Revista Educación

El beso

Por Siempreenmedio @Siempreblog

El beso

Tenía año y medio la primera vez que lo vio. Comenzaba en la guardería y asistió impresionado al ritual de despedida observando cómo los papás de sus compañeros aplastaban su boca en los cachetes de sus hijos mientras proferían un sonoro chasquido. Primero se asustó, luego se dio cuenta de que la situación se repetía con todos los niños y parecía gustarles. Pensó que debía ser normal hacer eso cuando ibas al cole, así que al día siguiente intentó trepar hasta la cara de su madre, le tiró del brazo, se le agarró a la pierna, pero ella sólo le decía que estuviera tranquilo, que seguro que se lo iba a pasar muy bien y se fue con un simple: “Adiós”.

Él se sentó en el primer escalón de la escalera, estaba frente a la entrada y le permitía ver cómo todos los niños y sus papás hacían el chasquido mientras apretaban sus mejillas. Algunos juntaban sus labios y repetían ese estallido, otros, además del ruidito, se apretaban mucho echándoles los brazos por encima de los hombros a sus papás y muchas mamás, en un arrebato, multiplicaban por mil  los apretujones

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cachetiles mientras alargaban el sonido hasta que el niño conseguía zafarse. Cuando todos llegaron, se incorporó a los juegos y las actividades de su grupo.

Esto se convirtió en una rutina, jamás se perdía la despedida, deseaba llegar pronto para no faltar a ninguna de las partidas de los padres y después continuaba con los juegos.

Un día, su amiga María le acorraló y, en una muestra de alegría por haber acabado un puzle juntos, le estampó un sonoro chasquido en la mejilla mientras le arreaba el más apretado achuchón que había recibido jamás y a él le gustó.


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