Los primeros conocedores de la tecnología blockchain se llamaron evangelistas de Bitcoin porque su trabajo consistía en ir de puerta en puerta a la conquista de los comercios de lujo de las principales ciudades españolas. Años después, las estrategias han cambiado bastante, pero el sentimiento es el mismo: difundir el Bitcoin como un método de pago, aunque su uso todavía no es 100% ese.
Aunque existen numerosas narrativas en torno al bitcoin, un hecho es claro para los autodenominados evangelistas y determina su principal uso: se trata de una tecnología cuyo principal atractivo radica en la descentralización y en que en un futuro su precio no hará más que aumentar.
Como no hay bancos centrales que puedan aumentar la masa monetaria artificialmente, su diseño tiende a la deflación. Así, el Bitcoin llegaría a sustituir al oro y serviría como activo digital de refugio que evitaría los riesgos propios de las monedas como el euro o el oro, que sí se encuentran regidas por un banco central. Sin embargo, muchos de los que se dedican a “guardar” la criptomoneda esperando el aumento de su precio se han quedado con el corazón (y el bolsillo) roto.
Esto ha dado pie al segundo uso, que es difundido entre sus partidarios, pero también entre los nuevos adeptos: el bitcoin es un vehículo de inversión. Existen plataformas en las que se pueden abrir y cerrar operaciones con criptomonedas. Otras, en un par de clics permiten a cualquier persona comprar el bitcoin o intercambiarlo por otra de las cientos de criptomonedas populares hoy en el mercado. Un ejemplo es este Monedero Criptomonedas, bastante usado por los mencionados entusiastas y por los novatos en este mundo.
El tercer caso es el del uso del bitcoin como método de pago. Es cierto que las barreras tecnológicas de entrada se han derrumbado con iniciativas como la del Monedero que mencionamos anteriormente, pero, la reina de las criptomonedas en las transacciones comerciales diarias todavía no se encuentra en la posición que los evangelistas quisieran.
Y aunque no permanece en una posición marginal, todavía hay mucho miedo en torno a lo que puede pasar con el precio de la criptomoneda. Actualmente, muchos de los españoles usan la criptomoneda como herramienta para los pagos del día a día, pero el bitcoin sigue triunfando más como inversión que como instrumento para realizar transacciones monetarias.
Al rescate de los que han sido seducidos por la tecnología blockchain vienen otros tipos de criptomonedas: las llamadas “stablecoins”. Muy parecidas a la moneda fiduciaria, estas criptomonedas no sufren del mencionado pecado de estar muy calientes o frías en determinados momentos. De hecho, como establecen paridad con el dólar, el euro o cualquier otro activo, dotan de una liquidez que la reina de las criptomonedas parece no tener.
Así, las “stablecoins” parecen terminar de abrir el hueco que las criptomonedas necesitaban para ser vehículos de pago en nuestra economía. Con ello, las ilusiones y los sueños de los evangelistas parece que se encuentran vigentes hoy más que nunca.