Antes que nada, advierto que el post de hoy es muy raro pero es el resumen de unos días traumáticos y quisiera contarlo “como sale”, puede que sin la forma correcta pero es que estos días han sido así. No me lo toméis en cuenta.
Llega un día en el que vas y descubres que no eres de acero. Un día en el que el cielo se cae sobre tu cabeza así, en seco, “plafff”. Es como si algún gracioso le hubiese dado la vuelta a todo y tu no entiendes nada. Ves como, de repente, pasas de un “no parar” en el que te sientes como pez en el agua a estamparte como un tomate en Buñol y tener que luchar, simple y llanamente, por tu existencia.
Es en ese momento en el que reorganizas tu escala de valores y das importancia a las cosas que están sobre todo, cosas simples que hacen que la vida funcione y que siempre descuidamos. Esas cosas que, mira por donde, tienen el botón del “reset” de tu cuerpo y te das cuenta que algunas veces lo utilizan para decirte “oye, te estás pasando”. En ese momento vas y recibes lecciones que ninguna universidad puede darte.
Aprendes a respetar a los que te rodean, a ver que nunca nada es para siempre (ni siquiera un diamante) y que cada momento tiene un valor irrepetible, que has de vivirlo, no vaya a ser que dentro de cinco minutos haya cambiado tanto el escenario que nunca más puedas disfrutarlo. Ese momento, en el que han apretado con la punta de un lápiz el botoncito ese escondido que todos tenemos es verdaderamente cuando descubres que el mundo no se puede reducir a cifras y estadísticas, que importas para mucha gente, que están a tu lado y sabes que no van a dejarte caer.
Algunos son gente anónima que no te ha visto nunca y que igual no vas a ver más, resulta que son ellos los que te devuelven a este mundo. Gente que sufre por no poder realizar su trabajo como quisiera porque alguien piensa que eso, que todo se puede reducir a cifras y les recorta medios sin importarle la crueldad asesina de la tijera. A pesar de eso ahí están, intentando hacer milagros todos los santos días como buenamente pueden. De verdad que merecen nuestra gratitud y respeto, esos que muchas veces no les damos.
Además de eso, si te paras a pensar, recibes una lección magistral de humildad. Un golpe de ese tipo te enseña a ver que no estás tu sólo en la vida, jamás lo estarás. Lo que te está sucediendo lo vives en primera persona y lo sufres. Pero el miedo, la impotencia, el “nosequeestápasando”, el comerse las uñas y la preocupación la padecen aquellos que de verdad te quieren, que nunca te van a dejar atrás (puede que hasta te sorprenda saber que tanto) y te das cuenta que has de cambiar, si no por ti mismo (que quieres que te diga, suicidas siempre han habido) por ellos. Porque no merecen el susto que les haces pasar, porque quieren darte un abrazo y un beso y porque no quieres que les vuelva a ocurrir nunca más.
También resulta que aunque tengas una piedra por corazón caes en que eres afortunado, hay quien no ha tenido tanta suerte. Lo que para ti ha sido un aviso (muy heavy, oiga, pero es que con lo miope que soy, no lo hubiese visto jamás) para otros es un golpe irreversible. No podrán recuperase y si estar “averiado” durante un rato es duro, no puedo imaginar como puede ser esa misma situación de forma perpetua. De verdad que sales de esta y piensas, “Yo que he tenido la gran suerte de volver ¿qué puedo hacer por esta gente?”. No te preocupes que siempre hay formas…
Muchas gracias, de verdad, por soportar el post de esta semana. Han sido unos días muy duros y necesitaba daros las gracias a todos aquellos que, de una forma u otra, como habéis podido, me habéis dado vuestros ánimos. He recibido la fuerza de la familia, la magia de mi hada personal, el hechizo de una atenta brujita del sur, un oportuno post femuriano, con una sonrisa incrustada, de parte de una amiga con todas las letras y vuestros mensajes alentadores . Entre todos me habéis dado energías. Sólo os digo que, una vez aprendida la lección (de ello podéis estar seguros) Sólo me queda decir adelante. Por suerte esto sigue. Muchísimas gracias, de todo corazón.
Elogio del contorno. Por Fani Grande