Revista Cultura y Ocio

El baúl de las mentiras – @Contradiction_

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Antes de llamarme frágil prueba a ponerte todo el peso que llevo encima y cronometra cuánto tardas en quebrarte.

Todo va a salir bien. Sé positivo, piensa que todo irá bien. Puedes con todo. Esto no te detendrá. Si tus pensamientos están sanos tú estarás sano. 
Hoy es un buen  día para conseguir lo que te propongas. El vaso siempre está medio lleno. Hay que sonreír para el que mundo te sonría.

No sé en qué momento compré toda esa cantidad de patrañas, pero tengo el baúl de las mentiras a rebosar. Una cantidad ingente de problemas divididos entre “podré con ellos”, “estoy bien” y “todo saldrá bien, que empiezan a amontonarse en mi cabeza como piedras. Pesan más que piedras, duelen más que el cemento.

He perdido la cuenta del tiempo que llevo haciéndome la fuerte, la chica dura, la que puede con todas las hostias que la vida quiera darle. Y la verdad es que no, ni me quedan fuerzas ni soy invencible.

A mi cerebro le importa más bien poco si he decidido que no le voy a dar importancia a las cosas, ya se las da él, que para eso no es un baúl y las mentiras le gustan poco. Mi cuerpo cumple las órdenes que mi cerebro le da y se convierten en los torturadores perfectos. Porque si yo no quiero pararme a pensar, reaccionar ante los problemas, ya se ocuparán ellos de que lo haga.

Empieza entonces la cadena de somatización, esa por la que al final terminas con todo tu cuerpo en contra. Se trata de tu cerebro diciendo “para de una puta vez. No, no puedes con todo y no, lo siento, no todo va a ir bien.”

No podemos con todo. No nos dejan detenernos en el camino, respirar y pensar. No nos dejan afrontar las cosas, ni llorarlas ni sobrepasarlas. Nos han vendido la moto de la positividad, del podemos con todo, del nos merecemos todo lo bueno. Un carajo. Cuantas más mentiras metemos dentro del baúl, más peso llevamos encima, más nos va a costar seguir adelante, más nos destruimos. Es tan efectivo como limpiar escondiendo la suciedad debajo de la alfombra.
No soy frágil ni débil, soy humana. Necesito llorar lo que me hace daño, perdonarme por lo que he hecho mal y solucionar aquello en lo que no he tenido nada que ver, lo que la vida ha ido poniendo en mi camino.
Tengo derecho a decir basta, a pedir una tregua, a tirarme hasta que tenga fuerzas de levantarme, porque sí, hay que levantarse, pero esconder la herida no hace que sane.
He perdido la garra y el agarre entre tanta mentira, entre tanta prisa.

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