La inevitable desaparición es un poema que ronda nuestras cabezas desde que somos pequeños. A mis hijos siempre he tratado de hacerles comprender la existencia de la muerte y lo que ello significa. No lo entienden, y se aferran a lo idílico, a ese dormir que en realidad es simple alimento de gusanos.
Tras unas semanas de desaparición de la blogosfera, con mejores cosas que hacer, compruebo con satisfacción que nadie tocó a mi puerta para exigir las cuatro líneas semanales con que alimento mi ego y la curiosidad del lector. No, nadie me echa de menos, y me alegro. Y lo digo con sinceridad y satisfacción, con el verdadero respiro de no tener la obligación de agarrarme al teclado una semana tras otra para aliviar las necesidades de algún que otro inconforme con el orden establecido en el panorama F1 actual.
Y a lo que te truje, Chencho. No analizaré el tostón de carrera de ayer en el verde secarral de Abu Dhabi. No, una cosa que me inspiró ayer fue la sensación de que vivimos en un bucle sin fin, con alguna variable aleatoria que osa meter sus narices en nuestra monotonía para desaparecer como llegó, sin hacer ruido y disfrutando de su minuto de gloria que seguramente se evaporará como lo hace el alma del cristiano en el mismísimo infierno.
Los pilotos, los mismos; los equipos, los mismos; los circuitos, los mismos, gracias a Tilke y a su mecenas. Pero me resultó curioso colocar a cada quién en su lugar, en el mismo sitio que lloraba amargamente (excepto Red Bull) al principio de esta temporada 2011. McLaren luchando, incansable, con un Hamilton que es un quiero y no puedo, perdido en sus ensoñaciones personales y con un Button a lo Claudio Chiapucci, que se encontró un día con un título, y se creyó que era grande. Red Bull superior, dejando las migajas a sus rivales y con un Webber que cada día que pasa merece más irse a la cola del paro, por mucho que Pedro de la Rosa diga lo bueno que es el de Australia… quizá el mediocre alaba el segundismo como punto de identificación y solidaridad.
Ferrari a lo de siempre, llorando su falta de talento a la hora de hacer un coche y poniendo a Fernando Alonso como el único salvador de esta guerra de arpías, que se pelean todas por estar en la mejor casa de putas del reino, olvidándose de que con sábanas de hilo o de seda, siguen siendo putas. Y la más puta, Felipe Massa, que no tiene el más mínimo escrúpulo en practicar las más repelentes suertes zoofílicas, coprofágicas, necrofílicas, o vaya usted a saber qué otras aberraciones; una de esas putillas de barrio bajo, barata y con mal gusto, que un día se encontró casualmente con el Richard Gere de turno y creyó que era mejor que las demás.
Seguimos bajando escalones y encontramos a los mismos de principio de temporada. Unos Mercedes que quieren parecer plateados y se quedan en eso, en coches pintados, con un Rosberg aséptico y con mejor rendimiento que Schumacher, porque la asepsia es la principal virtud de los coches y pilotos de hoy. Force India peleando por hacer buena sombra a Mercedes, y clamando al cielo porque los de la estrella sigan entregándoles motores, con un Di Resta que parece bueno (otro más) y con un Sutil que se acerca cada día más al mejor Barrichello cantando por peteneras.
Sauber, Williams, Lotus Renault, Toro Rosso… toda una clase media-baja que termina el año como lo comenzó, con aspiraciones de ser poetas en una tribu de antropófagos, con un Sergio Pérez gris, que no tiene los suficientes huevos para hacerle competencia a una codorniz (otro Fernando Alonso más, martillo de fragua en vez de cincel de escultor), un Kobayashi que se diluye y pierde fuerza como la gaseosa que se quedó mal cerrada tras una fiesta orgiástica, un Maldonado oscuro y errático, un Barrichello que siempre anda pensando en el futuro sin tratar de inventar nada y ofreciendo como lo más sobresaliente de los últimos dos años el adelantamiento peligroso que le hizo a Schumacher, un Bruno Senna que estaba criando cabras en Febrero y que volverá a criarlas dentro de pocos días, un Petrov sin tonalidad, como la mayoría, que sigue sin aportarle nada ni a su equipo ni a la F1, un Buemi que es un tiro con una bala de papel y un Alguersuari al que lo mejor que le puede pasar es que le suceda algo a alguien y que ocupe un puesto en mejor coche, para pasar a ser otro Felipe Massa que se cree el protagonista más digno de su opereta que nadie.
Y todo igual, los Lotus siendo la cabeza del ratón y pensando que el día de mañana serán zarigüella, y los HRT y Virgin peleando (o haciendo que pelean) por no ser un estorbo en la pista, mirando a un futuro cercano en el que se ven puntuando asiduamente y acercando su sardina al ascua.
Y Lobato, ah, Lobato, ¡alma pérfida que se alegra con las desgracias ajenas! Repugnante su frase de ayer “la gran noticia es que Vettel ha abandonado en la primera vuelta”. No, querido, no quiero ni ver tu sonrisa, sólo quiero sentir una sola vez el aire de tu mano llevada a tu eterna frente, así a modo de gesto sorpresivo “¡no quise decir gran, quise decir destacada!”.
Lo que hoy digo, lo decíamos también allá por abril. Las vueltas que damos en la vida, y resulta que tras comer, beber y recorrer medio mundo, estamos sentados en el mismo sillón y saboreando la misma gelatina desabrida que a cada roce en el paladar nos recuerda que todo sigue igual y probablemente, seguirá siéndolo.