Primero fue la obra de teatro Parfumerie de Miklós Laszlo en 1937, luego la película El bazar de las sorpresas(The Shop around the Corner) dirigida por Ernst Lubitsch en 1940, después la película musical En aquel viejo verano(In the good old summertime, Robert Z. Leonard, 1947), algunos años después el musical She loves me(estrenado en Broadway en 1963) y por último (de momento) el remake Tienes un e-mail(Nora Ephron, 1998). Cuando una fórmula funciona en origen, sigue repitiéndose y adaptándose y esta es una comedia romántica de enredo que funciona a las mil maravillas. Siempre que reponen en televisión El bazar de las sorpresaso Tienes un e-mail, toca tarde-noche de sofá porque nunca me canso de verlas.
El bazar de las sorpresas (1940)
Foto: dominio público. Wikipedia.
El bazar de las sorpresas
En la tienda de Matushek y Compañía en Budapest venden de todo. Alfred Kralik (James Stewart) es el dependiente más antiguo y está muy bien considerado por el dueño, Hugo Matuschek (Frank Morgan). Alfred es serio y tímido, pero esconde un secreto: tiene una relación epistolar con una joven inteligente y buena de la que se ha enamorado sin conocerla en persona.
Un día entra en la tienda una muchacha a pedir empleo. Es Klara Novak (Margaret Sullavan) que media en una discusión sobre una caja de música para cigarrillos que el señor Matushek quiere vender en su negocio y que Alfred considera un producto sin salida. Klara logra que una señora la compre como bombonera. Esta es la primera de las muchas mentiras que se cuentan en la película pero, gracias a ella, Klara consigue el trabajo. Sin embargo, la relación entre los dos dependientes es de mutua antipatía.
Llega la época navideña. Todos deben quedarse a adornar el escaparate, pero Klara intenta escabullirse para acudir a su primera cita con su querido amigopor correspondencia. Los planes de Alfred cambian cuando el señor Matushek, creyendo que es el amante de su esposa, lo despide. El joven no se atreve a acudir al café donde su querida amiga lo espera con un libro de Anna Kareninay una flor. Siente que ya no tiene nada que ofrecerle. Así que le pide a un amigo que le entregue una nota excusándole. Alfred espera en la acera, su amigo se asoma y le dice que la chica del libro es Klara.
Después de la sorpresa inicial, Alfred decide entrar en el café y hacerse el encontradizo. Klara, que no sospecha nada, se muestra disgustada al verlo. En una memorable secuencia, comienzan enfrentando las obras de Anna Kareninade Tolstói yCrimen y castigode Dostoievski pasando rápidamente al plano personal, echándose en cara lo mucho que ignoran el uno del otro y reprochándose sus discusiones de los últimos meses.
Klara, Alfred y el señor Matushek en la tienda.
Foto: Metro-Goldwyn-Mayer. Wikipedia. Dominio público.
Esa noche, el señor Matushek intenta quitarse la vida, pero Pepi, el chico de los recados, llega a tiempo de impedirlo. Al día siguiente, descubre que es otro de los empleados el amante de su esposa y le pide a Alfred que vuelva a la tienda como gerente y que despida al traidor. Así lo hace y se propone que esa Nochebuena el señor Matushek se lleve la alegría de batir el record de ventas.
Ante el disgusto del plantón de la noche anterior, Klara se pone enferma y no acude al trabajo. Alfred va a visitarla y la muchacha le cuenta su historia de amor por correspondencia. En ese momento su tía le entrega una nueva carta de su querido amigoen la que se muestra celoso porque al acudir a la cita la vio hablando con un hombre. El truco de Alfred para ocultar su identidad surte efecto. Por la tarde ya están todos vendiendo a destajo en una tienda repleta de público.
El señor Matushek se debate entre la alegría por las ventas y la tristeza de encontrarse solo en Nochebuena. En una escena entrañable, va sondeando discretamente a sus empleados para ver si alguno de ellos lo invita, hasta descubrir que su nuevo chico de los recados (ya que ascendió a Pepi a dependiente después de que le salvara la vida) también está solo en una fecha tan señalada. Felizmente, los dos deciden compartir la cena de Nochebuena.
A solas en la tienda, Alfred vuelve a mentirle a Klara contándole que su novio fue a pedirle explicaciones y que le pareció un tipo gordo, feo, antipático, sin educación y muy interesado en su salario. Klara se decepciona. Luego confiesa que cuando conoció a Alfred se enamoró de él, pero que se le pasó cuando vio lo mal que se llevaban. Y entonces, empieza a recitar uno de los pasajes de las cartas y Alfred, decidido, continúa la frase logrando que Klara descubra que es él quien le escribía. La película termina con una simpática escena y la confirmación del amor de la pareja.
Ernst Lubitsch siempre manifestó que El bazar de las sorpresasera su mejor película y a la que más cariño le tenía. En ella, en realidad, homenajea a su padre, dueño de una tienda. Es una comedia de enredo que muestra como a través de las mentiras se puede llegar a la verdad. El toque Lubitsch, la aparente sencillez y sus brillantes diálogos la convierten en una obra maestra. Todos los actores están espléndidos. El peso de la trama recae sobre James Stewart, para quien estaba pensando el personaje, y en Margaret Sullavan que compone a una Klara a veces dulce, a veces desdeñosa y distante, pero siempre con carácter. También cabe destacar la interpretación de Frank Morgan como el señor Matushek, cuyas circunstancias pueden hacer tambalearse el mundo de Alfred.
Se la considera una película navideña ya que parte de la acción transcurre en esas fechas.
Aquí abajo el brillante diálogo de la escena del encuentro de los protagonistas en el café: