Este post lo estoy escribiendo el Domingo, un día que parecía perfecto: nada que hacer, los niños mirando Masterchef Junior, la comida ya preparada y toda la tarde para mi solo, para sentarme delante del ordenador y ver si soy capaz de escribir la novela que tengo en la cabeza. Como supongo que sois unos linces, os daréis cuenta que todas estas buenas premisas no han funcionado y que me he tirado casi tres horas delante de una pantalla en blanco con un cursos parpadeando en la parte superior izquierda.
Me imaginaba la escena y cuando la escribía era un absoluto asco, así que cambiaba el enfoque y el resultado era casi más deprimente que el anterior. He escrito y borrado más palabras que en estos dos últimos meses, escribir un post diario requiere un esfuerzo pero desde luego, y bajo mi punto de vista, nada se compara al esfuerzo de escribir una novela.
Con todo este jaleo de pulsar teclas y a los cinco minutos usar el ratón para seleccionarlo todo para borrarlo me han empezado a entrar el fenómeno de la dispersión. Primero pensando en que tendría que afeitarme, más tarde que si tengo que añadir un feed a la web que estamos haciendo, al rato me ha venido a la cabeza que tengo que hacerla responsive, luego que tengo que cambiar los copys, para luego caer en la cuenta que los funnels de conversión no están del todo bien definidos, y así, un larga lista de tareas que tengo que hacer pero que son fundamentalmente de trabajo y, joder, que es hoy es Domingo y quiero encarrilar la novela y si me pongo a hacer todas las tareas pendientes que tengo no me levantaré de esta silla hasta el final de las vacaciones del año que viene.
Cuando ya me he convencido de que no, que nada de trabajo, me han empezado a entrar uno de mis peores males: sentir frío en los dedos. No hay nada que moleste más que sentir como el calor se ha ido a lugares más paradisíacos y mis falanges parece dos estalactitas. Me duele al escribir, me agobia hasta el infinito y provoca que a toda la ensalada mental de antes, se añade que encima no me sienta cómodo tecleando. Cometo más errores de lo normal, no voy tan rápido como siempre y mi pensamiento ha de tomar pausas para que mis dedos puedan seguir el ritmo y no es en absoluto el estilo con el que escribo, yo suelto lo que me pasa por la cabeza y luego ya corregiré.
Al final he llegado a un punto que entre el frío, el ruido de los vecinos haciendo obras, la música que normalmente me relaja me distraía y que hasta la goma del calcetín me molestaba que he optado por dejar de ponerme nervioso y aparcar el libro. Como vuelvo a recalcar, hoy es Domingo, así que tenía dos opciones: me ponía a leer un libro de marketing o aprovechaba y escribía el blog para el martes -el del lunes ya lo tengo hecho- y he pensado que sería una buena manera para empezar a adaptarme a estas situaciones donde nada es perfecto, dónde la creatividad brilla por su ausencia y que el batir de alas de una mariposa son excusa suficiente como para desconcentrarme y aquí me tenéis, escribiendo esto.
No se si a la gente que escribe le ocurren estas cosas y para evitar todo este desaguisado tienen lugares secretos, momentos óptimos o trucos de ayer y hoy para dejar de lado la realidad y sumergirse en el ese mundo fantástico que bulle en el interior de sus cabezas. La verdad es que ni idea si hay un truco general para todos, y mira que me he leído unos cuantos libros de cómo escribir, pero no consigo encontrar ninguno que me funcione.
Usualmente cuando me da el ataque creativo es cuando menos posibilidades tengo de escribir, en el bus, en medio de una reunión o a media cocción de la cena de los enanos. Son momentos complicados para tirarse a tumba abierta y escribir, así que lo que hago es guardar notas de las ideas que me vienen. Por suerte para mi gestión del tiempo, la mayoría son bastante males y así no tengo que fustigarme por no ser más productivo, pero por otro lado tengo que encontrar ese lugar.
Para el tema del blog lo tengo claro, o es después de cenar y ver una serie o, el bar que está al lado del colegio de mis hijos, y ahora que lo pienso, el mejor lugar es el bar. No hay wifi, no hay nadie que me pregunte y soy solo yo con mi ordenador escribiendo. No hay nada que me distraiga, tengo cuarenta minutos para escribir el blog y a pesar de que no puedo consultar internet, se que tengo que ir directo a barraca porque el tiempo vuela y el cortado se enfría, con lo que suelo ser bastante efectivo en ese contexto.
El problema es que para escribir una novela necesito más tiempo, tanto como para la inmersión como para la despresurización. Soy un ser lleno de manías y cuando me concentro en algo soy capaz de perder el sentido del tiempo y me dan taquicardias si en medio de un proceso creativo me despiertan de golpe, como si fuera un sonámbulo. Podría morir del susto que me dan o peor, del mal genio que me entra.
Dado que esto es un post de un blog, y se supone que la conversación y esas cosas son los que dan vida, me atrevo a preguntar, ¿algún truco mágico para desnortados como yo?
[1] Stranger Than Fiction