Revista Salud y Bienestar
Leyendo el interesante Blog del mando intermedio, hemos dado con esta reciente entrada sobre los jefes ausentes. Esos jefes que, en un maremágnum de reuniones, llamadas, viajes o encierros en su despacho, dejan de lado su labor de supervisión y apoyo. De hecho, es habitual que el trabajador pueda sentirse ignorado por su jefe.La dicotomía que planteamos es simple: las ausencias o el control excesivo. Si hiciéramos una encuesta, nadie elegiría a un jefe excesivamente controlador. Sin embargo, un estudio publicado en 2014, demuestra que el jefe ausente es mucho más perjudicial para sus colaboradores que el jefe controlador. Puede que no a corto plazo, pero a la larga los efectos son mucho peores.Lógicamente todo depende de lo que esperemos del jefe: alguien que dicta algunas instrucciones globales y que está cuando hace falta, alguien que quiere supervisar todo pero que aporta agilidad al día a día, alguien que prefiere hacer las cosas él mismo o alguien que no está (ni se le espera). Hay jefes de acción y jefes de reflexión, jefes más operativos o jefes más estratégicos. Pero curiosamente, un jefe que está en su despacho planificando el futuro de la organización no suele ser bien visto como jefe. Queremos ver al jefe en todas partes, que sea un héroe, pero ¿son realmente esas sus funciones esenciales?La pregunta final está clara: ¿Cual es el buen jefe? ¿Existe? Paradójicamente es más fácil definir al mal jefe que al buen jefe. Por algo será...