Serrano Suñer, Franco y Salazar en Sevilla. Foto:ABC
Es sobradamente conocido, o debería serlo, el abandono a su suerte de la República Española llevado a cabo por países como Inglaterra, Francia o Estados Unidos. El denominado acuerdo de No-Intervención en el "conflicto" español, fue realmente un bloqueo a los ejércitos y la marina de la República, o lo que es lo mismo a la defensa de la nación española. Las actuaciones de estos países junto con su permisividad total ante la flagrante ayuda de todo tipo que alemanes, italianos y portugueses prestaron desde el inicio de la guerra al ejercito sublevado, sin duda marcaron el curso de la guerra y decidieron su resultado.Según Benavides (1), las guerras se hacen con máquinas y municiones, y las máquinas y municiones para el Ejército republicano debían venir o traerse del extranjero. No nos las dejaron traer. Nuestra relativa superioridad naval , la mejor técnica de los marinos leales y el valor combativo de las dotaciones, fueron contrarrestados por Alemania e Italia con sus marinas y por Inglaterra, con sus atracos al Derecho Internacional.
El bloqueo de España lo estableció el Comité de No-Intervención. En virtud del mismo se privaba al Gobierno de la República de la posibilidad de adquirir, en el exterior, los medios para defenderse. Italia, Alemania y Portugal se obligaban, al igual que los otros signatarios, a prohibir "Las exportaciones directas o indirectas, la reexportación o el tránsito por España, por las posesiones españolas o por la zona española de Marruecos, de armas, municiones y material de guerra".
La política de No-Intervención, aplicada unilateralmente por el Comité de Londres, bajo la dirección de Inglaterra, terminó por constituir un verdadero bloqueo de la España republicana. El 7 de octubre de 1936, el Delegado soviético propuso la "discusión del control de los puertos portugueses". Portugal había sido convertido en la base principal de aprovisionamiento de los facciosos. La replica de Lord Pylmouth, presidente del comité, fue hecha pública el 15 de octubre: La petición se desestimaba porque faltaba la evidencia de que el acuerdo estuviera siendo violado en efecto. El 30 de octubre, Mr.Eden se refirió a lo mismo en la cámara de los Comunes: "Debo afirmar categóricamente que el Gobierno, jamás ni por un momento, admitió tal proposición. No poseemos prueba alguna que permita sostener las alegaciones soviéticas".
Está claro que los ingleses "no sabían" porque "no querían". A través de sus consulados en Galicia le era fácil conocer los que realmente sucedía en relación con las intervenciones alemana e italiana, por ejemplo la existencia de baterías antiaéreas nazis en Ferrol. También obviaron la llegada en 1937 de una comisión italiana acompañada por Suances, para analizar la capacidad de los astilleros ferrolanos para montar destructores con piezas traídas desde Italia. La idea se descartó, la marina italiana prefirió ceder a Franco los destructores "Falco", "Aquila" "Guglielmo Pepe" y Alexandro Poerio" y dos submarinos a los que los rebeldes bautizaron como "Sanjurjo" y "Mola" y a los que se les hizo responsables del torpedeo del "Cervantes", cuando en realidad el ataque fue efectuado por un submarino italiano en presencia de un destructor inglés.
El 2 de enero de 1937 desembarcaron en Cádiz 10.000 italianos, los mismos que participaron en la toma de Málaga y en la Batalla de Guadalajara. Tras la derrota de los fascistas en Guadalajara, los nazis consiguieron que Inglaterra, Italia, Alemania y Francia autorizasen el bloqueo de España por los Pirineos, la frontera con Francia fue cerrada y se entregó la vigilancia de los puertos republicanos a las marinas alemana e italiana. La tenaz defensa de los derechos españoles hecha por el delegado soviético en el Comité de Londres se estrelló contra la voluntad inglesa de favorecer a Franco y dejar libre el camino a italianos y alemanes. Igualmente la URSS politicamente tuvo que mirar para otro lado ante el apresamiento o hundimiento de barcos rusos cargados de suministros para la República, (17 buques mercantes entre agosto y diciembre de 1936), su intervención habría sido considerada como una efectiva declaración de guerra.
La ayuda alemana e italiana a los sublevados está sobradamente puesta de manifiesto en infinitas publicaciones y siempre ha sido de dominio público, no así la intervención portuguesa, decisiva para el resultado de la guerra pero prácticamente desconocida por la mayoría de los españoles.
(2) Aunque el gobierno portugués no manifiesta claramente su apoyo a los sublevados hasta que corta relaciones con el gobierno de Madrid actúa, desde el primer momento, como si de hecho estuviese ya en hostilidades con aquel; a todos los efectos sus acciones conducen a un inestimable apoyo al ejército insurrecto tanto en el plano internacional, con maniobras dilatorias en las negociaciones de los acuerdos, como en la ayuda material. No se puede ocultar la colaboración oficiosa del gobierno de Salazar con los sublevados siendo Portugal la principal base de encuentro de los rebeldes; autoridades civiles y militares andaban abiertamente por Lisboa donde tenían su centro político a través del cual obtenían material de guerra para el ejército sublevado. La libertad de maniobra es manifiesta y se dispuso del territorio portugués como lugar de conspiración donde relevantes personalidades de la derecha española encontraban todo tipo de facilidades otorgadas por parte del Estado Novo, y, aunque esta ayuda se presenta en los medios diplomáticos como un mero gesto de cortesía y de hospitalidad a los emigrados políticos del país vecino, no tiene nada de extraño que Lisboa conociese la preparación del levantamiento contra la República Española.
El gobierno de Salazar ofrecería un auxilio de primordial importancia dando facilidades para la adquisición y transporte de material vía Portugal. Esta nación no podía aportar armas pero permitió la utilización de su territorio para que otras naciones facilitaran el abastecimiento necesario y fue allí donde tuvo lugar la llegada de los primeros aviones de los que Burgos carecía, tras las diligencias efectuadas antes de estallar la insurrección. Si los aeropuertos portugueses fueron lugar de escala de los aviones que Hitler enviaba a los sublevados, el suelo lusitano sirvió de paso para traslados de tropas y material y los puertos estuvieron abiertos a los navíos con abastecimiento bélico . Otro aspecto, también de gran importancia, de la ayuda de facto a los sublevados fueron las facilidades concedidas para las operaciones financieras. Agentes nacionalistas podían adquirir material en fábricas extranjeras a través de industrias portuguesas; igualmente firmas nacionales lusitanas hacían transacciones con el extranjero y luego con los sublevados españoles, directamente o a través del Estado portugués.
Pero mucho más que un refugio de preparación política, un cuartel general para sus actividades, un lugar donde encuentran hospitalidad figuras relevantes del 18 de julio, un camino por donde atraviesa el material de guerra, una actividad doctrinaria en la radio y la prensa, Salazar va a ofrecer a la causa nacionalista toda una máquina diplomática a su servicio; ciertamente, si valioso es el apoyo de Salazar a Franco en el terreno peninsular, su mayor batalla la va llevar a cabo en la escena internacional donde «Portugal defiende la causa nacionalista con el mismo interés que defiende la cuestión nacional». Cuando estalla la sublevación Salazar tenía tomada la decisión. Desde el principio Portugal define una postura de apoyo a los sublevados. Portugal decide desde el mismo 19 de julio utilizar sus medios políticos y diplomáticos al servicio de los golpistas.
Portugal nunca ocultó su decidido apoyo a Franco, el presidente Salazar así lo puso de manifiesto ante la Asamblea Nacional el 22 de mayo de 1939:
«En todos los dominios en que era libre nuestra acción, ayudamos en lo que pudimos al nacionalismo español ...enfrentados por todas partes a la incomprensión y a la ceguera de Europa, donde la España nacional tan pocas amistades contaba, fuimos desde la primera hora lo que debimos ser: amigos fieles de España, en el fondo, peninsulares. Perdimos vidas, corrimos riesgos, compartimos sufrimientos, y no tenemos cuentas que presentar. Vencimos, es todo»Olvidaba aquí el dictador Salazar su adhesión al Pacto de No Intervención que firmó el 27 de agosto de 1936.
El dictador Salazar y el dictador Franco establecieron a lo largo de dos décadas una relación de conveniencia con la que pretendieron reforzar sus posiciones en el contexto internacional. Los dos dictadores ibéricos no llegaron a ser amigos, se aproximaron y alejaron en varias ocasiones, pero se ayudaron y fueron solidarios el uno con el otro. A pesar de existir la desconfianza característica cuando se trata de una relación entre vecinos, Franco y Salazar supieron sacar sus dividendos.(3)
Benito Sacaluga
(1) La Escuadra la mandan los cabos. Manuel Dominguez Benavides
(2) Portugal ante la Guerra Civil Española. Soledad Gómez de las Heras Hernandez
(3) ABC (31.07.2013)