Hace algunas semanas el debate sobre la LSP ha vuelto a boca de muchos y esta vez con mayor intensidad. Desde la publicación del borrador de ley a finales de año, donde se cuestionaban las atribuciones específicas de los arquitectos bajo la excusa de la “liberalización de las profesiones”, muchos me habéis pedido mi opinión y que me pronuncie ante este tema.
A principios de año publiqué un artículo en el Huffington Post con mi opinión sobre dicho borrador. En el dejé claro las diferentes competencias, a mi parecer, entre un ingeniero y un arquitecto. La arquitectura es mucho más que la proyección de una edificación, con independencia de su uso. La arquitectura tiene un interés público y cultural, debe ir ligada a la belleza y ser fruto de una formación técnica, artística y humanística…unos principios que ya estableció Vitruvio hace más de dos mil años: Venustas (Belleza), Firmitas (firmeza) y Utilitas (utilidad). Por este motivo, ingenieros y arquitectos recibimos una formación diferente, siendo la formación del arquitecto más amplia en todos los aspectos antes mencionados.
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Para muchos el problema de este borrador la LSP es que pretende simplificar las reservas de actividades profesionales hoy en día. En nuestro caso nos afecta a los arquitectos y arquitectos técnicos, alterando unas competencias anteriormente exclusivas en favor de los ingenieros, ahora capacitados para “proyectar y dirigir obras de edificios residenciales, culturales, docentes o religiosos”, competencias de los arquitectos que ya no serán exclusivas y podrán asumirlas los también los ingenieros…
En cambio, el problema real no es la famosa LSP, el verdadero problema es haber llegado a este punto. Nosotros somos los culpables ya que los propios arquitectos hemos degradado nuestro estatus y pofesionalidad. Por más barreras legales e intentos de protegernos, si nosotros no somos más competentes y huimos de la mediocridad de la que se ha hecho gala años atrás, daremos pie a una competencia aún más desleal. Es por ello que lo primero que debemos hacer es autocrítica y una cura de humildad para poder, con esfuerzo, pasión y mucho trabajo, recuperar esta profesión.