El Misterio del Baphomet
El Baphomet en el Antiguo Rito de Iniciático de un Caballero Templario Elegido. Esta parte del Ritual se ha suprimido en la actualidad pues ya la Orden no se ocupa de cuestiones profanas tales como la política y el comercio. En consecuencia, no hay inconveniente en hacerlo público y es muy posible que su contenido haga reflexionar a muchos.
Al comienzo de la ceremonia el recipiendario y su padrino de Iniciación se colocaban en el centro de un círculo de fuego. Ante ellos se colocaba el Maestre, quién luego explicaría el simbolismo de la ceremonia. La escena se hallaba iluminada únicamente por la pálida luz de las fogatas.
Ante ambos, recipiendario y padrino, aparecía una figura extraña y odiosa de un hombre con dos cabezas (o bien doble rostro) las que se agitaban furiosamente. Sus dos faces eran horribles, sus respectivas cabelleras semejaban serpientes, las bocas permanecían entreabiertas y las miradas eran de ansiedad, ira y codicia.
El único cuerpo de tal monstruo era descarnado y seco como el de un esqueleto evocado por el Ángel del Apocalipsis. Una de las dos cabezas portaba una corona real y la mano de ese lado blandía un cetro.
La otra cabeza, la más amenazante y horrible, ostentaba una tiara pontificia de triple corona y la mano de ese lado hacía esfuerzos convulsivos para retener un crucifijo que parecía se le iba a escapar a cada instante. El peso de ese crucifijo era excesivo para la pequeñez y debilidad del brazo que lo sostenía.
Todo hacía suponer que pronto la horrible criatura iba a desgarrarse en dos. Esto, por cuanto el lado del cetro y la corona era más fuerte y resistía con contracciones a los tirones continuos de la otra mitad. Estos esfuerzos mantenían crispados continuamente a los rasgos de ambas faces y les daban una apariencia más odiosa aún a éstas.
Este muñeco de repugnante aspecto se apoyaba en ocasiones sobre dos pilones de acero de los que surgían dos pies móviles de los que manaba abundante una tinta roja semejante a sangre. De este modo se simbolizaba que ni siquiera la muerte de muchísimos seres detenía la marcha del monstruo de dos cabezas. En general, sin embargo, se prefería emplear para esto a un Caballero de la Orden convenientemente disfrazado.
A continuación, el Maestre Iniciador se hacía oír para explicar al recipiendario el simbolismo de esta escena. Estas eran sus palabras, narrando una leyenda de elevado contenido ético y preñada de significaciones político - religiosas: "Escuchad la historia de los dos maestros constructores que pretendieron engañar al Señor"
Dijo el Señor a Baphomet y a su hermano: "Yo os he dado la Tierra y vosotros bien véis como los hombres se hallan errantes y sin asilo. Construid pues a Mi gloria un Templo único y grandioso. Este Templo deberá poder reunir bajo un solo y mismo abrigo a todos estos desdichados. Ellos no tienen ni techo ni tienda para protegerse del granizo, la lluvia, la nieve y los vientos que traen del norte el frío, el hambre, el dolor y la miseria".
Y Baphomet y su hermano, en lugar de edificar un templo donde todos los hombres pudieran hallar abrigo saludable, solo se ocuparon en construir para ellos mismos sendos magníficos palacios con los materiales de que disponían para erigir el templo ordenado por el Señor.
Y bien, lejos de hacer de sus palacios lugares de consuelo y amparo para todos los demás hombres, muy otra fue la actitud de los hermanos. Ellos edificaron prisiones para obligar a los demás a servirles como también cámaras de tortura. Allí se extremaban las crueldades contra todos los que reclamaban el cumplimiento de las promesas hechas para inducirlos antes a construir tales mazmorras.
Sobraron muchos materiales que fueron vendidos por los hermanos en procura de oro ya que la codicia de ambos era grande. Y más oro aún le fue procurado por las lágrimas y la sangre de los desdichados que gemían en sus prisiones y bajo sus látigos.
El Señor retornó al cabo de un tiempo y preguntó: "Baphomet, ¿Dónde está el Templo que debías construir a Mi Gloria?".
"No está acabado aún - fue la respuesta del constructor infiel -, volved Señor al cabo de cuarenta semanas y lo hallaréis listo y será un Templo digno de recibiros".
Pero el Señor continuó preguntando: "Baphomet, ¿Dónde se hallan los hombres a los que te di por misión reunirlos para habitar Mi Templo?".
"Aún se hallan errantes y dispersos - respondió el otro hipócrita hermano, agregando - ellos empero terminarán por escuchar mi voz. Retornad Señor al cabo de cuarenta semanas y, ciertamente, los veréis reunidos para escucharos y ellos serán dignos de oír Tú Palabra justa y perfecta".
El Señor retornó al finalizar ese plazo de cuarenta semanas, pero el mismo había transcurrido como antes sin que los hermanos hubieran elevado Templo alguno a la gloria de Dios. Lejos de ello, habían preferido ambos continuar acumulando oro con la sangre y las lágrimas de sus infelices esclavos.
Dijo a su retorno el Señor: "Dónde se halla Mi Templo y dónde están sus moradores?"
Baphomet y su hermano rogaron entonces les concediera un nuevo plazo. El Señor accedió en Su Bondad, fijando esta nueva prórroga en cuarenta días. Tal como habían transcurrido antes las cuarenta semanas pasaron ahora los cuarenta días y el Señor retornó al cabo de ellos para comprobar que las promesas de ambos constructores habían sido falaces y vanas.
Ambos hermanos, retardando una y otra vez la hora de la justicia, habían terminado por creer que esta no llegaría nunca. Al ver que nada habían hecho, el Señor en Su Cólera los derribó por tierra con Su Aliento. Y con mayor cólera aún Dios observó las inmensas reservas de oro que ambos habían acumulado, y ese oro se fundió entonces como si hubiera estado en un crisol sometido al más vivo de los fuegos.
Y el Señor tomó entonces en la punta de sus dedos un poco de ese oro y tocó las frentes de los derribados hermanos que lo habían traicionado. Los cuerpos de ambos se trocaron en ese instante en uno solo y sobre ese cuerpo el Señor hizo brotar las dos cabezas, crispadas por la eterna maldición que sobre ellas ya pesaba.
Y el dedo del Señor se posó entonces sobre los dos corazones de Baphomet y esos dos corazones se desangraron y desecaron y cada uno de ellos fue colocado en cada una de las cabezas del maldito. Así, para ese único cuerpo hay dos corazones desecados que solo laten por el oro y el poder. Ambos corazones se asemejan mucho y, cuando uno de ellos cese de latir para siempre el otro no tardará en detenerse. Así lo ha querido el Señor.
Del mucho oro que restaba el Señor hizo entonces la corona, la tiara pontificia, el cetro y la cruz y estos fueron colocados en las cabezas y brazos del monstruo".
El Maestre Iniciador se dirigía entonces al recipiendario continuando sus palabras de este modo: Y reunió entonces el Señor a todos los demás hombres y les dijo: "Como habéis sido débiles y temblado ante los dos hermanos maldecidos y también lo suficientemente tontos y desunidos para dejaros encadenar por ellos, deberéis aún continuar espantados por mucho tiempo ante el aspecto de esta doble figura grotesca que dejo ante vosotros.
"He aquí pues - concluyó el Maestre - el misterio de Baphomet que no es otro que la historia de los dos constructores infieles que pretendieron engañar al Señor. Ea pues, Caballeros del Temple, que pretendéis acelerar la ruina y caída de Baphomet y que, para ello, os habéis unido a nosotros, aún os resta hacer algo importante pues el monstruo pretende cerraros el paso de la senda que conduce a la Verdadera Luz. ¡Osad y lo venceréis!".
El Caballero recipiendario notaba entonces que, a esta altura de la ceremonia, el monstruo se había colocado impidiendo el paso ante las puertas de un templete de arquitectura grave y severa. Tras un momento de vacilación, a veces el Caballero pedía consejo a su padrino de Iniciación. Tras hacerlo el se adelantaba resuelto, por lo general espada en mano, y daba un empellón al monstruo, haciendo caer sus ornamentos. Tras pisotear la corona y la tiara, el Caballero y su padrino penetraban resueltamente en el Templo.
Las puertas de este se cerraban tras ellos con estrépito y comenzaba la segunda parte de la ceremonia de Iniciación que no corresponde revelar aquí.
Este hermoso ritual del siglo XIII tan cargado de significaciones plenamente actuales, pone a las claras que no era precisamente adoración lo que en el Temple se tributaba a Baphomet..
+++Nada para nosotros Señor, nada para nosotros, sino a Tu nombre sea dada la Gloria+++