Revista Diario

El baño turco

Por Sereah
Ya que estábamos en Turquía, parada obligatoria era la de el baño turco. La mayoría de los hamman tienen una zona de hombres y otra de mujeres o, si utilizan la misma zona, es en horario diferente. Pero encontramos uno mixto: Suleymaniye Hamam. Este baño se construyo en el año 1550 para el disfrute del sultán Suleimán el magnífico, y en 2000 se volvió a abrir al público en general.
El tema del baño es toda una aventura: al entrar, a los hombres les dan una especie de pareo de cuadros rojos (tipo mantel de picnic) y a las mujeres un pantaloncito y la parte de arriba de un bikini a juego. Tambien te dan unos zuecos de madera cuya única finalidad es la de lesionar guiris, sin duda! Hay que hacer malabares para andar con eso y no dislocarte un tobillo, pero lo conseguimos.
Al entrar al hammam primero pasas por un par de salas donde supuestamente tienes que esperar un poco para irte aclimatando a las altas temperaturas que hay en la sala final, pero nosotros nos saltamos ese paso y entramos directamente en la última sala, como unos valientes: de 20ºC a 60ºC en 10 segundos. Mi sensación: ¡ME AHOGO!
Si consigues sobrevivir esta primera fase, todo lo demás es pan comido.
El baño turco
Primero te tumbas en una gran piedra de mármol caliente que hay en el centro de la sala y allí, sudas lo que no te podías imaginar que se podía sudar en tan poco rato. A la media hora, cuando estás casi al borde del desmayo, te llaman los masajistas.
Entras en otra sala donde primero te echan agua, fría y caliente, alternándola. Luego te dan con un guante exfoliante y arrastran la costrilla de polvo que llevas acumulada después de todo el día pateando Estambul, las células muertas, las vivas y todo lo que se encuentran.
Luego te tumbas en un banco de mármol y te dan el masaje.
Una de las partes de la que consta es el masaje de espuma que lo hacen mojando una bolsa de tela en agua y jabón, luego la hinchan como un globo y te la pasan por el cuerpo. La bolsa está muy suave y con la espuma aún más. La sensación es muy relajante.
Luego siguen con su masaje normal, yo creía que iba a ser más paliza, pero por lo menos conmigo no se pasaron mucho.
El baño turco
Tras el masaje vuelves a la piedra de mármol a seguir sudando otro rato mientras te vas echando agua fría más que nada para recordarte que sigues viva.
Cuando ya no te queda más sudor dentro del cuerpo, sales medio atontada a la sala intermedia (esa por la que nosotros pasamos rápidamente antes de entrar en la sala caliente) allí te dan unos paños de lino y te envuelven en ellos: dos para el cuerpo y uno para la cabeza (parecíamos piratas) y con esas pintas pasas a una sala de descanso. Donde terminamos la experiencia tomando un fabuloso té de manzana y escuchando música tumbados en unos sofás.
El baño turco
Así contado parece que fue una tortura, pero para mí fue una de las cosas que más disfruté del viaje.

Volver a la Portada de Logo Paperblog