Revista Viajes
Por José Manuel Beltrán.
Cuando uno se encuentra adentrado en el Bosque de Oma es muy posible que le venga a la memoria las ilusiones infantiles tan bien retratadas en la película del Mago de Oz. El placentero silencio del monte, únicamente perturbado por sus legítimos moradores –el viento y los pájaros-, realza todavía más la mágica obra de Agustín Ibarrola.
Una visita a Euskadi, con tantos y tantos puntos de interés, se queda levemente mutilada si no realizas una visita al Bosque de Oma y es que, a fin de cuentas, este maravilloso paraje forma parte de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai, declarado por la Unesco en 1.989.
“Director de la Orquesta de la Naturaleza”. Algunos le atribuyen esta definición al maestro Ibarrola, y a mí me parece perfecta. Un sentir del arte muy cercano al ciudadano; en un gusto amparado por los murales y los grandes espacios, los materiales con los que se realizan sus representaciones precisan de ser vigorosos, de larga durabilidad y, sobre todo, que inciten al realce de los sentimientos de la colectividad. En todo ello hay crítica, compromiso con la sociedad más vulnerable; propia de sus convicciones políticas y que más de un disgusto le ha ocasionado.
Emprendemos camino a Oma. ¿Cómo llegar?.
El punto de referencia más importante, que por ende nos servirá para rendir visita a otra bella localidad, es Guernika. Esta ciudad, símbolo y corazón de Euskadi, tendrá cabida en otro artículo dentro de lo que fue nuestra maravillosa experiencia por Euskadi.
Tomando su circunvalación, nos dirigiremos por la BI-2238 en dirección a Lekeito y/o Playa de Laga ó Lada. Adentrados ya en el término de Kortezubi, una perfecta señalización nos indicará el desvío, por la BI-4244, hacia las Cuevas de Santimamiñe y el Bosque Pintado de Oma. La ruta no tiene pérdida. Una decena de minutos después habremos llegado a Basondo-Lezika, donde nos encontraremos, a la izquierda, con el Restaurante Lezika al que ya dedicamos un artículo. Existe una extensa área de parking y pequeña zona recreativa. Allí mismo se encuentra la entrada para la visita a las cuevas de Santimamiñe.
Iniciamos el camino hacia el Bosque de Oma. Desde aquí mismo, Basondo-Lekiza, como se muestra en los letreros, se inicia el recorrido hacia el bosque. Antes que nada me gustaría advertir que el camino no está habilitado para personas con determinado grado de discapacidad móvil; también sería complicado abordarlo con carritos de bebé.
Depende del ritmo que quieras tomar (¡ojo, hasta la mitad del recorrido es todo en sentido ascendente, pero sin dificultad) tardarás aproximadamente unos 30/40 minutos. Después, el sendero se suaviza en ligera pendiente descendente hasta llegar a sus últimos 200 metros, a la izquierda, donde hay que bajar unos tramos de escalera con fuerte pendiente.
Y el espectáculo del Bosque de Oma se muestra a nuestros ojos. ¡El bosque ha cambiado de color!. Los imponentes pinos Monterrey, con más de 25 años de vida, llegan en muchos casos a alcanzar una altura de más de 30 metros. La robustez del material, tal y como le gusta al maestro Ibarrola, se condensa en un diámetro de más de 50 cm. de pino.
Son 47, el conjunto de obras mostradas. Los vivos colores pintados sobre la corteza de los árboles, muestran parte de un dibujo que en la perspectiva correcta se funde, con otros muchos más, para formal un mural. Sobre el suelo, y para cada unas de las obras, existen unas marcas en las que se te sugiere en que dirección debes centrar tu mirada para conseguir el mural perfecto.
Se da inicio a un pequeño juego de perspectivas, de ángulos, de sentirte nimio ante la inmensidad del paisaje y, para ello, solo hace falta alzar la vista para intentar descubrir donde se encuentra la copa del pino.
La “Invitación al beso” es el título de la obra número 1, que te encuentras nada más descender. Después, entre las ligeras laderas, aparecerán cometas, labios, cuadrados, ojos que recuerdan a Picasso, curvas y contracurvas, todo un pequeño laberinto de troncos en el que aparecen y desaparecen perspectivas; donde tú dibujas con tus pasos un camino original, diferente, al amparo de tu imaginación.
No está nunca demás recordar que debemos cuidar y proteger esta obra y todo su entorno. Por suerte, lejos están los atentados sufridos, en 1.993 y el año 2.000, por cuestiones políticas. Ahora, gracias a la Diputación Foral de Vizcaya y a la Universidad del País Vasco, se han acometido trabajos de limpieza y recuperación de las tonalidades para que sigan luciendo con toda su intensidad. Una vez dada por finalizada tu visita, la salida más lógica es seguir bajando hasta la carretera –solo válida para el tráfico de vehículos de los lugareños- dirección Oma. Si quieres, a la derecha, puedes visitar los molinos de agua de Goikolea, o si no, regresando a Lekiza pasarás por los caseríos de Andikoetxea y Beaskoetxea, que conservan arcos góticos del siglo XV e inicios del XVI.
Para todo este recorrido, sea la época que sea, no olvides que es recomendable llevar calzado cómodo, siempre agua y una cámara de fotos. Tienes también la opción de un picnic, aunque esta parada y fonda yo te la recomiendo hacer en el Restaurante Lekiza donde, si quieres leerme, verás que no saldrás defraudado. Como siempre, espero que hayas disfrutado de este recorido pues solo me queda desearte, como siempre, SALUD ciudadano viajero.