Revista Cultura y Ocio
El capitán del "barco perdido" estaba dormido cuando su tripulación, una caterva inmoral de beodos y crápulas, celebraba en la bodega un festín de despilfarro y latrocinio. El capitán, acaso buscando fantasmas imaginarios en la lontananza, nada sabe de tal sarao, no lo vio y si lo vio, nada escuchó, y si escuchó, él no estaba invitado, y si ruedan cabezas, él es inocente de todo cargo, pues andaba entretenido estrechando manos y sonriéndole a la cámara con semblante circunspecto e inocente.
Su único pecado es un exceso de confianza. Eso alega, cuando le hablan de desmanes y reparto de regalos, sobres abultados e invitaciones a convites, cenas pantagruélicas y sesiones orgiásticas con diosas de carne y hueso que cobran un potosí por cuatros arrumacos bien dados...
El capitán del navío llamado "Desmadre Nacional" tiene un tapón de cerumen en los oídos, por eso no escuchó el fragor de la batalla por escamotear los Premios Gordos del festival de la Inmoralidad y la Corrupción que le circuía con un tufo hediondo difícil de soportar. En los ojos, una venda del grosor del Muro de Berlín le impidió vislumbrar las manos golosas que se hundían en las arcas nacionales como si contuviesen golosinas de colores. De tanto buscar en la lontananza espectros imaginarios, los que tenía delante le traspasaron de lado a lado haciéndole muecas, burlas y chistes socarrones. No soy quién para juzgar el ensimismamiento del capitán del barco, que no se entera de nada, que todo le resbala, pero acaso tal cargo le venga grande y deba considerar la posibilidad de permutar taldistinción por la de bisoño grumete.