Revista 100% Verde

El barro y el congreso. Crónica de un encuentro

Por Tintaverde
1 diciembre 2015

Por Victoria Richter para Tinta Verde en el Congreso QoPiWiNi 2015

Para llegar a PotaeNapocnaNavogoh es necesario sortear un larguísimo camino de barro custodiado por Gendarmería.

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“Tenés suerte. No nos pararon para pedirte el DNI” me dice el hermano que me rescata del pueblo de Laguna Blanca, con poca señal, poca batería y pocas chances de llegar sin alguien que me acerque en una motito, de esas salvadoras en un infinito camino de tierra hasta la entrada de la comunidad.

“No señora, no hay remis, ahí nadie quiere entrar porque se llenan de tierra”, me lapida, impiadosa, la vendedora de la modesta terminal de Laguna Blanca, ubicada a escasos kilómetros de PotaeNapocnaNavogoh, y sin embargo tan distante. Quizás sea el barro lo que separa a las personas asfaltadas de quienes no lo están. Intuyo que la barrera es mucho más honda.

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Amenaza llover. Si llueve, el camino es impracticable. Que a nadie se le ocurra enfermarse o precisar una ambulancia o ninguna situación que implique velocidad. Pues el tiempo de las urgencias no contempla ese obstáculo que ninguna década ganada sorteó, allá en el culo del mundo, en la Formosa, que resulta más violenta que hermosa, como lo indica su nombre.

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El calor implacable golpea bajo el techo de chapa del centro comunitario. Me reciben con un aplauso afectuoso que reconforta el corazón, anunciada pomposamente como asesora del Senado de la Nación. Sin ser mentira, no dejo de sentir impotencia por tanto simbolismo. Pero son esos cariños colectivos, modestos, un regalo precioso de parte de hombres curtidos, sufridos, criados en el campo, que ningún Nobel podrá jamás igualar. ¿Las mujeres? Atrás en la cocina. No admiten ayuda. Presiento lo que falta para ganarme un lugar en ese trono.

“A veces, no duermo por el miedo de que nos saquen, ¿dónde vamos a ir?” dice Rosa, y señala el campo. Es nuestra anfitriona de 85 años. Nos recibe junto con su nieta Marisa que volvió después de permanecer ocho meses en el acampe en Avenida de Mayo y 9 de Julio, con la menor de sus tres hijos.

  • No me cargue los baldes para el baño, Rosa, le digo, soy fuerte.
  • Ah, yo también, se ríe y se señala los brazos en una extraña alquimia de fortaleza y ternura.

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De vuelta en el Centro Comunitario, llega Martín Maliqueo, de la comunidad mapuche Winkul Newen de Neuquén, y cuenta su juicio injusto que lo llevó junto a su compañera Relmu Ñanku, a sufrir el procesamiento por resistir la contaminación de su territorio por parte de la petrolera Apache. Mientras desgrana su historia, fortalece a su auditorio. Se contagia una fuerza y un aprendizaje acelerado, de esas experiencias que marcan la vida a puro barro, que señalan un antes y un después. Mezclarse, unirse, ser diferentes pero iguales. La lluvia llegó y coloreó con tierra todos los ropajes.

La asamblea me nomina para integrar la comisión redactora de las propuestas al futuro Presidente. Serán ideas concretas, específicas, basadas en el acuerdo firmado con Mauricio Macri, cuando fue a colectar votos en el acampe el 3 de noviembre pasado. Es tiempo de recordar el compromiso. Medidas, leyes, reubicación de estructuras especializadas, impulso de políticas específicas, se intenta vanamente plasmar en un texto 523 años de reclamos. ¿Y la deuda histórica? dispara Israel Alegre, cuasi abogado qom, férreo defensor de la causa indígena, excelente cuentista y siempre con un chiste a flor de piel, bien diferente de su pueblo que resulta más bien reservado y silencioso. El interrogante insalvable queda flotando, como un ancla, dentro del comité redactor, después de un encierro de más de cinco horas pensando e intentado enfocar en los puntos más precisos e inteligentes a la hora de reclamar al Estado.

Obtener la titularidad del INAI (Instituto Nacional de Asuntos Indígenas), el único ofrecimiento concreto, es una trampa mortal. Se trata de un ente menor, desfinanciado, sin personal suficiente. “Todos los hermanos van a ir a reclamar ahí y nos vamos a matar entre nosotros” es el análisis preponderante. Quiénes integrarán la mesa de diálogo, cómo se tomarán las decisiones, quiénes viajarán a la reunión con el presidente electo, los ejes que alargan la concreción de un documento en común.

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Mientras tanto, desfilan los testimonios de la injusticia. En el Chaco, en Salta, en Jujuy, en Misiones. La mayoría concluye en un pedido a Félix Díaz, qarashe de PotaeNapocnaNavogoh, ineludible interlocutor. El aludido escucha en silencio mientras recita, como un mantra, una vez más, “esta lucha es por la vida”.

Tras la lectura y aprobación por aclamación del acta acuerdo, de las propuestas y de un borrador con acciones posibles, se acerca un hermano Pilagá para dar testimonio sobre su experiencia, valiosa como un diamante, ya que la memoria oral se escurre a medida que se apagan las vidas de los sobrevivientes de la masacre Rincón Bomba del año 1947. Habla en pilagá, idioma de la tierra y oírlo calienta el alma, sin comprender el sentido, pero palpando el dolor de ese anciano que explota de amor, al que todos se aferran para oír las historias ocultas. Palabra tras palabra, se acercan los pájaros por primera vez bajo el techado, acompañando con su canto el sentir profundo de un anciano sabio. Lo traduce Nolé, dirigente de las mujeres Pilagá. “Ustedes como jóvenes, todos deben alzar las banderas para que el reclamo de los qom, de los pilagá, los wichi, o los indígenas sea escuchado. No andar dividiéndose, ni peleándose sino que todos juntos deben hacer el reclamo para tener la justicia social. El abuelo les dio un consejo que todos entendieron en pilagá, a las mujeres jóvenes que deben involucrarse en esta lucha, deben ponerse de pie, al lado del hermano Félix”. Todos se acercan, cámaras y micrófonos en mano, intentando asir una verdad que se diluye en el tiempo. Continua Nolé, transmitiendo el mensaje, “él también contó que vio en el año 47 cuando caían y morían y los fusilaban. No fue una buena experiencia, fue una cosa muy triste que hasta ahora él la está superando, cosas que no se pueden superar. Ahora no nos matan con un rifle pero sí nos matan con un decreto, con armas de papel”.

Luego de la historia viva, sólo quedó espacio para la despedida, miles de fotos y preparar futuros encuentros, como éstos que comienzan y terminan fundidos en un abrazo reparador.

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