que más le ha impactado hasta ahora? ¿Se esperaba este tipo de reacciones al lanzar una novela tan explícita?
                  He recibido muchísimos comentarios a lo largo del tiempo, pero hoy me sorprendió especialmente uno que compartí en mis historias. Un lector me preguntaba por el próximo libro y, al responderle, me comentó que le habían gustado mucho los anteriores. Me decía que El Baio le pareció más trepidante y loco, mientras que el segundo le gustó más porque el protagonista encuentra su paz, aunque ambos son muy sensuales. Además, me contó que es un lector ávido, especialmente en verano.
                  En Amazon también he recibido comentarios muy positivos sobre ambos libros, lo que me ha dado mucha alegría y confianza para seguir escribiendo. Saber que hay lectores que valoran tanto la historia como la manera en que está contada es un gran aliciente.
                  No esperaba exactamente este tipo de reacciones, sobre todo porque la novela es bastante explícita. Pero me ha emocionado saber que, más allá del erotismo, los lectores conectan con la evolución emocional de los personajes y encuentran en la lectura algo que va más allá de lo superficial. Esa conexión es, para mí, el verdadero logro.

                    Y para cerrar con broche esta entrevista o con arnés, si le dieran carta blanca para escribir la escena más guarra, sucia y absolutamente inolvidable de su vida literaria, ¿qué tres palabras no podrían faltar en ese momento de clímax narrativo? (Sé generoso… los lectores lo agradecerán).
                    Si tuviera carta blanca para escribir la escena más guarra, sucia y absolutamente inolvidable de toda mi vida literaria, las tres palabras que no podrían faltar serían: placer, sumisión y devoción, y sin duda irian acompañadas de gemir, chupar, penetrar, correrse, azotar, arcada, … podría seguir ….jajaja
                    El clímax no es solo físico, sino también emocional y espiritual. Es ese instante donde el deseo se funde con la entrega y la pasión se vuelve casi una forma de adoración. Y, claro, siendo generoso, añadiría también un cuarto ingrediente imprescindible: fuego. Porque sin fuego, no hay intensidad que valga. Y dentro de ese fuego entregarse de tal manera que se pierda o se haga perder la voluntad y todo fluya.


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