Revista Diario

El bosque de Phos

Por Belengreece @belengreece


La felicidad sólo es real cuando se comparte.
Película: Hacia rutas salvajes.
Como ya sabéis, Belén está de vacaciones y me ha pedido que le cuide el blog, así que espero hacerlo bien.
Hoy os traigo algo diferente: un cuento. Los cuentos son nuestra primera toma de contacto con el maravilloso mundo de la lectura, de la imaginación y nuestras primeras lecciones de moralidad. Estoy segura de que cuando miramos atrás, todos vemos nuestros cuentos favoritos en la mesita de noche, en la estantería, en clase… y por supuesto sentimos esa nostalgia de esa voz que nos leía antes de dormir, esa sensación de orgullo al aprender a leer nuestras primeras palabras, esa libertad al creernos protagonistas de aquellas historias… En fin, bienvenidos de nuevo a vuestra infancia.
Espero que os guste. Y a ti también, pues esto es tuyo ;-)
Gnomos, hadas, ninfas, elfos… En los bosques habitan un sinfín de criaturas mágicas que comparten día a día su rutina y sus quehaceres de la vida encantada. Sin embargo, hay unos seres muy pequeños, incluso más de lo que nadie imagina, que tienen la misión más importante de todas entre la comunidad del bosque: Los phosiputienses.
Ellos son los encargados de mantener la luz del bosque, amparando así a los demás habitantes y protegiéndolos de las oscuras tinieblas. Fueron elegidos por el mismísimo Apolo, Dios de la luz, para asegurar una eternidad de tranquilidad y felicidad al resto de sus hermanos. El hijo de Zeus puso tal responsabilidad en sus manos por considerarlos las criaturas más alegres y positivas del bosque. Con un corazón puro y lleno de esperanza. Y con las manos más generosas del mundo de la fantasía. Y la única condición que les puso fue no perder nunca su autenticidad. No debían cambiar jamás, siempre serían ellos mismos, honestos y fuertes para no sucumbir a las sombras.
Los Phosiputienses aceptaron con gran honor el poder concedido por Apolo, que les entregó el bastón luminoso para que ellos mismo decidieran al mejor portador, que los guiaría siglos tras siglos, en paz y armonía.
Todos estuvieron de acuerdo con que la joven Spítipsomi fuera la responsable del bastón luminoso, pues ella atesoraba todos los requisitos que los phosiputienses tenían y aún muchos más. Se pasaba el día animando a los demás, con la sonrisa imborrable, las manos extendidas y el corazón en disposición de todos. Con ella, la Luz estaba completamente protegida para siempre. O eso creían los habitantes del bosque, pues, por desgracia, siglos de gran luminosidad después, Spítipsomi desapareció un mal día, dejando entrar la penumbra al bosque de Phos.
El consejo general del bosque se reunió de urgencia para valorar la situación y buscar de inmediato a la joven Spítipsomi, antes de que la penumbra se convirtiera en opaca oscuridad y la paz de todos se viera amenazada por el Señor Mávros, malvado portador de las tinieblas.
Los mejores exploradores de todas las tribus del bosque de Phos, con los elfos a la cabeza, partieron a la búsqueda de Spítipsomi. Tras varios días de una angustia terrible, por fin, un sabio y anciano gnomo, encontró a la joven. Estaba aturdida y perdida dentro de una oscura cueva, con el rostro lleno de lágrimas y las manos alrededor del bastón luminoso, taponando la luz que de él salía.
El gnomo se la echó a los hombros y la llevó hasta el consejo. La pequeña phosiputiense apenas abría los ojos y sólo sabía balbucear las palabras culpable y miedo. Una de las hadas se acercó a ella y puso delicadamente su mano en la frente de la joven, y con su magia, mostró a todos los recuerdos de Spítipsomi.
Los presentes observaron con aflicción los fuertes deseos de la joven de ayudar a todo el mundo, de sonreír para todos, de buscar la solución a todos los problemas de los demás y sin embargo, llegar a casa y ver como su mundo se reducía a la triste soledad.
Vieron a Spítipsomi buscar ayuda a sus propios problemas en un mago de las tierras más alejadas del bosque de Phos. La joven tomó la poción de amor que el brujo le dio y fue feliz durante unas décadas, hasta que se dio cuenta de que todo era un engaño, una mentira, sólo fruto de un hechizo que ella había deseado con todas las fuerzas del mundo. Volvió a ver al mago y le pidió volver a ser la que era antes del hechizo, ser ella misma de nuevo. El brujo se rio de forma escalofriante y entre una nube de humo, mostró su verdadero rostro. El malvado Señor Mávros la había engañado y ya no había vuelta atrás. Spítipsomi había roto la promesa que le había hecho a Apolo y había dejado de ser ella misma, por eso ahora, el bastón de la luz se apagaba.
Ante el miedo de una oscuridad total, el consejo del bosque acudió al Dios de la luz para pedirle consejo. Al escuchar la historia, Apolo les acusó a todos del mal de la joven. Al ser preguntado por el por qué, el hijo de Zeus contestó.
-   El bastón luminoso no tiene poder, sólo era un símbolo. Lo que se apaga es el alma de esa joven phosiputiense, porque se cree culpable de haber cambiado simplemente buscando su felicidad. Y no se da cuenta, ni vosotros tampoco, que los que cambiasteis fuisteis los demás, pues os acostumbrasteis a que ella llevara y protegiera vuestra luz, sin pensar en la luz que ella necesita de vosotros.
-   Pero el Señor Mávros la engañó. – protestó un viejo.
-   El Señor Mávros es otro símbolo. No existe. Está dentro de vosotros. Es vuestro egoísmo, vuestra maldad, vuestra cobardía. Si queréis salvar a esa chica, hacedla comprender que su único error está en querer ayudar siempre a los demás, pues muchas veces, los demás no lo merecen. Todos deberíais ser como ella y devolverle tanta luz como ella os da.
Tras estas palabras, Apolo desapareció y el consejo del bosque de Phos se reunió de nuevo. Entendieron los consejos del Dios y se pusieron manos a la obra. Sabían que Spítipsomi necesitaría tiempo para volver a ser ella misma, pero la gente de su alrededor, se comprometió a ayudarla, a hacerla sonreír día a día, a apartar de ella a las malas sombras que se le cruzaran en el camino y que volviera a recuperar su luz, pues su luz era el sustento de todos los seres de su alrededor. Ella era el bastón luminoso y sólo si ella era feliz, los demás serían felices.
   Fin.
  Moraleja: No te conformes con tu propia felicidad, ayuda a que el mundo brille con Luz propia.
EL BOSQUE DE PHOSEL BOSQUE DE PHOS


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